De la número dos del Gobierno, vicepresidenta primera y ministra de Hacienda, María Jesús Montero (¡Chiqui!), son sonadas sus apariciones públicas –¡imaginen cómo será en privado!–. Se convierten en auténticos shows, en numeritos más propios de una mujer en espectáculos televisivos que de una vicepresidenta del Gobierno al uso.
Sobreactuaciones a gogó, apoyos desmesurados al jefe, insultos directos a miembros de la bancada de oposición, auténticos espectáculos… En realidad, María Jesús Montero, que viene de Andalucía como todo el mundo conoce, se conduce en el Parlamento y en otros lugares como si estuviera en un patio de vecindad.
Su condición de andaluza, que es una consideración muy seria, no le exime en nada. Conozco andaluzas y andaluces extraordinariamente amables y divertidos que tienen una enorme clase. Como éste es un espacio de crítica política, en esencia, lo que me importa de la titular de Hacienda son otras cosas más allá de sus inexportables formas personales. Es una ministra que está recaudando de los impuestos más dinero que nadie y, en cambio, la deuda aumenta y aumenta sin parar.
Más importante, en cualquier caso, que sus aspavientos, sobreactuaciones, jaleos al jefe, risotadas, maneras finolis, etc., es que está dispuesta, por orden del jefe, a condonar 15.000 millones a la Generalitat de Cataluña y abrir la espita de una financiación especial para aquel territorio. Ello supondría romper por completo la solidaridad entre territorios y establecer un Estado dentro de otro Estado.
Esto es lo realmente sustancial. Para abrir boca no estaría de más que alguien sugiriera a la vicepresidenta un poco de contención aduciendo dos razones: por un lado, para no caer en el ridículo; por otro, para no dejar a todo un país en esperpento al contar con una destacadísima miembro del Gobierno que se conduce de esa guisa.
Tengo escasa esperanza de que vaya a cambiar la primera hooligan sanchista. Las mamandurrias tienen estas cosas.
GRACIANO PALOMO
Publicado en OKdiario el 16.6.2024