Les advierten que «los perdones obligados ya no funcionan. Algunos de ustedes han sido asesinos de las almas».
La cumbre antipederastia en el Vaticano ha marcado un giro histórico cuando el Papa, los 114 presidentes de conferencias episcopales y los altos cargos de la Curia han iniciado los trabajos viendo juntos los vídeos el testimonio duro y explícito de cinco víctimas, incluida una mujer africana obligada tres veces a abortar por el sacerdote que abusaba de ella.
Mientras los 190 participantes en el Encuentro de Protección de Menores en la Iglesia recuperaban la respiración, el Papa les ha dicho: «El grito de estas personas que piden justicia pesa sobre nuestro encuentro. El santo Pueblo de Dios nos mira y espera de nosotros no solo simples condenas rutinarias sino medidas concretas y eficaces».
Iniciar de este modo la cumbre es toda una lección a las conferencias episcopales que no han escuchado a víctimas en sus reuniones plenarias y no han creado sistemas de ayuda. En España existe solo, desde el miércoles, el de la diócesis de Astorga. Los programas y textos de los discursos de la cumbre están disponibles en la página web www.pbc2019.org. Pueden seguirse en directo en la página de Vatican Media a través de su canal de YouTube.
En el primer vídeo mostrado en la cumbre vaticana, un joven sudamericano explicaba: «Yo pensé: voy a ir a la Santa Madre Iglesia, donde me van a oír y me van a respetar. Lo primero que hicieron fue tratarme de mentiroso, darme la espalda y decir que yo y otros, éramos enemigos de la Iglesia».
El joven les ha advertido que «los perdones falsos, los perdones obligados ya no funcionan. A las víctimas hay que creerlas, respetarlas, cuidarlas y repararlas. Hay que reparar a las víctimas, hay que estar con ellos, hay que creerles, hay que acompañarlos».
Sin ira pero con crudeza, les ha dicho: «Ustedes, son los doctores de las almas, y sin embargo, con excepciones, se han convertido en algunos casos, en asesinos de las almas, en asesinos de la fe. Yo les pido por favor, que colaboren con la justicia».
Un sacerdote le obligó a abortar tres veces
Una mujer africana ha relatado que «desde los quince años mantenía relaciones sexuales con un sacerdote. Esto duró trece años seguidos. Estuve embarazada tres veces, él me hizo abortar tres veces. Simplemente porque él no quería un preservativo ni un método anticonceptivo».
Describiendo la táctica de los depredadores ha añadido que «al principio tenía tanta confianza en él, que no sabía que podía abusar de mí. Tenía miedo de él. Y cada vez que me negaba a tener relaciones con él, me pegaba. Y teníamos estas relaciones tanto en su casa del pueblo como en el centro de acogida diocesano. Y en esa relación, yo no tenía derecho a tener un novio».
Un religioso de Europa del Este ha relatado el modo en que fue violado por un sacerdote cuando era solo un adolescente pero, sobre todo, su frustración al comprobar que, ya de adulto y sacerdote ordenado, después de presentar denuncia junto con su provincial, «el obispo no me respondió; después de seis meses escribí al nuncio, que reacciono mostrando comprensión. Después me encontré con el obispo. Me atacó sin tratar de entenderme, y eso me hirió».
A estas alturas sigue dolido pues, al cabo de ocho años, «ni ese sacerdote (abusador) ni el obispo respondieron a mi carta. ¿Qué me gustaría decir a los obispos? Que escuchen a estas personas. Que aprendan a escuchar a las personas que hablan».
A su vez, un hombre de Estados Unidos ha comentado su abuso pero añadiendo que «ahora estoy bien porque he encontrado esperanza y sanación al contar mi historia, al compartir mi historia con mi familia, mi esposa y mis hijos –mi familia extendida– mis amigos. Y porque puedo hacer eso, me siento más cómodo conmigo mismo».
Agredido sexualmente «más de cien veces»
En cambio, un hombre asiático, agredido sexualmente «más de cien veces» continúa empeorando ya que «cada vez que he hablado con los Provinciales y con los Superiores Mayores, todos han encubierto prácticamente cada asunto, han encubierto a los autores y eso a veces me mata».
Con ánimo de ayudar añade que «si queremos salvar a la Iglesia, los perpetradores deben ser castigados. Pido a los obispos que sean claros en esta materia, porque esta es una de las bombas de relojería que están ocurriendo en la Iglesia de Asia».
En la primera intervención de los participantes, el cardenal de Manila, Luis Antonio Tagle, mantuvo la misma claridad: «Tenemos que reconocer humildemente y con dolor que nosotros los obispos hemos infligido heridas a las victimas y a todo el Cuerpo de Cristo». Las maniobras para ocultar los delitos han sido inútiles, pues apesta ya «el hedor de la basura».
El cardenal ha insistido en que después de que los tribunales civiles y eclesiásticos hayan hecho justicia, la obligación no cesa. Es necesario ayudar a las víctimas a perdonar ya que «el resentimiento puede ser una enfermedad que, lenta pero inexorablemente, infecta a la gente hasta dejarles sin entusiasmo y sin energía, en peligro de ansiedad y depresión».
El arzobispo maltés charles Scicluna, «número tres» de la Congregación para la Doctrina de la Fe y especialista en investigar abusos, ha insistido en que se obedezcan las leyes civiles y se llame a expertos para hacer frente a un problema que buena parte de los obispos se muestra incapaz de resolver.
Pero el primer paso es reconocerlo en toda su amplitud: «Sacar a la luz la verdad de todo lo que ha sucedido en el pasado», con estudios independientes sobre los últimos 50 o 70 años como han hecho ya muchas conferencias episcopales, ente las que no figura la española.
La investigación de los candidatos
Scicluna ha insistido en la necesidad de mejorar la selección en seminarios y noviciados, así como en «implicar más a los laicos en la selección de obispos», haciéndoles participar en el proceso de consultas y de investigación de los candidatos.
Los 190 participantes en la cumbre antipederastia, que se prolongará hasta el domingo, escucharán en la tarde del jueves al cardenal de Bogotá, Rubén Salazar, y concluirán la jornada escuchando a una víctima de abusos presente en el aula antes de emprender la plegaria final del día.
Juan Vicente Boo/ABC
(Foto: EFE/Vincenzo Pinto)