Andalucía vivió una jornada electoral histórica, que puede determinar la llegada a la Junta de un partido diferente al PSOE y propició la aparición de un nuevo actor político, Vox, que defiende algunos postulados de la Iglesia católica –vida, familia, ideología de género…– pero que choca en otros como las migraciones
Lo que sucedió en Andalucía es, objetivamente, histórico. Por varios motivos. Los dos gramdes partidos que tradicionalmente han acaparado gran parte de los votos cosecharon los peores resultados hasta la fecha; existe la posibilidad de que la Junta de Andalucía cambie de color político por primera vez en casi cuatro décadas, y ha irrumpido en el Parlamento andaluz una nueva fuerza, Vox, situada en el lado derecho del arco político y que ha seducido a casi 400.000 andaluces, no pocos de ellos católicos. Sin duda, ha sido la irrupción del partido político liderado por Santiago Abascal a nivel nacional, lo que ha acaparado la atención mediática.
No pocos medios han tildado al formación verde de «ultra», «ultraderecha», «xenófoba», «euroescéptica»… mientras sus militantes defienden que son un partido que tiene entre sus filas a Ortega Lara, que defiende la unidad de España, la familia o la vida. Lo cierto es que Vox ha puesto en los últimos meses un énfasis especial en la cuestión territorial a raíz del problema secesionista en Cataluña, como también lo ha hecho en materia migratoria, donde ha hablado de «invasión», «deportaciones» o de favorecer fundamentalmente la inmigración que provenga de América Latina. Quizá este último es uno de los puntos de mayor fricción de la formación con la postura de la Iglesia católica, que ha hecho una opción decidida por la hospitalidad y la acogida.
Pero hay otras cuestiones donde las posturas –quizá no se comparten los métodos– son cercanas. Por ejemplo, en materia de aborto, donde la postura de Vox no difiere mucho de la que mantiene la actual dirección del PP: a corto plazo, derogar la ley de plazos y volver a la de 1985. También están en contra de los vientres de alquiler o de la imposición de la ideología de género, batalla en la que la Iglesia parece haberse quedado sola en los últimos años.
Cuando nació, Vox integraba a diversas corrientes procedentes del PP: había gente de la Fundación para la Defensa de la Nación Española (Denaes), políticos desencantados, católicos nuevos en política, conservadores, liberales… Un amalgama que, según relata a este semanario un exmilitante de Vox y católico comprometido, saltó por los aires en las elecciones internas de Vox en septiembre de 2014, cuando Abascal se hizo con el control del partido sostenido por Denaes y con el altavoz de Hazte Oír.
Un importante cargo de una diócesis andaluza y sacerdote, que prefiere quedar en el anonimato, ve con «desconfianza» la irrupción de este partido en el sentido de que «es más que evidente que la Iglesia no se puede identificar con ninguna opción política». Y añade: «A nivel de calle sí es cierto que a un grupo de católicos les parece bien la opción de Vox, porque creen que van a defender los intereses de la Iglesia, pero la mayoría sabe que ningún partido cumple el ideario cristiano. En los ámbitos eclesiales no he percibido yo una propaganda abierta de Vox ni a favor de Vox, por lo menos en mi provincia».
Reconoce que ha sido una sorprendente el resultado de este partido y explica que su éxito no solo tiene que ver con el miedo o el rechazo a la inmigración, aunque en algunos lugares como Almería sí haya podido ser determinante: «Me parece que tiene que ver más con el cuestionamiento sistemático de la Transición, de los valores tradicionales y de las instituciones que los partidos de izquierda que apoyan al actual Gobierno socialista promueven. Tienen peso la dictadura de la ideología de género, la negación de un pasado común de España, lo que ha significado la Transición que se quiere dinamitar, y las concesiones a los nacionalismos por parte del gobierno de Pedro Sánchez, sobre todo a los catalanes».
Comparte la sorpresa por la irrupción de Vox un obispo que ve los acontecimientos desde una señera diócesis de la mitad norte de nuestro país. «Me sorprende Vox, pero no el descontento y el hastío del pueblo. Los partidos políticos que han gobernado y gobiernan no han respondido suficientemente a la corrupción ni a las demandas de los ciudadanos. Continúa la crisis en muchos ámbitos de la sociedad española y esto propicia la aparición de supuestos salvadores que en realidad terminan oprimiendo a la persona y conculcando sus derechos con promesas engañosas. Necesitamos líderes honestos que demuestren ser verdaderos servidores públicos; que no excluyen a nadie y trabajan por una convivencia en paz, en solidaridad y en libertad. Me inquieta que irrumpa con fuerza un partido que propone soluciones a los problemas sociales a costa de los más débiles».
El presidente de Vox, Santiago Abascal, aplaude a los militantes y simpatizantes de Vox
que celebran los resultados en las elecciones andaluzas en Sevilla, el pasado 2 de diciembre.
(Foto: EFE/Rafa Alcaide)
Fernando Díaz Abajo es sacerdote de Sevilla y consiliario de la HOAC, aunque habla a título personal: «El problema con Vox estriba en que casi todo el mundo firmaríamos muchas de las propuestas de su programa electoral –en el fondo, esto es el populismo–, igual que nunca firmaríamos otras si se detallaran los instrumentos para conseguirlas, que es lo que posibilita hacer una valoración del fondo y motivaciones de la propuesta». Le critica a este partido, por ejemplo, que lance afirmaciones gruesas sobre los inmigrantes, hablando del efecto llamada cuando «los datos demuestran hace tiempo de manera contundente que no existe ese efecto». «Es un ejemplo de cómo no es cierto lo que dicen de que su prioridad son las personas, pues no parten de sus necesidades. Su planteamiento de la cuestión es muy distante de los del Evangelio y de los principios y criterios de la Doctrina Social de la Iglesia», añade.
En este sentido, cree que la Iglesia de Andalucía «deberá estar atenta a no dejarse embarcar en esta deriva del miedo tan distante de la fe cristiana, y a no dejar de realizar su misión cercana a los pobres, como piedra de toque de su propia credibilidad».
Hasta el momento, la única voz oficial de la Iglesia que ha hecho un análisis de las elecciones ha sido el obispo de Córdoba, Demetrio Fernández, que publica este jueves su carta semanal sobre el tema y que ha adelantado a Alfa y Omega. «Me alegro de que esta sociedad andaluza haya sido capaz de dar un vuelco de este calibre, rompiendo una inercia casi imposible de superar. Andalucía se sitúa como pionera de un cambio social que esperamos en la sociedad española», escribe el prelado cordobés, sin mencionar concretamente a ningún partido.
Sí lanza un mensaje al actual Gobierno andaluz, que es a la vez análisis de las causas del resultado electoral: «No se puede estar contradiciendo la sensibilidad de un pueblo religioso y cristiano, un pueblo que pide respeto para sus tradiciones religiosas y está dispuesto a respetar a los demás. No se puede estar atacando la libertad religiosa impunemente, reclamando la propiedad pública de la mezquita-catedral de Córdoba con argucias que no se sostienen ni por parte de los que las montan. […] No se puede trocear España, sin que eso tenga un precio político. No se puede pretender eliminar el derecho de los padres a elegir la educación que quieren para sus hijos, introduciendo leyes de ingeniería social. No se puede eliminar la vida inocente al inicio o al final de la vida, y esperar que encima les voten. Los andaluces son sensibles a todo esto, y han querido decir en las urnas cuál es el futuro que quieren para ellos y para sus hijos».
Fernández hace también un llamamiento a los partidos que han obtenido la confianza de los electores de modo que «sepan gestionar bien el encargo de quienes los han votado» y les pide que huyan de «protagonismo personal o de partido» para apostar por la cultura del encuentro, del pacto y del consenso. «Sea cual sea la alianza, seguiremos recordándoles la necesidad de atender a los más pobres», concluye, al tiempo que cita alguno de estos colectivos más desfavorecidos: parados, jóvenes, no nacidos, ancianos, inmigrantes y familias.
Fran Otero
(Foto: AFP/Óscar del Pozo)