(ZENIT – Roma).- Albania es un pequeño gran país. Pequeño porque cuenta con menos de tres millones de personas sobre una superficie de apenas 28.748 km², grande porque la historia de sus poetas y de sus mártires es de valor mundial. Un país que sufrió duramente una dictadura atea, que se cobró muchísimas víctimas. Pero precisamente en el lugar en donde se ha tratado de extirpar cualquier religión es que ha renacido una fraternidad que puede ser ejemplo para el mundo.
No es casualidad que el papa Francisco, cuando visitó este país el 21 de septiembre de 2014, habló de Albania como centro de la colaboración entre cristianos, ortodoxos, católicos, musulmanes y bektasci. Además, recientemente, el Santo Padre ha reconocido el martirio de 38 víctimas del comunismo albanés que pronto serán beatos.
Para conocer mejor la historia y el alma de Albania y de su pueblo, ZENIT ha entrevistado a Visar Zhiti, jefe misión de la embajada de Albania ante la Santa Sede y la Orden de Malta. Zhiti no es solo un diplomático, es también un poeta y escritor de valor internacional. En 1973, cuando iba a publicar Rapsodia e jetës së trëndafilave (Rapsodia de la vida de las rosas), fue denunciado porque sus poesías fueron consideradas culpables de “graves errores ideológicos y de promover agitación y propaganda anti-comunista”. Arrestado en noviembre de 1979, fue condenado a diez años de prisión. Sometido a trabajos forzados, finalmente fue liberado en enero de 1987. Cuando la democracia llegó a Albania en el otoño de 1991, Visar Zhiti fue enviado a Italia para convertirse en periodista profesional. En esos años comenzó también su carrera política y diplomática sin abandonar su labor como escritor.
En realidad –subraya Visar– me condenaron porque si no escribía a favor de la dictadura, significaba que estaba en contra. Mi culpa era la de buscar libertad y belleza como tantos otros de mi generación.
“Tenía 26 años cuando me arrestaron”, recuerda, “la cosa más tremenda a la que asistí es la gente que aplaudía cuando se emitió la sentencia. Me quitaron el derecho electoral, me prohibieron la publicación y la enseñanza. Trabajé en las minas como un esclavo, siempre, sin descanso. Cuando había cambio de turno nos saludábamos entre nosotros diciendo ‘esperemos salir vivos’”.
En la cárcel –prosigue Visar– había sacerdotes católicos e imanes musulmanes. Los sacerdotes católicos eran muy cultos, resistentes, mostraban un espíritu fuerte y daban ánimo a los presentes. Conocí en la cárcel a dos sacerdotes, Zef Simoni e Kolec. Estaban siempre juntos, vestidos como prisioneros, pero se entendía que eran sacerdotes, porque eran caritativos, compasivos, escuchaban, acogían, compartían el dolor, eran cordiales, te miraban con misericordia”.
“En las prisiones albanesas los sacerdotes consolaban a todos”, cuenta el escritor, “lo hacían a escondidas y conseguían celebrar las misas, bautizaban y daban la comunión bendiciendo los trozos de pan que recogían de la ración cotidiana. Mi amigo, el sacerdote Zef Simoni se hacía llamar ‘Hardhia’ que quiere decir ‘la Vid’; su hermano que también estuvo en la cárcel aún está vivo y es sacerdote, escribe poesía, se llama Gjergj Simoni”.
Sobre el martirio de tantos albaneses, Visar ha querido subrayar que “la sangre derramada por los mártires ha contribuido a salvar Albania, para que sea una país europeo en la tradición cristiana”. Al respecto, ha recordado la manifestación en Roma en la que se “tiñó” de rojo la Fontana de Trevi para recordar la sangre de los mártires cristianos que continúa cayendo. Según Zhiti, sería necesario colocar de rojo todas las fuentes y los edificios de todas las ciudades de Albania.
En relación a los 38 albaneses que serán beatificados, Visar ha recordado que entre ellos hay un italiano, dos alemanes y una mujer, una novicia de 22 años; todos asesinados porque creían en Jesucristo y no han aceptado separar la Iglesia albanesa de la Santa Sede, como quería la dictadura comunista.
“A pesar de que fue grandísima la contribución cultural, científica, literaria, humana y religiosa de los creyentes, la dictadura los fusiló acusándoles de ser ‘espías del Vaticano’”. A ellos y a todos los otros poetas fusilados del régimen, Zhiti dedicó una antología de poemas editada en Albania.
Visar ha recordado en particular entre los otros al padre Anton Harapi, filósofo, sociólogo y autor de romances. Cuando lo estaban llevando al fusilamiento, él se preocupaba de que la sotana no se manchara, el oficial le dijo que de todas formas iba a morir en el fango y padre Anton respondió: “Toda la vida he estado limpio y no quiero morir en la suciedad”. Después bendijo al pelotón de la ejecución diciendo “perdónalos porque no saben lo que hacen” y “Viva Cristo Rey y viva Albania”.
Entre los mártires citados en la antología está también el sacerdote Ndoc Nikaj, un gran escritor, autor de obras de literatura religiosa, científica, histórica y política, así como de textos escolares. En la historia de la literatura de Albania, Nikaj es indicado como autor de la primera novela albanesa. Padre Ndoc fue encarcelado en 1946 con la acusación de querer abatir con violencia al régimen comunista. Tenía 82 años cuando lo arrestaron. Después de cinco años murió en prisión.
Sobre la unión entre Albania y el cristianismo, Visar Zhiti recuerda que su país fue el primero en convertirse en los Balcanes. Y señala también a la Virgen del Buen Consejo, patrona de Escutari, llegada hace cinco siglos a Genazzano –localidad cercana a Roma– evitando caer en mano de los otomanos. Los fieles y los artistas albaneses celebra a su Virgen que está en Genazzano.
Nosotros –ha concluido Visar– nos hemos salvado espiritualmente porque hemos creído que Dios está. Nos hemos salvado gracias a las oraciones susurradas y a las poesías escondidas. Por mi experiencia de vida puedo decir que la poesía es oración y la oración son poesías dirigidas a Dios.
Antonio Gaspari