(ZENIT – Roma).- El papa Francisco partió el sábado 16 hacia la isla griega de Lesbos a las 7.05 de la mañana desde el aeropuerto internacional Leonardo Da Vinci, en Fiumicino, a 25 km. de Roma. El vuelo AZ4000, del airbus 320 de Alitalia, recorrerá 1.252 kilómetros y sobrevolará el espacio aéreo de Macedonia además del de Italia y Grecia.
Diez minutos antes del horario de partida, el Santo Padre llegó al aeropuerto, saludó a algunas autoridades presentes entre los cuales se encontraba el presidente de la línea aérea, Luca Cordero di Montezemolo.
Junto al Pontífice viaja el sustituto de la Secretaría de Estado, Mons. Angelo Becciu, debido a que el cardenal Pietro Parolín se encuentra en Polonia para las celebraciones de los 1050 años de la cristianización del país. Se encuentra en el vuelo papal el cardenal Kurt Koch, presidente del Pontificio Consejo para la promoción de la unidad de los cristianos, y unos cincuenta periodistas y operadores de la comunicación.
Pocos minutos antes de partir, desde el twitter del papa Francisco partió la frase: “Los refugiados no son números sino personas, con nombres, rostros e historias y deben ser tratados como tales”.
El Airbus aterriza en la isla griega
Tras un vuelo de poco más de dos horas proveniente desde Italia, el Airbus 320 que lleva al papa Francisco, llegó al aeropuerto de Mytilene en la isla griega de Lesbos a las 10:20 locales, después de recorrer 1.252 kilómetros.
Allí le esperaban el primer ministro Alexis Tsipras; el patriarca ecuménico de Constantinopla, Bartolomé I, el arzobispo de Atenas y de toda Grecia, Jerónimo II, y el presidente de la Conferencia Episcopal Griega, Fragkiskos Papamanolis, OFM.
Allí la ceremonia de bienvenida se inició con la bienvenida del primer ministro y después con el abrazo a Bartolomé I y Jerónimo.
Le acompañan al Papa en el vuelo, el sustituto de la Secretaría de Estado, Mons. Angelo Becciu, el cardenal Kurt Koch, el presidente del Pontificio Consejo para la promoción de la unidad de los cristianos y unos cincuenta periodistas y operadores de la comunicación.
La isla se ha preparado durante estos días para recibir al Santo Padre, con diversas operaciones de limpieza y pintura, pero sin pasacalles, carteles o banderas para recibirlo, como suele suceder otros en los viajes pontificios.
Es el 13 viaje internacional del Papa y 150 de los viajes apostólicos realizados por pontífices desde 1964, iniciados con Pablo VI.
Durante el vuelo saludó a cada uno de los periodistas y les dijo que es un viaje triste debido a la peor emergencia humanitaria existente con los inmigrantes, desde la Segunda guerra mundial.
En el encuentro entre el Santo Padre y el primer ministro Griego, Alexix Tsipras, el principal tema de conversación fue la crisis de los refugiados y migrantes, en particular la situación en la isla de Lesbos.
Lo precisó el director de la oficina de prensa del Vaticano, padre Federico Lombardi, señalando que dicha crisis “es un problema europeo e internacional que pide una respuesta global, que respete las leyes europeas e internacionales”. En la conversación, señaló el portavoz, “el Papa ha apreciado la actitud humana del pueblo griego, que pesar de la dura situación económica ha demostrado solidaridad y respeto de los valores universales”.
Además se señaló la necesidad de proteger a las personas que arriesgan su vida cruzando el Mar Egeo y el Mediterráneo, y de combatir el tráfico de personas permitiendo procedimientos seguros para llegar a Europa.
El párroco de la Isla, en donde la comunidad católica es pequeña, declaró a los micrófonos de Radio Vaticano: “Los ciudadanos de Lesbos no han cerrado las puertas, no han cerrado los corazones, no han creado fronteras o barreras, sino que han dado la bienvenida a estas personas con la esperanza de que puedan recibir el calor y ser recibidos en Europa, que es la patria de los derechos humanos”.
No solo es la isla de Lesbos, donde llegan los migrantes, sino también a la de Chios, Leros, Samos, Kos, Kalymos y Agathonisi, situadas cerca de Turquía.
Los datos de la Organización de las Naciones Unidas indican que en el 2015 han llegado a Grecia, más de 856.000 personas. El número de náufragos que murieron nunca se conocerá, pero se calcula que al menos sean 4 mil personas las que se ahogaron en el Mar Egeo.
Los migrantes provienen principalmente desde países con conflictos en Oriente Medio, mayoritariamente de Siria e Irak.
El Papa saluda a los refugiados del campo Moria
El papa Francisco proveniente del aeropuerto de Mytilene, llegó en un vehículo de pasajeros acompañado por Bartolomé I y Jerónimo II, al campo de refugiados de Moria, en el cual se encuentran unas 2.500 personas.
Al ingresar saludó a los 150 menores que esperan obtener el estatus de refugiados y después durante varios minutos a cientos de personas que estaban detrás de las vallas de seguridad.
Muchos de ellos, entre los cuales tantas madres con niños, especificaban sus países de origen: Sira, Irán, Irak, Afganistán y también sus etnias, como los Yazidis. Bartolomé I y Jerónimo II le acompañaron en este recorrido que siguió en el interior de una gran carpa.
Se vieron gestos de gran humanidad y ternura, como cuando el Papa se inclinó para recoger el biberón que se le había caído a una señora que cargaba su bebé. Algunos niños le entregaron dibujos y el Papa pidió a sus colaboradores que los llevaran sin doblarlos; y se escucharon palabras de ánimo.
Otro le pidió al Papa algo de recuerdo, como una estampita, y no faltaron personas que lloraron y le agradecieron. Un coro de niños le dedicó una canción.
Se sintió durante el recorrido el mensaje que el Papa había dado en un ‘tuit’ antes de partir: “Los refugiados no son números sino personas, con nombres, rostros e historias y deben ser tratados como tales”.
El Papa a los refugiados: “¡No pierdan la esperanza!”
En el campo de refugiados de Moria, que hospeda unas 2500 refugiados, después de los discursos del patriarca ecuménico de Constantinopla, Bartolomé I y del arzobispo de Atenas, Jerónimo II, el papa Francisco dirigió unas palabras a los refugiados allí presentes.
“No están solos”, les dijo el Santo padre y señaló que sabía cuales eran las situaciones que les obligaron a partir de sus tierras, así como del sacrificio que hacían por sus familias. Subrayó la generosidad de tantas personas griegas o que han venido de otros lugares para ayudarlos. Y les animó: “¡No pierdan la esperanza!”.
Texto del discurso del Papa
“Queridos amigos. He querido estar hoy con ustedes. Quiero decir que no están solos. En estas semanas y meses, han sufrido mucho en la búsqueda de una vida mejor. Muchos se han visto obligados a huir de situaciones de conflicto y persecución, sobre todo por el bien de los propios hijos, de los pequeños.
Han hecho grandes sacrificios por las propias familias. Conocen el sufrimiento de dejar todo lo que amam y, quizás lo más difícil, no saber qué depara el futuro. Son muchos los que aguardan en campos o ciudades, con la esperanza de construir una nueva vida en este Continente.
He venido aquí con mis hermanos, el patriarca Bartolomé y el arzobispo Hieronymos, sencillamente para estar con ustedes y escuchar vuestras historias. Hemos venido para atraer la atención del mundo ante esta grave crisis humanitaria y para implorar la solución de la misma.
Como hombres de fe, deseamos unir nuestras voces para hablar abiertamente en vuestro nombre. Esperamos que el mundo preste atención a estas situaciones de necesidad trágica y verdaderamente desesperadas, y responda de un modo digno de nuestra humanidad común.
Dios creó a la humanidad para ser una familia; cuando uno de nuestros hermanos y hermanas sufre, todos estamos afectados. Todos sabemos por experiencia con qué facilidad algunos ignoran los sufrimientos de los demás o, incluso, llegan a aprovecharse de su vulnerabilidad.
Pero también somos conscientes de que estas crisis pueden despertar lo mejor de nosotros. Lo han comprobado y con el pueblo griego, que ha respondido generosamente a vuestras necesidades a pesar de sus propias dificultades. También lo han visto en muchas personas, especialmente en los jóvenes provenientes de toda Europa y del mundo que han venido para ayudar. Sí, todavía queda mucho por hacer. Pero demos gracias a Dios porque nunca nos deja solos en nuestro sufrimiento. Siempre hay alguien que puede extender la mano para ayudarnos.
Este es el mensaje que quiero dejar hoy: ¡No pierdan la esperanza! El mayor don que nos podemos ofrecer es el amor: una mirada misericordiosa, la solicitud para escucharnos y entendernos, una palabra de aliento, una oración. Ojalá que puedan intercambiarse mutuamente este don. A nosotros, los cristianos, nos gusta contar el episodio del Buen Samaritano, un forastero que vio un hombre en necesidad e inmediatamente se detuvo para ayudarlo. Para nosotros, es una parábola sobre la misericordia de Dios, que se ofrece a todos, porque Dios es «todo misericordia».
Es también una llamada para mostrar esa misma misericordia a los necesitados. Ojalá que todos nuestros hermanos y hermanas en este Continente, como el Buen Samaritano, vengan a ayudaros con aquel espíritu de fraternidad, solidaridad y respeto por la dignidad humana, que los ha distinguido a lo largo de la historia.
Queridos amigos, que Dios les bendiga a todos y, de modo especial, a vuestros hijos, a los ancianos y a aquellos que sufren en el cuerpo y en el espíritu. Les abrazo a todos con afecto. Sobre ustedes y quienes les acompañan, invoco los dones divinos de fortaleza y paz”.
A continuación los tres líderes religiosos firmaron un documento.
Los tres líderes cristianos piden una respuesta a la crisis humanitaria
Durante el viaje apostólico a la isla griega de Lesbos, en el campo de refugiados de Moria, el papa Francisco firmó este sábado 16 de abril junto al patriarca Bartolomé I y del arzobispo de Atenas, Jerónimo II, un documento.
“Desde Lesbo hacemos un llamamiento a la comunidad internacional para que responda con coraje, afrontando esta enorme crisis humanitaria y las causas relacionadas, mediante iniciativas diplomáticas, políticas caritativas y a través de esfuerzos conjuntos, sea en Medio Oriente que en Europa” dice el documento.
Y añade: “Juntos imploramos solemnemente el final de la guerra y de la violencia en Oriente Medio, una paz justa y duradera y un retorno honroso de quienes fueron obligados a abandonar sus casas”.
Texto de la Declaración Conjunta
“Nosotros, el Papa Francisco, el Patriarca Ecuménico Bartolomé y el Arzobispo de Atenas y de Toda Grecia Ieronymos, nos hemos encontrado en la isla griega de Lesbos para manifestar nuestra profunda preocupación por la situación trágica de los numerosos refugiados, emigrantes y demandantes de asilo, que han llegado a Europa huyendo de situaciones de conflicto y, en muchos casos, de amenazas diarias a su supervivencia.
La opinión mundial no puede ignorar la colosal crisis humanitaria originada por la propagación de la violencia y del conflicto armado, por la persecución y el desplazamiento de minorías religiosas y étnicas, como también por despojar a familias de sus hogares, violando su dignidad humana, sus libertades y derechos humanos fundamentales.
La tragedia de la emigración y del desplazamiento forzado afecta a millones de personas, y es fundamentalmente una crisis humanitaria, que requiere una respuesta de solidaridad, compasión, generosidad y un inmediato compromiso efectivo de recursos.
Desde Lesbos, nosotros hacemos un llamamiento a la comunidad internacional para que responda con valentía, afrontando esta crisis humanitaria masiva y sus causas subyacentes, a través de iniciativas diplomáticas, políticas y de beneficencia, como también a través de esfuerzos coordinados entre Oriente Medio y Europa.
Como responsables de nuestras respectivas Iglesias, estamos unidos en el deseo por la paz y en la disposición para promover la resolución de los conflictos a través del dialogo y la reconciliación. Mientras reconocemos los esfuerzos que ya han sido realizados para ayudar y auxiliar a los refugiados, los emigrantes y a los que buscan asilo, pedimos a todos los líderes políticos que empleen todos los medios para asegurar que las personas y las comunidades, incluidos los cristianos, permanezcan en su patria y gocen del derecho fundamental de vivir en paz y seguridad.
Es necesario urgentemente un consenso internacional más amplio y un programa de asistencia para sostener el estado de derecho, para defender los derechos humanos fundamentales en esta situación que se ha hecho insostenible, para proteger las minorías, combatir la trata y el contrabando de personas, eliminar las rutas inseguras, como las que van a través del mar Egeo y de todo el Mediterráneo, y para impulsar procesos seguros de reasentamiento. De este modo podremos asistir a aquellas naciones que están involucradas directamente en auxiliar las necesidades de tantos hermanos y hermanas que sufren. Manifestamos particularmente nuestra solidaridad con el pueblo griego que, a pesar de sus propias dificultades económicas, ha respondido con generosidad a esta crisis.
Juntos imploramos firmemente por fin de la guerra y la violencia en Medio Oriente, una paz justa y duradera, así como el regreso digno de quienes fueron forzados a abandonar sus hogares. Pedimos a las comunidades religiosas que incrementen sus esfuerzos para recibir, asistir y proteger a los refugiados de todas las confesiones religiosas, y que los servicios de asistencia civil y religiosa trabajen para coordinar sus esfuerzos. Hasta que dure la situación de necesidad, pedimos a todos los países que extiendan el asilo temporal, ofrezcan el estado de refugiados a quienes son idóneos, incrementen las iniciativas de ayuda y trabajen con todos los hombres y mujeres de buena voluntad por un final rápido de los conflictos actuales.
Europa se enfrenta hoy a una de las más graves crisis humanitarias desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Para afrontar este desafío serio, hacemos un llamamiento a todos los discípulos de Cristo para que recuerden las palabras del Señor, con las que un día seremos juzgados: «Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme… Os aseguro que cada vez que lo hicisteis con uno de éstos, mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis» (Mt 25,35-36.40).
Por nuestra parte, siguiendo la voluntad de Nuestro Señor Jesucristo, decidimos con firmeza y con todo el corazón de intensificar nuestros esfuerzos para promover la unidad plena de todos los cristianos. Reiteramos nuestra convicción de que «la reconciliación (entre los cristianos) significa promover la justicia social en todos los pueblos y entre ellos… Juntos queremos contribuir a que los emigrantes, los refugiados y los demandantes de asilo se vean acogidos con dignidad en Europa» (Charta Oecumenica, 2001).
Deseamos cumplir la misión de servicio de las Iglesias en el mundo, defendiendo los derechos fundamentales de los refugiados, de los que buscan asilo político y los emigrantes, como también de muchos marginados de nuestra sociedad.
Nuestro encuentro de hoy se propone contribuir a infundir ánimo y dar esperanza a quien busca refugio y a todos aquellos que los reciben y asisten. Nosotros instamos a la comunidad internacional para que la protección de vidas humanas sea una prioridad y que, a todos los niveles, se apoyen políticas de inclusión, que se extiendan a todas las comunidades religiosas. La situación terrible de quienes sufren por la crisis humanitaria actual, incluyendo a muchos de nuestros hermanos y hermanas cristianos, nos pide nuestra oración constante.
Lesbos, 16 de abril de 2016
Ieronymos II
Francisco
Bartolomé
El Papa agradece a los griegos la solidaridad hacia los migrantes
El papa Francisco en el puerto de Lesbos, expresó su gratitud al pueblo griego por la solidaridad hacia los inmigrantes a pesar de las difícil situación económica que vive el país.
Recordó que Europa es la patria de los derechos humanos, y cualquiera que ponga pie en suelo europeo debería poder experimentarlo y lamentó que entre los migrantes entre ellos muchos niños, no hayan conseguido ni siquiera llegar, porque han perdido la vida en el mar, víctimas de un viaje inhumano y sometidos a las vejaciones de verdugos infames.
El Santo Padre pidió desarrollar políticas de gran alcance, acabar con el tráfico de armas. Y agradeció a quienes se hacen cargo de la ‘carne de Cristo’.
Texto completo de las palabras del papa Francisco
Autoridades Queridos hermanos y hermanas
Desde que Lesbos se ha convertido en un lugar de llegada para muchos emigrantes en busca de paz y dignidad, he tenido el deseo de venir aquí. Hoy, agradezco a Dios que me lo haya concedido. Y agradezco al Presidente Paulopoulos haberme invitado, junto al Patriarca Bartolomé y al Arzobispo Hieronymos.
Quisiera expresar mi admiración por el pueblo griego que, a pesar de las graves dificultades que tiene que afrontar, ha sabido mantener abierto su corazón y sus puertas. Muchas personas sencillas han ofrecido lo poco que tenían para compartirlo con los que carecían de todo. Dios recompensará esta generosidad, así como la de otras naciones vecinas, que desde el primer momento han acogido con gran disponibilidad a muchos emigrantes forzados.
Es también una bendición la presencia generosa de tantos voluntarios y de numerosas asociaciones, las cuales, junto con las distintas instituciones públicas, han llevado y están llevando su ayuda, manifestando de una manera concreta su fraterna cercanía.
Quisiera renovar hoy el vehemente llamamiento a la responsabilidad y a la solidaridad frente a una situación tan dramática. Muchos de los refugiados que se encuentran en esta isla y en otras partes de Grecia están viviendo en unas condiciones críticas, en un clima de ansiedad y de miedo, a veces de desesperación, por las dificultades materiales y la incertidumbre del futuro.
La preocupación de las instituciones y de la gente, tanto aquí en Grecia como en otros países de Europa, es comprensible y legítima. Sin embargo, no debemos olvidar que los emigrantes, antes que números son personas, son rostros, nombres, historias. Europa es la patria de los derechos humanos, y cualquiera que ponga pie en suelo europeo debería poder experimentarlo. Así será más consciente de deberlos a su vez respetar y defender. Por desgracia, algunos, entre ellos muchos niños, no han conseguido ni siquiera llegar: han perdido la vida en el mar, víctimas de un viaje inhumano y sometidos a las vejaciones de verdugos infames.
Los habitantes de Lesbos, demuestran que en estas tierras, cuna de la civilización, sigue latiendo el corazón de una humanidad que sabe reconocer por encima de todo al hermano y a la hermana, una humanidad que quiere construir puentes y rechaza la ilusión de levantar muros con el fin de sentirse más seguros. En efecto, las barreras crean división, en lugar de ayudar al verdadero progreso de los pueblos, y las divisiones, antes o después, provocan enfrentamientos.
Para ser realmente solidarios con quien se ve obligado a huir de su propia tierra, hay que esforzarse en eliminar las causas de esta dramática realidad: no basta con limitarse a salir al paso de la emergencia del momento, sino que hay que desarrollar políticas de gran alcance, no unilaterales. En primer lugar, es necesario construir la paz allí donde la guerra ha traído muerte y destrucción, e impedir que este cáncer se propague a otras partes.
Para ello, hay que oponerse firmemente a la proliferación y al tráfico de armas, y sus tramas a menudo ocultas; hay que dejar sin apoyos a todos los que conciben proyectos de odio y de violencia. Por el contrario, se debe promover sin descanso la colaboración entre los países, las organizaciones internacionales y las instituciones humanitarias, no aislando sino sosteniendo a los que afrontan la emergencia. En esta perspectiva, renuevo mi esperanza de que tenga éxito la primera Cumbre Humanitaria Mundial, que tendrá lugar en Estambul el próximo mes.
Todo esto sólo se puede hacer juntos: juntos se pueden y se deben buscar soluciones dignas del hombre a la compleja cuestión de los refugiados. Y para ello es también indispensable la aportación de las Iglesias y Comunidades religiosas. Mi presencia aquí, junto con el Patriarca Bartolomé y el Arzobispo Hieronymos, es un testimonio de nuestra voluntad de seguir cooperando para que este desafío crucial se convierta en una ocasión, no de confrontación, sino de crecimiento de la civilización del amor.
Queridos hermanos y hermanas, ante las tragedias que golpean a la humanidad, Dios no es indiferente, no está lejos. Él es nuestro Padre, que nos sostiene en la construcción del bien y en el rechazo al mal.
No sólo nos apoya, sino que, en Jesús, nos ha indicado el camino de la paz. Frente al mal del mundo, él se hizo nuestro servidor, y con su servicio de amor ha salvado al mundo. Esta es la verdadera fuerza que genera la paz.
Sólo el que sirve con amor construye la paz. El servicio nos hace salir de nosotros mismos para cuidar a los demás, no deja que las personas y las cosas se destruyan, sino que sabe protegerlas, superando la dura costra de la indiferencia que nubla la mente y el corazón.
Gracias porque se vuelven los custodios de la humanidad, porque se hacen cargo con ternura de la carne de Cristo, que sufre en el más pequeño de los hermanos, hambriento y forastero, y que han sido recibidos (cf. Mt 25,35)”.
Francisco, Bartolomé I y Jerónimo II rezan por las víctimas de la migración
Después de visitar el campo de refugiados Moria y de firmar la declaración de Lesbos, el papa Francisco acompañado por el patriarca ecuménico de Constantinopla, Bartolomé I y por el arzobispo de Atenas y de toda Grecia, Jerónimo II, se dirigieron al puerto de la isla de Lesbos para recordar a quienes murieron realizando los llamados ‘viajes de la esperanza’.
En el puerto distante ocho kilómetros del campo de Moria les esperaban muchos ciudadanos griegos, en particular los de la pequeña comunidad católica que vive en la isla.
El Santo Padre en sus palabras agradeció la solidaridad del pueblo griego hacia los inmigrantes y señaló que no basta limitarse a tomar medias de emergencia, sino que es necesario crear condiciones de paz, acabar con la guerra y el tráfico de armas.
A continuación se realizó una ceremonia en memoria de las víctimas de las migraciones. El patriarca Bartolomé, rezó primero pidiendo a Dios que proteja a la población. A continuación el papa Francisco lo hizo por los niños mujeres y hombres que murieron en la travesía, y pidió que no los olvidemos. Concluyó recordando que “somos todos migrantes viajadores de esperanza hacia Ti”.
Fue observado también un minuto de silencio durante los cuales niños llevaron a los tres líderes, las coronas de laurel que fueron lanzadas al mar.
La oración del Papa
Dios de Misericordia,
te pedimos por todos los hombres, mujeres y niños
que han muerto después de haber dejado su tierra,
buscando una vida mejor.
Aunque muchas de sus tumbas no tienen nombre,
para ti cada uno es conocido, amado y predilecto.
Que jamás los olvidemos,
sino que honremos su sacrificio con obras más que con palabras.
Te confiamos a quienes han realizado este viaje,
afrontando el miedo, la incertidumbre y la humillación,
para alcanzar un lugar de seguridad y de esperanza.
Así como tú no abandonaste a tu Hijo
cuando José y María lo llevaron a un lugar seguro,
muéstrate cercano a estos hijos tuyos
a través de nuestra ternura y protección.
Haz que, con nuestra atención hacia ellos,
promovamos un mundo en el que nadie se vea forzado a dejar su propia casa
y todos puedan vivir en libertad, dignidad y paz.
Dios de misericordia y Padre de todos,
despiértanos del sopor de la indiferencia,
abre nuestros ojos a sus sufrimientos
y líbranos de la insensibilidad, fruto del bienestar mundano
y del encerrarnos en nosotros mismos.
Ilumina a todos, a las naciones, comunidades y a cada uno de nosotros,
para que reconozcamos como nuestros hermanos y hermanas
a quienes llegan a nuestras costas.
Ayúdanos a compartir con ellos las bendiciones
que hemos recibido de tus manos y a reconocer que juntos,
como una única familia humana,
somos todos emigrantes, viajeros de esperanza hacia ti,
que eres nuestra verdadera casa,
allí donde toda lágrima será enjugada,
donde estaremos en la paz y seguros en tu abrazo.
El Papa concluye su viaje a Lesbos y regresa a Roma
El santo padre Francisco concluyó su viaje de cinco horas a la Isla griega de Lesbos, tras haber realizado junto al patriarca Bartolomé y al arzobispo de Atenas Jerónimo II, un llamado a la conciencia del mundo sobre el drama de las migraciones
La visita concluyó en el aeropuerto de Mytilene. Allí por pedido del alcalde de Lesbos, el Papa firmó el libro de los huéspedes de honor. Le siguió otro encuentro breve con el primer ministro Alexis Sipras y una pequeña ceremonia de despedida. El avión despegó a las 14,32.
Un viaje breve pero muy simbólico, con un objetivo humanitario, pero también ecuménico entorno al tema de la inmigración. Una visita apostólica que el Papa definió ‘triste’, porque se está enfrentando la crisis humanitaria más dramática desde la Segunda guerra mundial.
El director de la oficina de prensa de la Santa Sede, el padre Federico Lombardi, señaló que el Papa ha querido realizar un gesto de acogida hacia los refugiados, acompañando a Roma en el mismo avión en que viaja a tres familias de refugiados sirios, 12 personas en total, de los cuales 6 menores.
Se trata de personas que estaban en los campos de refugiados de Lesbos antes del acuerdo entre la Unión Europea y Turquía. Todos los miembros de las tres familias son musulmanes. Dos familias llegan desde Damasco, otra de Deir Azzor, zona ocupada por el ISIS. Sus casas fueron bombardeadas.
La iniciativa del Papa se realiza a través de la gestión de la Secretaría de Estado de la Santa Sede con las autoridades competentes, griegas e italianas. El portavoz explicó también que el alojamiento y mantenimiento de las tres familias estarán a cargo del Vaticano. En cambio la hospitalidad inicial será dada por la Comunidad San Egidio.
El vuelo llegó al aeropuerto romano de Ciampino a las 16, 45 hora local.