Francisco llega a Manila
El Papa elogia la fuerza heroica de los filipinos frente a los desastres naturales
Santa Misa en la Catedral de Manila
A las familias: Sed conscientes de vuestra llamada a ser discípulos misioneros de Jesús
Francisco llega a la isla que el tifón Yolanda devastó hace catorce meses
Francisco a los jóvenes de Filipinas: Sed íntegros y honestos, no tengáis miedo a amar
El Papa se reúne con el padre de la voluntaria que falleció en Tacloban
Misa de conclusión en Manila: El niño Jesús, el gran protector de Filipinas
Francisco regresa a Roma
Ciudad del Vaticano, 15 enero 2015 (VIS).-Esta mañana, a primera hora, el Papa dejó la nunciatura apostólica de Colombo para dirigirse en coche hasta el aeropuerto. De camino hizo una parada en la capilla dedicada a Nuestra Señora de Lanka del Instituto Cultural Benedicto XVI, en Bolawalana, para rezar en privado durante unos minutos. Allí fue recibido por el padre Mahamale Quintus Fernando, rector de dicho instituto y unos doscientos cincuenta trabajadores que colaboraron en 2011 en la construcción del centro. En el interior de la capilla le esperaban 10 padres jesuitas de la comunidad cercana del instituto, un coro y y algunos pescadores de la zona.
La capilla de Nuestra Señora de Lanka, se remonta a 1911 e inicialmente estaba dedicada a Nuestra Señora de Lourdes. Cuando comenzó la II Guerra Mundial, el cardenal Jean-Marie Masson O.M.I., arzobispo de Colombo, hizo una voto a la Virgen: Si el país no sufría los horrores de la guerra, construiría en el lugar de la capilla un santuario con el nombre de Nuesta Señora de Lanka. Las obras terminaron en 1974 y en febrero de ese mismo año se consagró con el título de Basílica Menor, concedido por Pablo VI. Por otro lado, el Instituto Cultural Benedicto XVI fue una iniciativa que comenzó el cardenal Malcolm Ranjith, arzobispo de Colombo en 2011, para colaborar con las autoridades y otras agencias del país en la reconstrucción de la nación tras los treinta años vividos de guerra civil.
Desde allí, Francisco, retomó su viaje hacia el aeropuerto donde le esperaban para despedirlo Maithripala Sirisena, Presidente de la República, algunas autoridades civiles y un grupo de fieles.
A las nueve, hora local, el avión del Papa despegaba de Colombo con dirección a la capital filipina. Tras seis oras y cuarto de viaje aterrizó en la Villamor Air Base de Manila donde fue recibido por los representantes de las autoridades religiosas y civiles, entre ellas el nuncio apostólico en ese país, el arzobispo Giuseppe Pinto, y el presidente del país Benigno Aquino III.
Nada más bajar del avión dos niños ofrecieron flores al Pontífice entre besos y abrazos, más de un centenar de adolescentes cantaban y bailaban al son de un »bienvenido Papa Francisco», y un grupo numeroso de niños más pequeños con vestidos blancos y lazos amarillos realizaron una alegre coreografía. Al salir de la base aérea, el Santo Padre se subió en un papamóvil descubierto y recorrió los nueve kilómetros que separan la base aérea de la nunciatura apostólica en Manila saludando a la multitud de fieles que encontraba a su paso.
Una vez en la nunciatura apostólica, Francisco cenó en privado y se retiró a descansar.
El Papa elogia la fuerza heroica de los filipinos frente a los desastres naturales
Ciudad del Vaticano, 16 enero 2015 (VIS).- A primera hora de la mañana, el Papa dejó la nunciatura apostólica en Manila y se desplazó al Palacio Presidencial.
Allí, Francisco firmó el libro de oro y se dirigió a la »Habitación de la Música», donde fue recibido por Benigno Simeon Conjuangco Aquino III, presidente de la República de Filipinas y su familia. Cuarenta y cinco minutos más tarde, en el Rizal Ceremonial Hall, el Papa encontró a las autoridades y a los miembros del Cuerpo diplomático a los que dirigió unas palabras.
»De manera particular, esta visita quiere expresar mi cercanía a nuestros hermanos y hermanas que tuvieron que soportar el sufrimiento, la pérdida de seres queridos y la devastación causada por el tifón Yolanda. Al igual que tantas personas en todo el mundo, he admirado la fuerza heroica, la fe y la resistencia demostrada por muchos filipinos frente a éste y otros desastres naturales. Esas virtudes, enraizadas en la esperanza y la solidaridad inculcadas por la fe cristiana, dieron lugar a una manifestación de bondad y generosidad, sobre todo por parte de muchos jóvenes. En esos momentos de crisis nacional, un gran número de personas acudieron en ayuda de sus vecinos necesitados. Con gran sacrificio, dieron su tiempo y recursos, creando redes de ayuda mutua y trabajando por el bien común.
Este ejemplo de solidaridad en el trabajo de reconstrucción nos enseña una lección importante. Al igual que una familia, toda sociedad echa mano de sus recursos más profundos para hacer frente a los nuevos desafíos. En la actualidad, Filipinas, junto con muchos otros países de Asia, se enfrenta al reto de construir sobre bases sólidas una sociedad moderna, una sociedad respetuosa de los auténticos valores humanos, que tutele nuestra dignidad y los derechos humanos dados por Dios, y lista para enfrentar las nuevas y complejas cuestiones políticas y éticas. Como muchas voces en vuestro país han señalado, es más necesario ahora que nunca que los líderes políticos se distingan por su honestidad, integridad y compromiso con el bien común. De esta manera ayudarán a preservar los abundantes recursos naturales y humanos con que Dios ha bendecido este país. Y así serán capaces de gestionar los recursos morales necesarios para hacer frente a las exigencias del presente, y transmitir a las generaciones venideras una sociedad de auténtica justicia, solidaridad y paz.
Para el logro de estos objetivos nacionales es esencial el imperativo moral de garantizar la justicia social y el respeto por la dignidad humana. La gran tradición bíblica prescribe a todos los pueblos el deber de escuchar la voz de los pobres y de romper las cadenas de la injusticia y la opresión que dan lugar a flagrantes e incluso escandolosas desigualdades sociales. La reforma de las estructuras sociales que perpetúan la pobreza y la exclusión de los pobres requiere en primer lugar la conversión de la mente y el corazón. Los Obispos de Filipinas han pedido que este año sea proclamado el «Año de los Pobres». Espero que esta profética convocatoria haga que en todos los ámbitos de la sociedad se rechace cualquier forma de corrupción que sustrae recursos a los pobres. Que impulse también un esfuerzo concertado para garantizar la inclusión de todo hombre, mujer y niño en la vida de la comunidad.
La familia, y sobre todo los jóvenes, desempeñan un papel fundamental en la renovación de la sociedad. Un momento destacado de mi visita será el encuentro con las familias y los jóvenes, aquí en Manila. Las familias tienen una misión indispensable en la sociedad. Es en la familia donde los niños aprenden valores sólidos, altos ideales y sincera preocupación por los demás. Pero al igual que todos los dones de Dios, la familia también puede ser desfigurada y destruida. Necesita nuestro apoyo. Sabemos lo difícil que es hoy para nuestras democracias preservar y defender valores humanos básicos como el respeto a la dignidad inviolable de toda persona humana, el respeto de los derechos de conciencia y de libertad religiosa, así como el derecho inalienable a la vida, desde la de los no nacidos hasta la de los ancianos y enfermos. Por esta razón, hay que ayudar y alentar a las familias y las comunidades locales en su tarea de transmitir a nuestros jóvenes los valores y la visión que permita lograr una cultura de la integridad: aquella que promueve la bondad, la veracidad, la fidelidad y la solidaridad como base firme y aglutinante moral para mantener unida a la sociedad.
Señor Presidente, distinguidas autoridades, queridos amigos:
Al comenzar mi visita a este país, no puedo dejar de mencionar el papel importante de Filipinas para fomentar el entendimiento y la cooperación entre los países de Asia, así como la contribución eficaz, y a menudo no reconocida, de los filipinos de la diáspora a la vida y el bienestar de las sociedades en las que viven. A la luz de la rica herencia cultural y religiosa, que enorgullece a su país, les dejo un desafío y una palabra de aliento. Que los valores espirituales más profundos del pueblo filipino sigan manifestándose en sus esfuerzos por proporcionar a sus conciudadanos un desarrollo humano integral. De esta forma, toda persona será capaz de realizar sus potencialidades, y así contribuir de manera sabia y eficaz al futuro de este país. Espero que las meritorias iniciativas para promover el diálogo y la cooperación entre los fieles de distintas religiones consigan su noble objetivo. De modo particular, confío en que el progreso que ha supuesto la consecución de la paz en el sur del País promueva soluciones justas que respeten los principios fundantes de la nación y los derechos inalienables de todos, incluidas las poblaciones indígenas y las minorías religiosas. ».
Al finalizar, Francisco se dirigió en coche hacia la Catedral de Manila.
Francisco celebra la santa Misa en la Catedral de Manila
Ciudad del Vaticano, 16 enero 2015 (VIS).-El santo Padre recorrió en coche los cinco kilómetros que separan el Palacio Presidencial y la Catedral de Manila y poco antes de las once de la mañana, hora local, llegaba al recinto donde le esperaban un centenar de fieles. La Catedral de Manila, dedicada a Nuestra Señora de la Inmaculada Concepción, es considerada »la madre de todas las iglesias de Filipinas». El edificio actual, que se remonta a los años cincuenta con el título de Basílica menor concedido por san Juan Pablo II, ha sido reconstruido ocho veces desde su construcción inicial en 1581 al ser destruido por un tifón, un incendio, varios terremotos y por los bombardeos durante la II Guerra Mundial. El coste total de los trabajos de reconstrucción se han obtenido gracias a las donaciones privadas de grandes empresas y de los fieles. Cerrada al culto desde 2012, se reabrió en abril de 2014 con una solemne celebración presidida por el cardenal Luis Antonio G. Tagle, arzobispo de Manila, y a la que acudieron los altos cargos del Estado incluido el Presidente de la República. Benigno Aquino III.
El Papa concelebró la santa Misa con los obispos de Filipinas ante la presencia de sacerdotes, religiosos, religiosas y seminaristas de país. Esta fue la homilía que pronunció:
»¿Me amas?… Apacienta mis ovejas». Las palabras de Jesús a Pedro en el Evangelio de hoy son las primeras que os dirijo, queridos hermanos obispos y sacerdotes, religiosos y religiosas, seminaristas y jóvenes. Estas palabras nos recuerdan algo esencial. Todo ministerio pastoral nace del amor… nace del amor. La vida consagrada es un signo del amor reconciliador de Cristo. Al igual que santa Teresa de Lisieux, cada uno de nosotros, en la diversidad de nuestras vocaciones, está llamado de alguna manera a ser el amor en el corazón de la Iglesia.
Os saludo a todos con gran afecto. Y os pido que hagáis llegar mi afecto a todos vuestros hermanos y hermanas ancianos y enfermos, y a todos aquellos que no han podido estar aquí con nosotros hoy. Ahora que la Iglesia en Filipinas mira hacia el quinto centenario de su evangelización, sentimos gratitud por el legado que han dejado tantos obispos, sacerdotes y religiosos de generaciones pasadas. Ellos trabajaron, no sólo para predicar el Evangelio y edificar la Iglesia en este país, sino también para forjar una sociedad animada por el mensaje del Evangelio de la caridad, el perdón y la solidaridad al servicio del bien común. Hoy vosotros continuáis esa obra de amor. Como ellos, estáis llamados a construir puentes, a apacentar las ovejas de Cristo, y preparar caminos nuevos para el Evangelio en Asia, en los albores de una nueva era.
»El amor de Cristo nos apremia». En la primera lectura de hoy, san Pablo nos dice que el amor que estamos llamados a proclamar es un amor reconciliador, que brota del corazón del Salvador crucificado. Estamos llamados a ser »embajadores de Cristo». El nuestro es un ministerio de reconciliación. Proclamamos la Buena Nueva del amor infinito, de la misericordia y de la compasión de Dios. Proclamamos la alegría del Evangelio. Pues el Evangelio es la promesa de la gracia de Dios, la única que puede traer la plenitud y la salvación a nuestro mundo quebrantado. Es capaz de inspirar la construcción de un orden social verdaderamente justo y redimido.
Ser embajador de Cristo significa, en primer lugar, invitar a todos a un renovado encuentro personal con el Señor Jesús, nuestro encuentro personal con él. Esta invitación debe estar en el centro de vuestra conmemoración de la evangelización de Filipinas. Pero el Evangelio es también una llamada a la conversión, a examinar nuestra conciencia, como personas y como pueblo. Como los obispos de Filipinas han enseñado justamente, la Iglesia está llamada a reconocer y combatir las causas de la desigualdad y la injusticia, profundamente arraigadas, que deforman el rostro de la sociedad filipina, contradiciendo claramente las enseñanzas de Cristo. El Evangelio llama a cada cristiano a vivir una vida de honestidad, integridad e interés por el bien común. Pero también llama a las comunidades cristianas a crear »ambientes de integridad», redes de solidaridad que se extienden hasta abrazar y transformar la sociedad mediante su testimonio profético.
Los pobres. Los pobres están en el centro del Evangelio, son el corazón del Evangelio: si quitamos a los pobres del Evangelio no se comprenderá el mensaje completo de Jesucristo. Como embajadores de Cristo, nosotros, obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas, debemos ser los primeros en acoger en nuestros corazones su gracia reconciliadora. San Pablo explica con claridad lo que esto significa: rechazar perspectivas mundanas y ver todas las cosas de nuevo a la luz de Cristo; ser los primeros en examinar nuestras conciencias, reconocer nuestras faltas y pecados, y recorrer el camino de una conversión constante, de una conversión cotidiana. ¿Cómo podemos proclamar a los demás la novedad y el poder liberador de la Cruz, si nosotros mismos no dejamos que la Palabra de Dios sacuda nuestra complacencia, nuestro miedo al cambio, nuestros pequeños compromisos con los modos de este mundo, nuestra »mundanidad espiritual»?
Para nosotros, sacerdotes y personas consagradas, la conversión a la novedad del Evangelio implica un encuentro diario con el Señor en la oración. Los santos nos enseñan que ésta es la fuente de todo celo apostólico. Para los religiosos, vivir la novedad del Evangelio significa también encontrar una y otra vez en la vida comunitaria y en los apostolados de la comunidad el incentivo de una unión cada vez más estrecha con el Señor en la caridad perfecta. Para todos nosotros, significa vivir de modo que se refleje en nuestras vidas la pobreza de Cristo, cuya existencia entera se centró en hacer la voluntad del Padre y en servir a los demás. Naturalmente, el gran peligro es el materialismo que puede deslizarse en nuestras vidas y comprometer el testimonio que ofrecemos. Sólo si somos pobres, sólo si somos pobres nosotros mismos, y eliminamos nuestra complacencia, seremos capaces de identificarnos con los últimos de nuestros hermanos y hermanas. Veremos las cosas desde una perspectiva nueva, y así responderemos con con honestidad e integridad al desafío de anunciar la radicalidad del Evangelio en una sociedad acostumbrada a la exclusión social, a la polarización y a la desigualdad escandalosa.
Quisiera decir unas palabras especialmente a los jóvenes sacerdotes, religiosos y seminaristas, aquí presentes. Os pido que compartáis la alegría y el entusiasmo de vuestro amor a Cristo y a la Iglesia con todos, y especialmente con los de vuestra edad. Que estéis cerca de los jóvenes, que pueden estar confundidos y desanimados, pero que siguen viendo a la Iglesia como compañera en el camino y fuente de esperanza. Estar cerca de aquellos que, viviendo en medio de una sociedad abrumada por la pobreza y la corrupción, están abatidos, tentados de darse por vencidos, de abandonar los estudios y vivir en la calle. Proclamar la belleza y la verdad del mensaje cristiano a una sociedad que está tentada por una visión confusa de la sexualidad, el matrimonio y la familia. Como sabéis, estas realidades sufren cada vez más el ataque de fuerzas poderosas que amenazan con desfigurar el plan de Dios sobre la creación y traicionan los verdaderos valores que han inspirado y plasmado todo lo mejor de vuestra cultura.
La cultura filipina, en efecto, ha sido modelada por la creatividad de la fe. Los filipinos son conocidos en todas partes por su amor a Dios, su ferviente piedad y su cálida devoción a Nuestra Señora y el rosario. Este gran patrimonio contiene un gran potencial misionero. Es la forma en la que vuestro pueblo ha inculturado el Evangelio y sigue viviendo su mensaje. En vuestros trabajos para preparar el quinto centenario, construid sobre esta sólida base.
Cristo murió por todos para que, muertos en él, ya no vivamos para nosotros mismos, sino para él. Queridos hermanos obispos, sacerdotes y religiosos: pido a María, Madre de la Iglesia, que os conceda un celo desbordante que os lleve a gastaros con generosidad en el servicio de nuestros hermanos y hermanas. Que de esta manera, el amor reconciliador de Cristo penetre cada vez más profundamente en el tejido de la sociedad filipina y, a través de él, hasta los confines de la tierra. Amén».
Concluida la celebración eucarística, y antes de regresar a la nunciatura apostólica para almorzar y reposar unas horas, Francisco se ha desplazado a una casa de la Fundación Tulay ng Kabataan (TNK Foundation), situada en las proximidades de la Catedral, que acoge a niños de la calle. Allí ha encontrado durante veinte minutos a más de trescientos veinte críos que con cantos, abrazos, pequeños regalos y fotos han conmovido al Santo Padre.
A las familias: Sed conscientes de vuestra llamada a ser discípulos misioneros de Jesús
Ciudad del Vaticano, 16 enero 2015 (VIS).-Por la tarde, sobre las 17.00 hora local, el Papa se ha desplazado hasta el »Mall of Asia Arena» para llevar a cabo el encuentro con las familias, la tercera etapa en la capital filipina. Ha recorrido seis kilómetros, esta vez utilizando el papamóvil que le ha permitido ir saludando a la multitud de fieles que encontraba por el camino. El »Mall of Asia Arena» es el Palacio del deporte cubierto de la ciudad. Inaugurado en 2012 y con una capacidad para veinte mil personas, pertenece a la cadena de centros comerciales SM que ha retransmitido en directo el encuentro del Papa con las familias en todas las salas de cine que posee. Los cantos, testimonios, lecturas y ofrenda de flores al Santo Padre han sido los momentos culminantes del encuentro en el que Francisco ha dirigido unas palabras a los presentes.
»Estimadas familias, queridos amigos en Cristo:
Muchas gracias por vuestra presencia aquí esta noche y por el testimonio de vuestro amor a Jesús y a su Iglesia. Agradezco a monseñor Reyes, Presidente de la Comisión Episcopal de Familia y Vida, sus palabras de bienvenida. Y, de una manera especial, doy las gracias a los que han presentado sus testimonios y han compartido su vida de fe con nosotros.
Las Escrituras rara vez hablan de san José, pero cuando lo hacen, a menudo lo encuentran descansando, mientras un ángel le revela la voluntad de Dios en sueños. En el pasaje del Evangelio que acabamos de escuchar, nos encontramos con José que descansa no una vez sino dos veces. Esta noche me gustaría descansar en el Señor con todos vosotros, y reflexionar sobre el don de la familia.
A José le fue revelada la voluntad de Dios durante el descanso. En este momento de descanso en el Señor, cuando nos detenemos de nuestras muchas obligaciones y actividades diarias, Dios también nos habla. Él nos habla en la lectura que acabamos de escuchar, en nuestra oración y testimonio, y en el silencio de nuestro corazón. Reflexionemos sobre lo que el Señor nos quiere decir, especialmente en el Evangelio de esta tarde. Hay tres aspectos de este pasaje que me gustaría que considerásemos: descansar en el Señor, levantarse con Jesús y María, y ser una voz profética.
Descansar en el Señor. El descanso es necesario para la salud de nuestras mentes y cuerpos, aunque a menudo es muy difícil de lograr debido a las numerosas obligaciones que recaen sobre nosotros. Pero el descanso es también esencial para nuestra salud espiritual, para que podamos escuchar la voz de Dios y entender lo que él nos pide. José fue elegido por Dios para ser el padre putativo de Jesús y el esposo de María. Como cristianos, también vosotros estáis llamados, al igual que José, a construir un hogar para Jesús. Le preparáis un hogar en vuestros corazones, vuestras familias, vuestras parroquias y comunidades.
Para oír y aceptar la llamada de Dios, y preparar una casa para Jesús, debéis ser capaces de descansar en el Señor. Debéis dedicar tiempo cada día a la oración. Es posible que me digáis: Santo Padre, yo quiero orar, pero tengo mucho trabajo. Tengo que cuidar de mis hijos; además están las tareas del hogar; estoy muy cansado incluso para dormir bien. Y seguramente es así, pero si no oramos, no conoceremos la cosa más importante de todas: la voluntad de Dios sobre nosotros. Y a pesar de toda nuestra actividad y ajetreo, sin la oración, lograremos muy poco.
Descansar en la oración es especialmente importante para las familias. Donde primero aprendemos a orar es en la familia. Allí conseguimos conocer a Dios, crecer como hombres y mujeres de fe, vernos como miembros de la gran familia de Dios, la Iglesia. En la familia aprendemos a amar, a perdonar, a ser generosos y abiertos, no cerrados y egoístas. Aprendemos a ir más allá de nuestras propias necesidades, para encontrar a los demás y compartir nuestras vidas con ellos. Por eso es tan importante rezar en familia. Por eso las familias son tan importantes en el plan de Dios sobre la Iglesia.
Crecer con Jesús y María. Esos momentos preciosos de reposo, de descanso con el Señor en la oración, son momentos que quisiéramos tal vez prolongar. Pero, al igual que san José, una vez que hemos oído la voz de Dios, debemos despertar, levantarnos y actuar. La fe no nos aleja del mundo, sino que nos introduce más profundamente en él. Cada uno de nosotros tiene un papel especial que desempeñar en la preparación de la venida del reino de Dios a nuestro mundo.
Del mismo modo que el don de la sagrada Familia fue confiado a san José, así a nosotros se nos ha confiado el don de la familia y su lugar en el plan de Dios. El ángel del Señor le reveló a José los peligros que amenazaban a Jesús y María, obligándolos a huir a Egipto y luego a instalarse en Nazaret. Así también, en nuestro tiempo, Dios nos llama a reconocer los peligros que amenazan a nuestras familias para protegerlas de cualquier daño.
Las dificultades que hoy pesan sobre la vida familiar son muchas. Aquí, en las Filipinas, multitud de familias siguen sufriendo los efectos de los desastres naturales. La situación económica ha provocado la separación de las familias a causa de la migración y la búsqueda de empleo, y los problemas financieros gravan sobre muchos hogares. Si, por un lado, demasiadas personas viven en pobreza extrema, otras, en cambio, están atrapadas por el materialismo y un estilo de vida que destruye la vida familiar y las más elementales exigencias de la moral cristiana. La familia se ve también amenazada por el creciente intento, por parte de algunos, de redefinir la institución misma del matrimonio, guiados por el relativismo, la cultura de lo efímero, la falta de apertura a la vida.
Nuestro mundo necesita familias buenas y fuertes para superar estos peligros. Filipinas necesita familias santas y unidas para proteger la belleza y la verdad de la familia en el plan de Dios y para que sean un apoyo y ejemplo para otras familias. Toda amenaza para la familia es una amenaza para la propia sociedad. Como afirmaba a menudo san Juan Pablo II, el futuro de la humanidad pasa por la familia. Así pues, ¡proteged vuestras familias! Ved en ellas el mayor tesoro de vuestro país y sustentarlas siempre con la oración y la gracia de los sacramentos. Las familias siempre tendrán dificultades, así que no le añadáis otras. Más bien, sed ejemplo vivo de amor, de perdón y atención. Sed santuarios de respeto a la vida, proclamando la sacralidad de toda vida humana desde su concepción hasta la muerte natural. ¡Qué don para la sociedad si cada familia cristiana viviera plenamente su noble vocación! Levantaos con Jesús y María, y seguid el camino que el Señor traza para cada uno de vosotros.
Por último, el Evangelio que hemos escuchado nos recuerda nuestro deber cristiano de ser voces proféticas en medio de nuestra sociedad. José escuchó al ángel del Señor, y respondió a la llamada de Dios a cuidar de Jesús y María. De esta manera, cumplió su papel en el plan de Dios, y llegó a ser una bendición no sólo para la sagrada Familia, sino para toda la humanidad. Con María, José sirvió de modelo para el niño Jesús, mientras crecía en sabiduría, edad y gracia. Cuando las familias tienen hijos, los forman en la fe y en sanos valores, y les enseñan a colaborar en la sociedad, se convierten en una bendición para nuestro mundo. El amor de Dios se hace presente y operante a través de nuestro amor y de las buenas obras que hacemos. Extendemos el reino de Cristo en este mundo. Y al hacer esto, somos fieles a la misión profética que hemos recibido en el bautismo.
Durante este año, que vuestros obispos han establecido como el Año de los Pobres, os pediría, como familias, que fuerais especialmente conscientes de vuestra llamada a ser discípulos misioneros de Jesús. Esto significa estar dispuestos a salir de vuestras casas y atender a nuestros hermanos y hermanas más necesitados. Os pido además que os preocupéis de aquellos que no tienen familia, en particular de los ancianos y niños sin padres. No dejéis que se sientan nunca aislados, solos y abandonados; ayudadlos para que sepan que Dios no los olvida. Incluso si vosotros mismos sufrís la pobreza material, tenéis una abundancia de dones cuando dais a Cristo y a la comunidad de su Iglesia. No escondáis vuestra fe, no escondáis a Jesús, llevadlo al mundo y dad el testimonio de vuestra vida familiar.
Queridos amigos en Cristo, sabed que yo rezo siempre por vosotros. Rezo para que el Señor siga haciendo más profundo vuestro amor por él, y que este amor se manifieste en vuestro amor por los demás y por la Iglesia. No dejéis de rezar a menudo y que vuestra oración dé frutos en todo el mundo, de modo que todos conozcan a Jesucristo y su amor misericordioso. Por favor, rezad también por mí, porque necesito verdaderamente vuestras oraciones y siempre cuento con ellas».
Al término del encuentro, el Papa ha regresado en coche a la nunciatura apostólica en Manila. Una vez allí, Francisco cenó en privado y se retiró a descansar.
Francisco en la isla que el tifón Yolanda devastó hace catorce meses
Ciudad del Vaticano, 17(VIS).- En su segundo día en Filipinas, el Papa dejó a primera hora de esta mañana la nunciatura apostólica en Manila y en coche se trasladó hasta la Villamor Air Base para dirigirse a Tacloban, en la isla de Leyte. El avión papal ha despegado cuarenta y cinco minutos antes de la hora prevista para anticipar su visita, a causa de una tormenta tropical que se estaba acercando a la costa. Hace catorce meses, un 8 de noviembre de 2013 por la mañana, esta zona fue arrasada por el tifón Yolanda que dejó a su paso más de diez mil muertos y devastó todas las estructuras incluido el aeropuerto de la ciudad en el que hoy aterrizó Francisco.
Tras una informal bienvenida del arzobispo John F. Du, de Palo y los alcaldes de Tocloban y Palo, el Papa se desplazó 600 metros en papamóvil hasta una pequeña explanada, con capacidad para quinientas mil personas, y donde se llevó a cabo la celebración eucarística a pesar del fuerte viento y la lluvia.
Francisco improvisó la homilía que pronunció en español.
»En la primera Lectura, escuchamos que se dice que tenemos un gran sacerdote que es capaz de compadecerse de nuestras debilidades, que fue probado en todo como nosotros, excepto en el pecado. Jesús es como nosotros. Jesús vivió como nosotros.
Es igual a nosotros en todo. En todo, menos en el pecado, porque Él no era pecador. Pero para ser más igual a nosotros se vistió, asumió nuestros pecados. ¡Se hizo pecado! Y eso lo dice Pablo, que lo conocía muy bien. Y Jesús va delante nuestro siempre, y cuando nosotros pasamos por alguna cruz, Él ya pasó primero.
Y, si hoy todos nosotros nos reunimos aquí, 14 meses después que pasó el tifón Yolanda, es porque tenemos la seguridad de que no nos vamos a frustrar en la fe, porque Jesús pasó primero. En su pasión, Él asumió todos nuestros dolores y, – permítanme esta confidencia – cuando yo vi desde Roma esta catástrofe, sentí que tenía que estar aquí. Ese día, esos días, decidí hacer el viaje aquí. Quise venir para estar con ustedes. Un poco tarde, me dirán; es verdad, pero estoy.
Estoy para decirles que Jesús es el Señor, que Jesús no defrauda. Padre, – me puede decir uno de ustedes –, a mí me defraudó, porque perdí mi casa, perdí lo que tenía, estoy enfermo. Es verdad eso que me decís y yo respeto tus sentimientos; pero lo miro ahí clavado y desde ahí no nos defrauda. Él fue consagrado Señor en ese trono y ahí pasó por todas las calamidades que nosotros tenemos. ¡Jesús es el Señor! Y es Señor desde la cruz; ahí reinó. Por eso, Él es capaz de entendernos, como escuchamos en la primera Lectura: Se hizo en todo igual a nosotros. Por eso tenemos un Señor que es capaz de llorar con nosotros, que es capaz de acompañarnos en los momentos más difíciles de la vida.
Tantos de ustedes han perdido todo. Yo no sé qué decirles. ¡Él sí sabe qué decirles! Tantos de ustedes han perdido parte de la familia. Solamente guardo silencio, los acompaño con mi corazón en silencio… Tantos de ustedes se han preguntado mirando a Cristo: ¿Por qué, Señor? Y, a cada uno, el Señor responde en el corazón, desde su corazón. Yo no tengo otras palabras que decirles. Miremos a Cristo: Él es el Señor, y Él nos comprende porque pasó por todas las pruebas que nos sobrevienen a nosotros.
Y junto a Él en la cruz estaba la Madre. Nosotros somos como ese chico que está allí abajo, que en los momentos de dolor, de pena, en los momentos que no entendemos nada, en los momentos que queremos rebelarnos, solamente nos viene tirar la mano y agarrarnos de su pollera, y decirle: “¡Mamá!”, como un chico que, cuando tiene miedo, dice: “¡Mamá!”. Es quizás la única palabra que puede expresar lo que sentimos en los momentos oscuros: ¡Madre!, ¡Mamá!
Hagamos juntos un momento de silencio, miremos al Señor. Él puede comprendernos porque pasó por todas las cosas. Y miremos a nuestra Madre y, como el chico que está abajo, agarrémonos de la pollera y con el corazón digámosle: “Madre”. En silencio, hagamos esta oración, cada uno dígale lo que siente…
No estamos solos, tenemos una Madre, tenemos a Jesús, nuestro hermano mayor. No estamos solos. Y también tenemos muchos hermanos que, en el momento de catástrofe, vinieron a ayudarnos. Y también nosotros nos sentimos más hermanos… que nos hemos ayudado unos a otros.
Esto es lo único que me sale decirles. Perdónenme si no tengo otras palabras. Pero tengan la seguridad de que Jesús no defrauda; tengan la seguridad que el amor y la ternura de nuestra Madre no defrauda. Y, agarrados a ella como hijos y con la fuerza que nos da Jesús nuestro hermano mayor, sigamos adelante. Y como hermanos, caminemos. Gracias».
Al finalizar la celebración eucarística, el Papa tuvo que anticipar su partida de la isla tres horas antes de lo previsto a causa del mal tiempo y de la amenaza de un tifón con fuerza dos. Visitó una casa de pescadores devastada por el tifón de 2013 y rápidamente se desplazó a la residencia arzobispal que se encuentra en una colina. Antes, bendijo una casa financiada por »Cor Unum» para ancianos y huérfanos que se está construyendo en la ladera cercana a dicha colina. Comió rápidamente con 30 familiares de victimas del tifón Yolanda entre los que se encontraba algún seminarista, y velozmente se dirigió al Pope Francis Center for the Poor (Centro Papa Francisco para los pobres), y aunque no tuvo tiempo de entrar, bendijo las instalaciones desde el papamóvil. Desde allí, el Santo Padre se dirigió directamente a la Catedral de Palo en donde estaba previsto el encuentro con los obispos, sacerdotes, religiosos, religiosas, seminaristas y familias de los sobrevivientes del tifón, a quienes explicó que a causa de las condiciones meteorológicas adversas no podía quedarse para celebrar el encuentro.
‘Tenemos apenas el tiempo para llegar al avión, porque las previsiones dicen que el tiempo empeorará. Les pido disculpas por esto, me da pena, porque tenía escrito algunas cosas que quería decirles. Dejamos todo en manos de la Virgen, porque me tengo que ir».
Seguidamente se desplazó hasta el aeropuerto, siempre en papamóvil para poder saludar al máximo de personas posibles. Finalmente, el avión papal despegó hacia Manila y aterrizó en la Villamor Air Base a las 15 hora local. Desde allí el Papa se dirigió hacia la nunciatura apostólica saludando por el camino a los fieles que esperaban su regreso.
A los jóvenes de Filipinas: Sed íntegros y honestos, no tengáis miedo a amar
Ciudad del Vaticano, 18 enero 2015 (VIS).-Seis kilómetros recorrió el Papa esta mañana en coche para llegar a la Pontificia y Real Universidad Santo Tomás donde encontró a los líderes de las principales confesiones religiosas del país. La Universidad Santo Tomás, dirigida por los padres Dominicos, es el Ateneo más grande y antiguo de Asia. En él estudian unos cuarenta mil universitarios. Recientemente ha celebrado su 400 aniversario de fundación y goza del patrocinio de la Corona española desde 1680.
Al llegar, el Papa fue recibido por el canciller y el rector de la Universidad y saludó a los líderes religiosos. Poco después, se subió al papamóvil y recorrió los alrededores del Campus para saludar a los diez mil estudiantes que le esperaban. Desde allí se desplazó al campo deportivo, que tiene una capacidad para treinta mil personas, y encontró a una multitud de jóvenes a los que dirigió unas palabras espontaneas en español respondiendo a varias preguntas que le hicieron sobre ¿por qué sufren los niños?, ¿cómo se vive el verdadero amor? y ¿cómo contribuir profesionalmente a la compasión y a la misericordia sin caer en el materialismo?.
Antes, Francisco dedicó unos minutos para compartir con los presentes la triste noticia, sucedida ayer en Tacloban, del fallecimiento de la joven voluntaria Cristal. »Tenía 27 años, -dijo- era joven como vosotros y trabajaba para una asociación… Quisiera que todos nosotros juntos recemos en silencio un minuto y después invoquemos a nuestra Madre del cielo… oremos también por sus padres».
Seguidamente, publicamos el texto inicial.
«Queridos jóvenes amigos:
Me alegro de estar con vosotros esta mañana. Mi saludo afectuoso a cada uno, y mi agradecimiento a todos los que han hecho posible este encuentro. En mi visita a Filipinas, he querido reunirme especialmente con vosotros los jóvenes, para escucharos y hablar con vosotros. Quiero transmitiros el amor y las esperanzas que la Iglesia tiene puestas en vosotros. Y quiero animaros, como cristianos ciudadanos de este país, a que os entreguéis con pasión y sinceridad a la gran tarea de la renovación de vuestra sociedad y ayudéis a construir un mundo mejor.
Doy las gracias de modo especial a los jóvenes que me han dirigido las palabras de bienvenida. Hablando en nombre de todos, han expresado con claridad vuestras inquietudes y preocupaciones, vuestra fe y vuestras esperanzas. Han hablado de las dificultades y las expectativas de los jóvenes. Aunque no puedo responder detalladamente a cada una de estas cuestiones, sé que, junto con vuestros pastores, las consideraréis atentamente y haréis propuestas concretas de acción para vuestras vidas.
Me gustaría sugerir tres áreas clave en las que podéis hacer una importante contribución a la vida de vuestro país. En primer lugar, el desafío de la integridad. La palabra »desafío» puede entenderse de dos maneras. En primer lugar, puede entenderse negativamente, como la tentación de actuar en contra de vuestras convicciones morales, de lo que sabéis que es verdad, bueno y justo. Nuestra integridad puede ser amenazada por intereses egoístas, la codicia, la falta de honradez, o el deseo de utilizar a los demás.
La palabra »desafío» puede entenderse también en un sentido positivo. Se puede ver como una invitación a ser valientes, una llamada a dar testimonio profético de aquello en lo que crees y consideras sagrado. En este sentido, el reto de la integridad es algo a lo que tenéis que enfrentaros ahora, en este momento de vuestras vidas. No es algo que podáis diferir para cuando seáis mayores y tengáis más responsabilidades. También ahora tenéis el desafío de actuar con honestidad y equidad en vuestro trato con los demás, sean jóvenes o ancianos. ¡No huyáis de este desafío! Uno de los mayores desafíos a los que se enfrentan los jóvenes es el de aprender a amar. Amar significa asumir un riesgo: el riesgo del rechazo, el riesgo de que se aprovechen de ti, o peor aún, de aprovecharse del otro. ¡No tengáis miedo de amar! Pero también en el amor mantened vuestra integridad. También en esto sed honestos y justos.
En la lectura que acabamos de escuchar, Pablo dice a Timoteo: »Que nadie te menosprecie por tu juventud; sé, en cambio, un modelo para los creyentes en la palabra, la conducta, el amor, la fe y la pureza». Estáis, pues, llamados a dar un buen ejemplo, un ejemplo de integridad. Naturalmente, al actuar así sufriréis la oposición, el rechazo, el desaliento, y hasta el ridículo. Pero vosotros habéis recibido un don que os permite estar por encima de esas dificultades. Es el don del Espíritu Santo. Si alimentáis este don con la oración diaria y sacáis fuerzas de vuestra participación en la Eucaristía, seréis capaces de alcanzar la grandeza moral a la que Jesús os llama. También seréis un punto de referencia para aquellos amigos vuestros que están luchando. Pienso especialmente en los jóvenes que se sienten tentados de perder la esperanza, de renunciar a sus altos ideales, de abandonar los estudios o de vivir al día en las calles.
Por lo tanto, es esencial que no perdáis vuestra integridad. No pongáis en riesgo vuestros ideales. No cedáis a las tentaciones contra la bondad, la santidad, el valor y la pureza. Aceptad el reto. Con Cristo seréis, de hecho ya los sois, los artífices de una nueva y más justa cultura filipina.
Una segunda área clave en la que estáis llamados a contribuir es la preocupación por el medio ambiente. Y esto no sólo porque vuestro país esté probablemente más afectado que otros por el cambio climático. Estáis llamados a cuidar de la creación, en cuanto ciudadanos responsables, pero también como seguidores de Cristo. El respeto por el medio ambiente es algo más que el simple uso de productos no contaminantes o el reciclaje de los usados. Éstos son aspectos importantes, pero no es suficiente. Tenemos que ver con los ojos de la fe la belleza del plan de salvación de Dios, el vínculo entre el medio natural y la dignidad de la persona humana. Hombres y mujeres están hechos a imagen y semejanza de Dios, y han recibido el dominio sobre la creación. Como administradores de la creación de Dios, estamos llamados a hacer de la tierra un hermoso jardín para la familia humana. Cuando destruimos nuestros bosques, devastamos nuestro suelo y contaminamos nuestros mares, traicionamos esa noble vocación.
Hace tres meses, vuestros obispos abordaron estas cuestiones en una Carta pastoral profética. Pidieron a todos que pensaran en la dimensión moral de nuestras actividades y estilo de vida, nuestro consumo y nuestro uso de los recursos del planeta. Os pido que lo apliquéis al contexto de vuestras propias vidas y vuestro compromiso con la construcción del reino de Cristo. Queridos jóvenes, el justo uso y gestión de los recursos de la tierra es una tarea urgente, y vosotros tenéis mucho que aportar. Vosotros sois el futuro de Filipinas. Interesaos por lo que le sucede a vuestra hermosa tierra.
Una última área en la que podéis contribuir es muy querida por todos nosotros: la ayuda a los pobres. Somos cristianos. Somos miembros de la familia de Dios. No importa lo mucho o lo poco que tengamos individualmente, cada uno de nosotros está llamado a acercarse y servir a nuestros hermanos y hermanas necesitados. Siempre hay alguien cerca de nosotros que tiene necesidades, ya sea materiales, emocionales o espirituales. El mayor regalo que le podemos dar es nuestra amistad, nuestro interés, nuestra ternura, nuestro amor por Jesús. Quien lo recibe lo tiene todo; quien lo da hace el mejor regalo.
Muchos de vosotros sabéis lo que es ser pobres. Pero muchos también habéis podido experimentar la bienaventuranza que Jesús prometió a los »pobres de espíritu». Quisiera dirigir una palabra de aliento y gratitud a todos los que habéis elegido seguir a nuestro Señor en su pobreza mediante la vocación al sacerdocio y a la vida religiosa. Con esa pobreza enriqueceréis a muchos. Os pido a todos, especialmente a los que podéis hacer y dar más: Por favor, ¡haced más! Por favor, ¡dad más! Qué distinto es todo cuando sois capaces de dar vuestro tiempo, vuestros talentos y recursos a la multitud de personas que luchan y que viven en la marginación. Hay una absoluta necesidad de este cambio, y por ello seréis abundantemente recompensados por el Señor. Porque, como él ha dicho: »Tendrás un tesoro en el cielo».
Hace veinte años, en este mismo lugar, san Juan Pablo II dijo que el mundo necesita »un tipo nuevo de joven», comprometido con los más altos ideales y con ganas de construir la civilización del amor. ¡Sed vosotros de esos jóvenes! ¡Que nunca perdáis vuestros ideales! Sed testigos gozosos del amor de Dios y de su maravilloso proyecto para nosotros, para este país y para el mundo en que vivimos. Por favor, rezad por mí. Que Dios os bendiga».
Al finalizar el encuentro, el Papa regresó directamente a la nunciatura apostólica en Manila.
El Papa se reúne con el padre de la voluntaria que falleció en Tacloban
Ciudad del Vaticano, 18 enero 2015 (VIS).-»Nada más regresar a la nunciatura apostólica en Manila, sobre las 12 hora local, el Papa se reunió con el padre y un primo de la voluntaria que falleció ayer -según ha informado el director de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, Padre Federico Lombardi, S.I.-. En el encuentro, que duró más de 20 minutos, estuvo presente también el cardenal Luis Antonio G. Tagle que hizo de intérprete. Sobre la mesa posicionaron dos bellas imágenes, una de la joven sola y otra junto a sus padres. El padre dijo que la noticia le entristeció pero que le consolaba la idea de que su hija hubiera sido capaz de preparar el encuentro de las personas con el Papa. Se intentó llamar a la madre de la joven que se encuentra en Hong Kong, pero no fue posible localizarla. Llegará mañana a Manila».
Misa de conclusión en Manila: El niño Jesús, el gran protector de Filipinas
Ciudad del Vaticano, 18 enero 2015 (VIS).-Tras almorzar y reposar un par de horas, el Papa anticipó media hora su llegada al »Quirino Grandstand-Rizal Park», un estadio situado dentro de un gran parque de sesenta hectáreas y construido en ocasión de la ceremonia de proclamación de la Independencia de Filipinas y Estados Unidos, el 4 de julio de 1946. Lleva el nombre del héroe nacional José Rizal, poeta, escritor y revolucionario justiciado por los españoles en 1896 por rebelde. El lugar exacto de su ejecución está indicado con un monumento que representa el punto cero desde donde se miden las distancias de las carreteras de Luzón. En esta área se llevan a cabo las celebraciones nacionales y los grandes eventos civiles, religiosos y deportivos. Es el mismo lugar donde san Juan Pablo II celebró en 1995 la inmemorable Misa de conclusión de la X Jornada Mundial de la Juventud en la que participaron cuatro millones de fieles.
»Es una gran alegría para mí celebrar el domingo del Santo Niño con vosotros -ha dicho el Papa en su homilía-. La imagen del Santo Niño Jesús acompañó desde el principio la difusión del Evangelio en este país. Vestido como un rey, coronado y sosteniendo en sus manos el cetro, el globo y la cruz, nos recuerda continuamente la relación entre el Reino de Dios y el misterio de la infancia espiritual. Nos lo dice el Evangelio de hoy: »Quien no reciba el Reino de Dios como un niño, no entrará en él». El Santo Niño sigue anunciándonos que la luz de la gracia de Dios ha brillado sobre un mundo que habitaba en la oscuridad, trayendo la Buena Nueva de nuestra liberación de la esclavitud y guiándonos por los caminos de la paz, el derecho y la justicia. Nos recuerda también que estamos llamados a extender el Reino de Cristo por todo el mundo.
En estos días, durante mi visita, he escuchado la canción: »Todos somos hijos de Dios». Esto es lo que el Santo Niño nos dice. Nos recuerda nuestra identidad más profunda. Todos somos hijos de Dios, miembros de la familia de Dios. Hoy san Pablo nos ha dicho que hemos sido hechos hijos adoptivos de Dios, hermanos y hermanas en Cristo. Eso es lo que somos. Ésa es nuestra identidad. Hemos visto una hermosa expresión de esto cuando los filipinos se volcaron con nuestros hermanos y hermanas afectados por el tifón.
El Apóstol nos dice que gracias a la elección de Dios hemos sido abundamente bendecidos. Dios »nos ha bendecido en Cristo con toda clase de bendiciones espirituales en los cielos». Estas palabras tienen una resonancia especial en Filipinas, ya que es el principal país católico de Asia; esto ya es un don especial de Dios, una bendición. Pero es también una vocación. Los filipinos están llamados a ser grandes misioneros de la fe en Asia.
Dios nos ha escogido y bendecido con un propósito: »Para que fuésemos santos e irreprochables en su presencia». Nos eligió a cada uno de nosotros para ser testigos de su verdad y su justicia en este mundo. Creó el mundo como un hermoso jardín y nos pidió que cuidáramos de él. Pero, con el pecado, el hombre desfiguró aquella belleza natural; destruyó también la unidad y la belleza de nuestra familia humana, dando lugar a estructuras sociales que perpetúan la pobreza, la falta de educación y la corrupción.
A veces, cuando vemos los problemas, las dificultades y las injusticias que nos rodean, sentimos la tentación de resignarnos. Parece como si las promesas del Evangelio no se fueran a cumplir; que fueran irreales. Pero la Biblia nos dice que la gran amenaza para el plan de Dios sobre nosotros es, y siempre ha sido, la mentira. El diablo es el padre de la mentira. A menudo esconde sus engaños bajo la apariencia de la sofisticación, de la fascinación por ser »moderno», »como todo el mundo». Nos distrae con el señuelo de placeres efímeros, de pasatiempos superficiales. Y así malgastamos los dones que Dios nos ha dado jugando con artilugios triviales; malgastamos nuestro dinero en el juego y la bebida; nos encerramos en nosotros mismos. Y no nos centramos en las cosas que realmente importan, de seguir siendo en el fondo hijos de Dios. Como nos enseña el Señor, los niños tienen su propia sabiduría, que no es la sabiduría del mundo. Por eso el mensaje del Santo Niño es tan importante. Nos habla al corazón de cada uno de nosotros. Nos recuerda nuestra identidad más profunda, que estamos llamados a ser la familia de Dios.
El Santo Niño nos recuerda también que hay que proteger esta identidad. El Niño Jesús es el protector de este gran país. Cuando vino al mundo, su propia vida estuvo amenazada por un rey corrupto. Jesús mismo tuvo que ser protegido. Tenía un protector en la tierra: san José. Tenía una familia humana, la Sagrada Familia de Nazaret. Así nos recuerda la importancia de proteger a nuestras familias, y las familias más amplias como son la Iglesia, familia de Dios, y el mundo, nuestra familia humana. Lamentablemente, en nuestros días, la familia con demasiada frecuencia necesita ser protegida de los ataques y programas insidiosos, contrarios a todo lo que consideramos verdadero y sagrado, a lo más hermoso y noble de nuestra cultura.
En el Evangelio, Jesús acoge a los niños, los abraza y bendice. También nosotros necesitamos proteger, guiar y alentar a nuestros jóvenes, ayudándolos a construir una sociedad digna de su gran patrimonio espiritual y cultural. En concreto, tenemos que ver a cada niño como un regalo que acoger, querer y proteger. Y tenemos que cuidar a nuestros jóvenes, no permitiendo que les roben la esperanza y queden condenados a vivir en la calle.
Un niño frágil, que necesitaba ser protegido, trajo la bondad, la misericordia y la justicia de Dios al mundo. Se enfrentó a la falta de honradez y la corrupción, que son herencia del pecado, y triunfó sobre ellos por el poder de su cruz. Ahora, al final de mi visita a Filipinas, os encomiendo a él, a Jesús que vino a nosotros niño. Que conceda a todo el amado pueblo de este país que trabaje unido, protegiéndose unos a otros, comenzando por vuestras familias y comunidades, para construir un mundo de justicia, integridad y paz. Que el Santo Niño siga bendiciendo a Filipinas y sostenga a los cristianos de esta gran nación en su vocación a ser testigos y misioneros de la alegría del Evangelio, en Asia y en el mundo entero.
Por favor, no olvidéis rezad por mí. Que Dios os bendiga».
Al concluir la Eucaristía, el cardenal Luis Antonio G. Tagle ha agradecido al Papa su viaje con unas emotivas palabras y posteriormente, Francisco, se ha puesto el impermeable amarillo que utilizó ayer en la Misa en Tacloban y se ha subido en el papamóvil para recorrer la zona y despedirse, al ser ésta su última etapa del viaje apostólico, de la multitud de fieles que le saludaban a su paso.
Finalmente se ha desplazado a la nunciatura apostólica donde ha cenado en privado y se ha retirado a descansar.
Francisco regresa a Roma
Ciudad del Vaticano, 19 enero 2015 (VIS).- Esta mañana el Papa celebró en privado una Misa en la nunciatura apostólica en Manila. Poco después, se desplazó en papamóvil hasta la Villamor Air Base saludando a los fieles que han salido a la calle para despedirlo. Al llegar al aeropuerto fue recibido en el pabellón Presidencial por Benigno Aquino III, presidente de Filipinas. Juntos se dirigieron a los pies del avión donde se llevó a cabo la ceremonia de despedida ante algunas autoridades civiles y unos mil fieles.
El Santo Padre concluye así un viaje de ocho días, del 12 al 19 de enero, por las ciudades de Colombo y Madhu en Sri Lanka y por Manila y Tacloban en Filipinas
Como ya es habitual al iniciar y al concluir cada viaje apostólico, el Papa Francisco visitó la Basílica de Santa María la Mayor a su retorno a Roma, para depositar una pequeña ofrenda floral a la Virgen María compuesta por rosas blancas y rosadas.