(ZENIT – Roma). El secretario de Estado de la Santa Sede, el cardenal Pietro Parolín, envió el pasado 1° de diciembre una carta a diversos exponentes de la vida política e institucional de Venezuela, entre los cuales se encontraba el presidente Nicolás Maduro, empeñados en una mesa de diálogo para encontrar una salida a la grave crisis social, económica, institucional y humanitaria que aflije al país.
El texto que publicamos fue tomado del blog Il Sismografo, el cual indicó que lo ha transcrito de las fotografías del documento publicadas en diversos medios de prensa.
La carta fue entregada antes de la último encuentro del 6 de diciembre, cuando se suspendieron las negociaciones hasta el próximo 13 de enero. Este es el texto de la carta.
Vaticano, 1° de diciembre de 2016
CONFIDENCIAL
Estimado Señor:
Después de los dos encuentros de la Mesa del Diálogo Nacional Gobierno-Oposición en Venezuela, celebrados el 23 de octubre y el 11-12 de noviembre de 2016 en Caracas, a la luz de los resultados a los que hace referencia el documento “Gobierno nacional y la Mesa de Unidad Democrática (MUD) de Venezuela celebran II Reunión plenaria en el marco del diálogo nacional”, en consideración del impacto que los mismos han tenido en la población del País y en vista del próximo encuentro del 6 de diciembre de 2016, siento el deber, en nombre y por disposición del Santo Padre Francisco, de dirigirme a Usted, en cuanto Jefe de la Delegación de la Oposición en la Mesa del Diálogo Nacional, para compartir algunas observaciones, además, en conocimiento del Sr. Ernesto Samper Pizano, en cuanto promotor de la iniciativa de diálogo junto con los ex presidentes José Luis Rodríguez Zapatero, Martín Torrijos Espino y Leonel Fernández Reyna, y del Sr. Jorge Rodríguez Gómez, que guía la Delegación del Gobierno en la Mesa del Diálogo Nacional.
1) El diálogo es algo consustancial al ser humano, el cual ha sido creado por Dios a su imagen y semejanza como ser relacional que se desarrolla y alcanza su perfección a través del encuentro interpersonal. Ello exige que las personas que pretenden dialogar poseean una serie de disposiciones y de requsio psicológicos, espirituale y éticos. Decía Papa Francisco en la homelía en la Casa Santa Marta del 24 de enero 2014: “Me rompo pero no me doblo afirma una cierta sabiduría popular. Me doblo paa non romper, sugiere la sabiduría cristiana. Dos modos de entender la vida: el primero con su dureza, facilmente destinado a alzar muros de incomunicación entre las personas, hasta la degeneración del odio. El segundo se inclina a crea puentes de compresión, también después de la pelea“.
Entre otras, hay dos condiciones que hacen posible y eficaz el diálogo y no lo someten al riesgo de convertirlo en un ejercicio estéril y frustrante:
a) la capacidad del reconocimiento mutuo como personas con dignidad inherente e inalienable, dotadas de razón y libertad y con vocación de búsqueda y servicio al bien común;
b) la voluntad seria de respetar los eventuales acuerdos alcanzados y su puntual aplicación, sin tergiversaciones o ulteriores condiciones. Es también cierto que un lneguaje agresivo, violento y poco sincero no favorece ese mínimo clima de confianza recíproca que es necesario para un provechoso desarrollo del diálogo, que debe tener como objeto únicamente el bien común del pueblo. Solo desde esta perspectiva si podrán superar las divergencias existentes sobre la oportunidad del diálogo o la instrumentalización del mismo, imponiendo a las partes la responsabilidad de no abandonar la Mesa del diálogo por intereses políticos personales, de partido o ideológicos. Finalmente, por lo que se refiere a los contenidos y a las concesiones mutuas entre las partes en jugo, es oportuno destacar que los derechos se respetan, no se negocian.
2) Por lo que se refiere a la participación de la Santa Sede en la Mesa del Diálogo Nacional Gobierno-Oposición en Venezuela, confiada al inicio a S.E. Mons. Paul Emil Tscherrig y después a S.E. Mons. Claudio María Celli -a quienes expresamos toda la gratitud por la generosidad con la que han inmediatamente acogido el difícil encargo y la competencia con la que lo han ejercido-, fue largamente evaluada y decidida sólo después de haber recibido las invitaciones formuladas tanto por el Gobierno venezolano como por las fuerzas políticas reunidas en la Mesa de Unidad Democrática teniendo en cuenta la disposición de las partes a acoger eventuales sugerencias que ayudarían a que el proceso pudiese avanzar de manera duradera y provechosa.
Mostrándose sensible a las muchas voces provenientes de Venezuela de otros lugares que insistían en el desempeño de un rol más activo en la dolorosa situación del País, la Santa Sede -consciente de los no pocos ni leves riesgos a los que tendría que hacer frente- ha entrado en el diálogo con la única finalidad de promover el bien de todos y cada uno de los venezolanos y de favorecer una solución pacífica y democrática de la crisis.
Me parece, además, fundamental, insistir en que su rol no es de “mediación” sino de “facilitación” o “acompañamiento”: esto significa que son las partes interesadas las que dialogan, llegan a acuerdos y adoptan resoluciones, si bien el Representante de la Santa Sede puede y debe hacer -y de hecho hace-, propuestas para introducir distinciones y matices que distiendan o desbloqueen, sugerir nuevos caminos o puntos a explorar, hacer memoria de cosas comunes o relegar al olvido otras improcedentes, etc.
Es siempre intención de la Santa Sede desempeñar el compromiso que ha asumido en estrecha unión con la Conferencia Episcopal Venezolana, que en múltiples ocasiones ha exhortado a las partes a dialogar.
La Santa Sede estaría muy agradecida si la naturaleza de su presencia en el diálogo fuese bien clara para todos, por todos respetada, promovida y, en caso necesario, aclarada, incluso por las partes, frente a interpretaciones equívocas o interesadas.
3) Con dolor y preocupación debo resaltar que cuanto ha sucedido hasta ahora no me parece alentador. Me refiero en particular al hecho de que estamos asistiendo a un inquietante retraso en la adopción de las medidas necesarias para la aplicación concreta de los acuerdos; además, se comprueba cómo, fuera de los encuentros de trabajo, se hacen declaraciones o se toman decisiones que no favorecen el entendimiento entre las partes.
En tal contexto, la Santa Sede, cumpliendo su rol de garante de la seriedad y sinceridad de las negociaciones al que ha sido llamada, considera que se deba dar un sustancial paso adelante si se quiere que el proceso de Diálogo Nacional se desarrolle de manera provechosa y eficaz. Por tanto, respetuosamente pero con firmeza, la Santa Sede demanda que:
a) Antes del encuentro del próximo 6 de diciembre, se tomen las providencias necesarias para la implementación urgente de medidas destinadas a aliviar la grave crisis de abastecimiento de comida y medicinas que está sufriendo la población. La Iglesia venezolana, con sus instituciones, entre ellas Caritas, está dispuesta a prestar toda la ayuda posible, con los medios a su alcance, para salir de esta situación de emergencia social;
b) Dado el compromiso adquirido por las partes en la Declaración Conjunta “Convivir en Paz”, a que sus «diferencias políticas sólo tengan una respuesta en el estricto marco constitucional un camino democrático, pacífico y electoral» y la convicción de que «el camino electoral sea la normal vía democrática para que los pueblos expresen su propia voluntad» (cfr. Saludo de Mons. Celli del 11 de noviembre de 2016), las partes concuerden el calendario electoral que permita a los venezolanos decidir sin dilaciones su futuro.
c) Se tomen las medidas necesarias para restituir cuando antes a la Asamblea Nacional el rol previsto en la Constitución;
d) Se apliquen los instrumentos legales para acelerar el proceso de liberación de los detenidos.
La Santa Sede espera que en el próximo encuentro se presenten iniciativas concretas al respecto de los puntos b), c) y d) y que las mismas sean ejecutadas con prontitud.
Como Usted sabe, el Santo Padre está acompañando con la oración el desarrollo de las negociaciones, siendo consciente de la complejidad de las mismas, y desea fervientemente que el amado pueblo venezolano, superando las rivalidades y evitando cualquier atisbo de violencia, pueda dejar atrás las graves dificultades que está atravesando y que todos conocen.
Al agradecer, en Su nombre y en el mío propio, los esfuerzos que se están realizando, aprovecho la ocasión para manifestarle los sentimientos de mi consideración y estima.
(firma)
Pietro CARD. Parolin
Secretario de Estado de Su Santidad