Ante las sospechas de que exista «abuso de autoridad y de conciencia» justo cuando se acaba el mandato irrenovable de su superiora, hay dudas sobre el deseo real de las monjas de escindirse de la Iglesia.
16 de mayo 2024.- El Manifiesto católico por el que las clarisas de Belorado y Orduña anunciaron el lunes 13 de mayo su escisión de la Iglesia «es de locos», opina Manuel Gómez-Tavira, vicario episcopal de Vida Consagrada de la diócesis de Vitoria, a cuyo territorio pertenece la segunda sede de esta comunidad de religiosas. «No reconocen la ordenación sacerdotal ni al Papa y se adhieren a un obispo excomulgado», añade. La serie de extrañas reivindicaciones repartidas a lo largo de 70 páginas le hacen pensar que exista «un problema de poder, de abuso de autoridad y de conciencia» por parte de sor Isabel de la Trinidad, la superiora, quien ha anunciado su cisma de la que llama «Iglesia conciliar» 16 días antes de caducar su mandato, que en este último periodo se renovó con permiso excepcional de Roma. «Intenta perpetuarse en el poder y en la Iglesia católica no puede estar más de doce años», opina el vicario.
Gómez-Tavira se muestra escéptico ante la afirmación de que hay unanimidad entre las 16 monjas sobre su adhesión a la autodenominada Pía Unión de San Pablo Apóstol, encabezada por el sacerdote excomulgado Pablo de Rojas Sánchez-Franco. «Vamos a intentar hablar una a una con ellas. Cuando vean que están excomulgadas y aisladas», el vicario de Vida Consagrada de Vitoria confía en que se dé «un disenso detrás de otro».
Las religiosas han incurrido «en excomunión latae sententiae por el delito de cisma», explica José Antonio Araña, profesor de Régimen Jurídico de la Vida Consagrada de la Pontificia Universidad de la Santa Cruz. Ellas mismas se han autoexcluido de la Iglesia sin necesidad de que su obispo lo declare. Esto «implica el impedimento para recibir los sacramentos». Según los cánones 1347, 1358 y 1361, aún podrían dar marcha atrás haciendo un acto de arrepentimiento y reparación diseñado por la autoridad encargada de remitir la pena.
Mario Iceta, arzobispo de Burgos, exhortó el pasado lunes a no acudir a sus celebraciones. Esto no impidió a algunos fieles acercarse a la Eucaristía que, antes, celebraba a las 18:00 horas el capellán de Belorado. La del pasado 14 de mayo fue inválida, ya que la ofició un misterioso «don José», emisario del autodenominado obispo De Rojas. En cualquier caso, los fieles se encontraron con un cartel de «prohibido el paso» y las clarisas llamaron a la Guardia Civil pidiendo el desalojo de los visitantes, a quienes acusaron de entrar irregularmente en una propiedad privada.
¿Qué pasa con los edificios?
Miguel Campo, profesor en la Universidad Pontificia Comillas y experto en bienes temporales de la Iglesia, advierte de que, si estas religiosas «dejan la Iglesia católica, que no sueñen con que se van a llevar ese patrimonio». Añade que el monasterio de Belorado «ha sido mantenido durante generaciones por donantes católicos y pertenece a la Iglesia». Insiste en que «si la Santa Sede disuelve canónicamente la comunidad, puede determinar el destino del patrimonio legalmente, con toda la fuerza del derecho civil». Y añade que «la autoridad eclesiástica judicialmente las podría obligar a marcharse».
Por el momento, el monasterio de Belorado pertenece a las religiosas díscolas, pues cuentan con vocaciones suficientes para no depender de la Federación de Nuestra Señora de Aránzazu de las clarisas. Pero, como al separarse de la Iglesia renuncian implícitamente a sus votos, podrían reclamárselo sus antiguas hermanas. También la Iglesia a través de un proceso legal que Gómez-Tavira espera evitar.
Natxo de Gamón, delegado de Comunicación de Burgos, define como «muy doloroso» el deseo de las clarisas de abandonar la Iglesia. «Desde la diócesis confiamos en que se pueda revertir esta decisión y vuelvan al camino».
RODRIGO MORENO QUICIOS
Alfa y Omega