(zenit – 15 junio 2020).- El pasado 12 de junio la revista Science publicó un artículo con el título “Las vacunas que usan células fetales humanas fuertemente criticadas” en el que se plantean los problemas bioéticos que pueden darse alrededor de la producción y uso de vacunas contra el COVID-19, en las que se han utilizado para su fabricación células humanas de abortos provocados.
En realidad, no se trata de células obtenidas actualmente de abortos, sino de células producidas a partir de dos líneas celulares generadas en 1972 de abortos humanos provocados. La primera de ellas la HEK-293, se obtuvo de riñones de fetos abortados. Es ésta una línea celular que ha sido ampliamente utilizada en la investigación científica y en la industria.
La segunda es la PER-C6, línea de células producida por la firma farmacéutica Janssen, filial de Jonhson & Jonhson, que se obtuvo de células de retina de un feto de 18 semana abortado en 1985. Ambas líneas celulares han sido desarrolladas en el laboratorio de biología molecular Alex Van der Eb, de la Universidad de Leiden en Holanda.
En este momento se están llevando a cabo en todo el mundo alrededor de 130 estudios para el desarrollo de vacunas contra el COVID-19. De ellos, en 6 se usan células obtenidas de abortos humanos, son las líneas celulares anteriormente comentadas, de los cuales, dos, uno chino, promovido por la firma CanSino Biologys, del Instituto de Biotecnología de Pekín, y otro de la Universidad de Oxford, en colaboración con la firma farmacéutica Astra Zeneca.
El primero se encuentra en fase 2 de ensayo clínico y el segundo acaba de pasar a la fase 3. Los otros cuatro aún no han iniciado los ensayos clínicos. El primero de ellos no está financiado públicamente, pero para el segundo se ha aprobado un fondo potencial de 1,2 millones de dólares gubernamentales. Ambos tipos de vacunas se fundamentan en la replicación de un virus deficiente.
Pues bien, como ya se ha comentado, el uso de estos seis proyectos de vacunas está suscitando una amplia polémica bioética.
En contra de continuar con el desarrollo de dichos trabajos se ha manifestado la Conferencia de Obispos Norteamericanos (USCCB), quien, junto a otras 20 instituciones religiosas, medicas, políticas y sociales manifiesta, que “es críticamente importante que los americanos tengan acceso a vacunas que se hayan producido éticamente: los americanos no deben ser forzados a elegir entre ser vacunados con virus potencialmente muertos, que pueden violar sus conciencias”.
En relación con ello, la USCCB y las 20 organizaciones anteriormente referidas, se dirigieron por escrito, el pasado mes de abril, a Stephen Hann, comisionado de la Food and Drug Administration (FDA), para que favorezca el desarrollo de vacunas que no planteen problemas éticos en su fabricación.
Dado que este tema también afecta a Canadá, el arzobispo de Winnipeg, y presidente de la Conferencia de Obispos Católicos Canadienses, y otras 17 instituciones religiosas médicas, políticas y sociales, en una carta enviada al primer ministro de ese país, Justin Trudeau, le manifestaban que “ los productores de vacunas que utilizan líneas celulares humanas demuestran una profunda falta de respeto a la dignidad de las personas humanas”, y además “urge a sus gobernantes a que desarrollen vacunas que no planteen un dilema ético a muchos canadienses”.
La Pontifica Academia para la Vida declaró en 2005, y lo confirmó en 2017, que, en ausencia de otras alternativas, los católicos podrían utilizar vacunas en cuya producción se hubieran utilizado células fetales obtenidas de abortos provocados sin problemas de conciencia.
Impedir el uso de las células
La FDA respondió a la USCCB, en escrito del 11 de mayo, afirmando “que impedir el uso de estas células (se refiere a las líneas celulares obtenidas de abortos) podría privar a los Estados Unidos de disponer de vacunas que podrían salvar vidas, lo que tendría un impacto muy negativo”.
En el mismo sentido, el Ministro de Sanidad canadiense, ha prometido a la Conferencia Episcopal de ese país, responder a la carta que enviaron al primer ministro señor Trudeau.
En relación con todo ello, Arthur Caplan, bioético de la Facultad de Medicina de la Universidad de Nueva York, ha manifestado que “hay mejores caminos para vencer en la guerra contra el aborto que decirle a la gente que no usen estas vacunas”.
En nuestra opinión, y recogiendo lo afirmado por la Pontificia Academia por la Vida, el asunto es que, en este caso, de las 130 líneas que se están desarrollando para obtener vacunas contra el COVID-19, solamente en 6 se han utilizado células fetales humanas, por lo que sí que existen otras alternativas para la producción y uso de dichas vacunas. Pero, es muy probable que las dos primeras vacunas que estén disponibles para uso clínico, sean las que precisamente se han desarrollado a partir de líneas celulares obtenidas de abortos provocados, por lo que en este caso podría tenerse en cuenta la opinión emitida por la Pontificia Academia por la Vida.
De todas formas, lo que a nuestro parecer es más importante es que se haga llegar una adecuada información a los potenciales usuarios de las vacunas para que así puedan actuar de acuerdo a su conciencia, aunque siempre teniendo en cuenta las dificultades éticas que presenta el uso de vacunas que han sido elaboradas utilizando líneas celulares procedentes de abortos humanos provocados.
Justo Aznar
Observatorio de Bioética
Instituto de Ciencias de la Vida.
Universidad Católica de Valencia
San Vicente Mártir.
Imagen: Vacuna (@Pxhere)