El obispo asegura que la droga tiende a enquistarse en el entramado familiar y pide que los niños no queden a la deriva y en tierra de nadie
Monseñor Pablo Galimberti, obispo de Salto, Uruguay, ha condenado el uso de los niños como “paquetes” para pasar droga. El prelado dedicó su columna publicada el pasado viernes 5 en el Diario Cambio para reflexionar sobre el uso de menores como “correo” en el narcotráfico, y cómo quedan muchas veces “a la intemperie” cuando sus padres son detenidos y van a la cárcel.
El artículo se basa en una frase que leyó el día anterior y que le “golpeó”. Una frase del subsecretario del ministerio del interior, Jorge Vázquez: “Los niños dicen: Maestra, me tengo que ir a las cinco de la tarde. No me puedo quedar ni un ratito más porque mi mamá tiene que vender droga y mi hermana hace la prostitución, y tengo que cuidar a mis hermanos menores”.
Por eso señala que cuando un narcotraficante va a la cárcel “se corta el ingreso familiar, quizás el único” y la madre, que debe sacar adelante a su familia, tiene que rebuscarse con lo que sabe o tiene a mano. Y así –precisa– el circuito de la droga difícilmente se corta.
El prelado denuncia que la droga tiende a enquistarse en el entramado familiar, a tal punto que “los niños son utilizados como correos”. Se los ve con túnicas escolares correteando alegremente –indica– mientras dentro de sus mochilas pasan la droga de un barrio a otro. “Pequeños e inocentes traficantes son forzados o aprenden a sortear controles, mimetizarse y ayudar a mantener así la estabilidad económica familiar”, asegura el obispo.
En esta línea precisa que la policía persigue y captura al padre y quizás también a la madre, “un logro policial, por cierto, pero al mismo tiempo otro golpe a los hijos que quedan a la intemperie”.
Por esta razón y reconociendo que “un fenómeno multicausal no se puede simplificar y analizar desde un solo punto de vista”, asevera que “uno de los buenos hábitos que habría que potenciar y fortalecer es el del trabajo”. Asimismo indica que con formación y subsidios se podría agrupar a mujeres “potenciando sus naturales habilidades”. Lo importante –añade– es no fomentar mentalidad de gente subsidiada, adormecida para sumarse a algún emprendimiento.
“Es de esperar que se desplieguen y exploren todos los caminos tendientes a encontrar soluciones integrales para estas mujeres que, de algún modo, son víctimas de compañeros involucrados en la droga”, indica el obispo.
Finalmente precisa que “será una urgente y oportuna propuesta para los niños que no pueden quedar viviendo a la intemperie”. O sea, “quedar a la deriva y en tierra de nadie”.