Nuestra experiencia con grupos de adolescentes en los colegios donde hemos sido invitados como asociación Viktor Frankl a dar charlas sobre el tema del duelo y del sentido de la vida ha sido muy positiva siempre, pues estamos convencidos de haber puesto un granito de arena, de haber dado un pasito más en este proceso humano del despertar espiritual en niños y adolescentes. Pensamos que se habla poco de la muerte, seguramente porque se quiere proteger a los niños, o porque no se sabe cómo hacerlo realmente, pero también sabemos que eso no los ayuda a prepararse para esos momentos en que la vida los interpela con una muerte cercana o con una enfermedad grave, sintiéndose entonces totalmente desprotegidos.
Como todos sabemos, la muerte se presenta siempre en un momento de la vida concreto; esto es una realidad ineludible y por tanto no debemos ignorarla sino más bien integrarla como una parte importante de ella. La mirada a la muerte nos ayuda a decidir cómo vivir y para qué vivir. Saber cómo hablar a los niños a lo largo de su desarrollo es clave para que ellos puedan tenerla también integrada en su vida, pues esto les va a dar seguridad y protección. Para poder ayudar al niño y al adolescente debemos acompañarlo y, de alguna manera, orientarlo en ese proceso educativo de su despertar espiritual y que él se reconozca actor de su propia vida, tome conciencia de su responsabilidad y pueda ir dando sus propias respuestas de sentido. Esta forma de acompañar solo puede tener éxito cuando se hace con amor, responsabilidad y respeto.
Amar a los niños menores de 6 años es hablarles de la muerte desde su mundo fantástico pero no cambiar nunca la palabra muerte por otras expresiones como «se ha ido», «se ha quedado dormido»… Amar a los niños entre 6 y 8 años es saber que la muerte la entienden como un morir biológico, cuando un cuerpo se hace viejo o cuando se enferma y saber que lo que a ellos les preocupa es contar con una persona que les quiera y tener continuidad en las cosas concretas de su día a día. Amar a los niños de 8 a 12 años, es entrar en el mundo de la lógica y de lo abstracto y dar rienda suelta al diálogo, es contarles historias o cuentos para ver juntos esa cara de la vida. Amar al adolescente es experimentar juntos, ya de una forma adulta, el dolor de la pérdida, añadiéndole a esto su gran reto por afrontar la vida con autonomía, es ayudarle a forjarse unas alas fuertes para poder volar.
El duelo nos exige una mirada hacia dentro de nosotros mismos, nos sitúa a veces por primera vez ante aquello que somos y para lo que somos, pues nos hace tener conciencia de nuestra temporalidad, de nuestra finitud. El duelo nos recuerda esas dos partes de la vida, una que se muestra llena de belleza y que nos produce un estado de alegría y bienestar y otra en la que pueden aparecer el dolor, el sufrimiento y la tristeza, pero, sea cual sea esa situación que nos toque vivir, hemos de saber que siempre en cada una de ellas existe un sentido escondido.
Lourdes Martínez
Pedagoga, directiva de la Asociación Viktor E. Frankl
(Foto: Pixabay)