El Papa Francisco concluyó su breve visita pastoral a Florencia con la misa celebrada ante cincuenta mil personas en el estadio Artemio Franchi. También los presos de la cárcel florentina participaron de alguna manera en la Eucaristía porque el altar en que consagró el Santo Padre – que al final les dio calurosamente las gracias- era obra suya.
En la homilía que pronunció, Francisco partió de la pregunta que Cristo plantea a sus discípulos: «¿Quién dice la gente que es el Hijo del Hombre»? .» A Jesús -explicó- le importa lo que la gente piensa, no para contentarla sino para ser capaz de comunicarse con ella. Sin saber lo que la gente piensa, el discípulo se aísla y comienza a juzgar a las personas de acuerdo con sus propios pensamientos y creencias. Mantener un contacto saludable con la realidad, con lo que la gente vive, con sus lágrimas y alegrías, es la única forma de ayudarla…de abrir sus corazones a Dios. De hecho, cuando Dios quiso hablar con nosotros, se encarnó. Los discípulos de Jesús nunca deben olvidar dónde fueron elegidos, o sea entre las personas, y nunca deben caer en la tentación de adoptar una actitud de despego, como si lo que la gente piensa y vive no tuviera que ver con ellos o no fuera importante …Y esto vale también para nosotros: El hecho de que hoy estemos reunidos para celebrar la misa en un estadio deportivo nos lo recuerda. La Iglesia, como Jesús, vive entre la gente y para la gente. Por eso a lo largo de su historia, la Iglesia ha llevado siempre dentro de sí la misma pregunta: ¿Quién es Jesús para los hombres y mujeres de hoy?»
»Custodiar y anunciar la verdadera fe en Jesucristo es el corazón de nuestra identidad cristiana, porque al reconocer el misterio del Hijo de Dios hecho hombre, podremos entrar en el misterio de Dios y el misterio del hombre… También hoy.. nuestra alegría es compartir esta fe y responder juntos al Señor Jesús: «Tú eres para nosotros el Cristo, el Hijo del Dios vivo». »Nuestra alegría -prosiguió el Papa- es también ir a contracorriente y superar la opinión que como entonces, no ve en Jesús más que un profeta o un maestro. Nuestra alegría es reconocer en El la presencia de Dios, el enviado del Padre, el Hijo venido a hacerse instrumento de salvación para la humanidad».
En la raíz del misterio de la salvación está »la voluntad de un Dios misericordioso, que no quiere rendirse frente a la incomprensión, la culpa y la miseria del hombre, sino que se entrega a él, hasta hacerse El mismo hombre, para encontrar a cada persona en su condición concreta. Este amor misericordioso de Dios es el que Simón Pedro reconoce en el rostro de Jesús. El mismo rostro que nosotros estamos llamados a reconocer en las formas en que el Señor nos aseguró su presencia entre nosotros: en su Palabra, que ilumina la oscuridad de nuestras mentes y nuestros corazones; en los Sacramentos que nos regeneran a una nueva vida, después de cada muerte…. en el pobre, que nos recuerda cómo Jesús quiso que su suprema revelación y la del Padre tuviera la imagen del humillado crucificado.Esta verdad de fe, es verdad que escandaliza … a quien todavía no tolera el misterio de Dios grabado en el rostro de Cristo».
En realidad, subrayó Francisco, »la comunión entre lo divino y lo humano, plenamente realizada en Jesús, es nuestra meta, la culminación de la historia humana según el plan del Padre…Dios y el hombre no son los dos extremos de una oposición: se buscan desde siempre porque Dios reconoce en el hombre su propia imagen y el hombre se reconoce solamente mirando a Dios… Por este camino nos encontramos con la humanidad y podemos hacerlo con el espíritu del buen samaritano. No en vano el humanismo del que Florencia fue testigo en sus momentos más creativos siempre ha tenido el rostro de la caridad».
Al final de la misa el Papa saludó al cardenal arzobispo de Florencia Giuseppe Betori y a los miembros de la Conferencia Episcopal Italiana y dio las gracias a los presos que habían construido el altar. Después se trasladó en automóvil al estadio «Luigi Ridolfi» donde emprendió el regreso en helicóptero al Vaticano.