Sor Rosa, don Sancho, el laico Florentino. Tres testigos de una historia eclesial viva y apasionada por el Evangelio, que en la Catedral de la Inmaculada Concepción de Dili dieron su testimonio al Papa sobre su experiencia de fe y participación en los dramáticos y dolorosos acontecimientos del país.
Ciudad del Vaticano, 10 de septiembre 2024.- La vivacidad de la Iglesia timorense y las expresiones de gran afecto manifestadas al Santo Padre en esta tierra que ha sufrido tanto son de una calidez extraordinaria. La carga de testimonio cristiano, impregnada de la historia de Timor Oriental y relanzada por el discurso del Papa en la catedral, salió en diferentes estilos de sor Rosa Sarmento, de la Congregación de las Hijas de la Caridad Canossianas, del sacerdote diocesano Sancho Amaral y del catequista Florentino de Jesús Martins, de casi noventa años, que relató su experiencia eclesial antes del discurso del Pontífice en el Encuentro con los obispos, sacerdotes, consagrados, seminaristas y catequistas.
Sor Rosa: el futuro es brillante y prometedor
Fue la religiosa quien destacó el florecimiento de las vocaciones sacerdotales y religiosas de las que disfruta providencialmente Timor Oriental, país donde el anuncio de Jesús fue llevado tras las huellas de San Francisco Javier, «misionero por excelencia de Oriente», pero que ahora envía misioneros al mundo. Rosa está convencida de que esta apertura hará crecer la dimensión sinodal de la Iglesia timorense y consolidará la fraternidad humana que ya se practica aquí. La religiosa es portavoz del agradecimiento de todos por el hecho de que el Papa haya llegado hasta aquí, en esta «Iglesia en salida». «El futuro de la Iglesia y de la nación – afirma – es radiante y prometedor».
Don Sancho y la resistencia durante la guerra
Y luego está la audacia con la que el cura Sancho afrontó, durante el proceso de independencia de Timor Oriental, el traslado de Dili a Ossu del comandante en jefe Kay Rala Xanana Gusmão, acompañándolo y desafiando graves peligros para su seguridad y la de los demás. Su historia nos remonta a los tiempos oscuros de la ocupación indonesia. Era 1991, en Dili, le pidieron que fuera al Este; la oración y el discernimiento le hicieron decidirse a actuar a pesar del miedo y la resistencia inicial. En un puesto de control pensaron que no lo lograrían: el respeto a su sotana los salvó, a él y al líder de la resistencia. Esto permitió a Xanana y sus colaboradores trabajar con sus compañeros en el bosque. Fue una lección aprendida en la guerra: «Dios sabe cuidar de aquellos a quienes ha llamado a la misión».
El catequista Florentino, la dedicación en llevar el Evangelio
Por último, la valentía de Florentino. Con una chaqueta multicolor que le hace parecer un treintañero, habla delante de Francisco y le cuenta su larga experiencia como catequista. Durante cincuenta años fue primero voluntario y luego permanente, con celo y sentido de responsabilidad recorrió innumerables kilómetros a pie, incluso con mal tiempo, para no hacer faltar la Comunión y la Palabra en las zonas más internas del país. Hoy tiene 89 años, sufre de Parkinson, pero resiste y quiso dar su testimonio, continuando, como él dice, dando consejos y apoyo moral a otros catequistas que lo necesitan. El Papa, espontáneamente, al saludarlo, lo comparó en broma con San Pablo. Como muchos otros, centenares y centenares, ofreció una contribución fundamental a la historia de la Iglesia timorense, como lo han hecho y lo siguen haciendo numerosos de sus homólogos en las tierras visitadas en este viaje apostólico del Papa, que los elogió mucho y en varias ocasiones.
ANTONELLA PALERMO