También este viernes el Papa Francisco asistió, a las 9.00 en Aula Pablo VI de la Ciudad del Vaticano, junto a diversos miembros de la Curia Romana, a la tercera Predicación de Cuaresma del cardenal Raniero Cantalamessa, quien se refirió a Dios en su calidad de “amor», el que te ama y no te juzga.
Ciudad del Vaticano, 17 de marzo 2023.- «¡Dios es amor!» fue el tema que abordó el cardenal Raniero Cantalamessa, Predicador de la Casa Pontificia en su tercera Predicación de Cuaresma que tuvo lugar esta mañana a partir de las 9.00 en Aula Pablo VI de la Ciudad del Vaticano ante la presencia del Papa Francisco.
¡Necesitamos teología!
El Predicador comenzó explicando que su meditación se centraría totalmente en Dios puesto que la teología, es decir, “el discurso sobre Dios, no puede quedar ajena a la realidad del Sínodo, tal como no puede quedar ajena a cualquier otro momento de la vida de la Iglesia”.
“Sin teología, la fe se convertiría fácilmente en repetición muerta; le faltaría el instrumento principal para su inculturación”
Teología basada en el Espíritu Santo
Tras destacar que la “teología necesita una profunda renovación” porque el pueblo de Dios tiene necesidad de “una teología que no hable de Dios siempre y sólo ‘en tercera persona’, con categorías a menudo tomadas del sistema filosófico del momento, incomprensibles fuera del pequeño círculo de los ‘iniciados’», el purpurado se preguntó.
“Pero, ¿dónde podemos encontrar ahora una teología que se base en el Espíritu Santo, en lugar de categorías de sabiduría humana, para conocer ‘las profundidades de Dios’? Para esto, es necesario recurrir a materias llamadas ‘opcionales’: a la ‘Teología espiritual’, o a la ‘Teología pastoral’”.
Además, el cardenal Cantalamessa recurrió a una cita de Henri de Lubac quien, entre otras cosas, escribió: “El ministerio de la predicación no es la vulgarización de una enseñanza doctrinal en una forma más abstracta, que sería anterior y superior a ella.
Es, por el contrario, la enseñanza doctrinal misma, en su forma más elevada. Así sucedió con la primera predicación cristiana, la de los apóstoles, y lo es igualmente con la predicación de quienes les sucedieron en la Iglesia: los Padres, los Doctores y nuestros Pastores en el tiempo presente. Estoy convencido de que no hay contenido de fe, por elevado que sea, que no pueda hacerse comprensible a toda inteligencia abierta a la verdad».
Y añadió que “si algo podemos aprender de los Padres de la Iglesia es que se puede ser profundo sin ser oscuro”. De hecho, destacó que san Gregorio Magno dice que la Sagrada Escritura es «simple y profunda, como un río en el que, por así decirlo, un cordero puede caminar y un elefante puede nadar».
“La teología debe inspirarse en este modelo. Todos deben poder encontrar pan para sus dientes: la persona simple, su alimento y la instruida, doctrina refinada para su paladar. Sin mencionar que lo que permanece oculto ‘a los sabios e inteligentes’ a menudo se revela a los ‘pequeños’”.
¡Dios te ama!
El Predicador puso de manifiesto que no proponía “un discurso sobre la renovación de la teología”, puesto que su deseo era “mostrar cómo la teología, entendida en el sentido antes mencionado, puede contribuir a presentar de manera significativa el mensaje evangélico al hombre de hoy y a dar nueva vida a nuestra fe y a nuestra vida de oración”. De ahí su afirmación.
“La noticia más hermosa que la Iglesia tiene que hacer resonar en el mundo, la que todo corazón humano espera escuchar, es: ‘¡Dios te ama!’. Esta certeza debe socavar y sustituir la que siempre hemos llevado dentro de nosotros: ‘¡Dios te juzga!’”
Al respecto aludió a la afirmación solemne de Juan: «Dios es amor», que “debe acompañar, como nota de fondo, todo anuncio cristiano, aun cuando deba recordar, como lo hace el Evangelio, las exigencias prácticas de este amor”.
Por otra parte, en esta meditación el Predicador puso de manifiesto “cómo, a partir de la revelación de Dios como amor, se iluminan con nueva luz los principales misterios de nuestra fe: la Trinidad, la Encarnación y la Pasión de Cristo, y se hace menos difícil hacerlos comprender al pueblo de Dios. Cuando San Pablo define a los ministros de Cristo como ‘dispensadores de los misterios de Dios’ se refiere a estos misterios de la fe, no a los ritos, ni siquiera en primer lugar a los sacramentos».
¿Por qué la Trinidad?
Comenzando con el misterio de la Trinidad, el Predicador recordó que “los cristianos creemos que Dios es uno y trino”, a pesar de que hay quienes le han preguntado ¿por qué los cristianos dicen que son monoteístas, si no creen en un solo Dios?.
“Creemos en un Dios trino porque creemos que Dios es amor. Todo amor es amor de alguien, o de algo; no hay amor vacío, sin objeto, así como no hay conocimiento que no sea conocimiento de alguien o de algo”.
Entre las preguntas que el Predicador formuló a lo largo de su reflexión destacamos: ¿quién ama a Dios para llamarse amor? ¿Ama el universo? ¿El hombre? ¿Antes del universo físico quién amaba a Dios para ser amor, ya que Dios no puede cambiar y comenzar a ser lo que antes no era? Y, entre sus respuestas recordó.
“Los pensadores griegos, concibiendo a Dios sobre todo como ‘pensamiento’, podrían responder, como lo hace Aristóteles en su Metafísica: Dios se pensaba a sí mismo; era ‘pensamiento puro’, ‘pensamiento de pensamiento’. Pero esto ya no es posible, en el momento en que se dice que Dios es amor, porque el ‘puro amor a sí mismo’ no sería más que egoísmo o narcisismo”.
Concilio de Nicea
“Y aquí está la respuesta de la revelación – agregó el cardenal Cantalamessa – definida dogmáticamente en el Concilio de Nicea en el año 325. Dios siempre ha sido amor, ab aeterno, porque aun antes de que hubiera un objeto fuera de sí mismo al que amar, tenía la Palabra en sí mismo, ‘el Hijo unigénito’ a quien amaba con un amor infinito que es el Espíritu Santo”.
“Todo esto no explica cómo la unidad puede ser al mismo tiempo trinidad, misterio incognoscible para nosotros porque se da sólo en Dios, pero nos ayuda a comprender por qué en Dios la unidad debe ser también comunión y pluralidad. Dios es amor: ¡por esto es Trinidad! Un Dios que fuera conocimiento puro o ley pura, o poder absoluto, ciertamente no necesitaría ser trino”.
“También los cristianos creen, por tanto, en la unidad de Dios: una unidad, sin embargo, no matemática y numérica, sino de amor y de comunión, añadió el purpurado, invitando a pensar que “el misterio de los misterios” no es la Trinidad, “sino comprender lo que es realmente el amor”.
¿Por qué la encarnación?
El cardenal Cantalamessa abordó otro gran misterio que hay que creer y proclamar al mundo: la Encarnación del Verbo. “También ella – dijo – revela una nueva dimensión vista a la luz de Dios amor”. En este punto de su reflexión el Predicador de a Casa Pontificia aludió a la famosa pregunta de San Anselmo: «¿Por qué Dios se hizo hombre?» y a su conocida respuesta.
“Es porque sólo uno que era al mismo tiempo hombre y Dios podía redimirnos del pecado. Como hombre, en efecto, podía representar a toda la humanidad y, como Dios, lo que hacía tenía un valor infinito, proporcionado a la deuda que el hombre había contraído con Dios al pecar”.
¿Por qué la pasión?
Llegando al tercer gran misterio: la pasión y muerte de Cristo que estamos a punto de celebrar en la Pascua, el Predicador recordó que “las heridas, la cruz y el dolor, hechos negativos y, como tales, sólo privación del bien, pueden producir una realidad positiva como la salvación de toda la humanidad.
“¡La verdad es que no fuimos salvados por el dolor de Cristo, sino por su amor! Más precisamente, por el amor que se expresa en el sacrificio de sí mismo. ¡Del amor crucificado!”
Y añadió que “el dolor de Cristo conserva todo su valor y la Iglesia nunca dejará de meditar en él: no, sin embargo, como causa de salvación en sí mismo, sino como signo y medida de amor: Dios demuestra su amor hacia nosotros en el hecho de que, mientras aún éramos pecadores, Cristo murió por nosotros. La muerte es el signo, el amor el significado. El evangelista san Juan pone una llave de comprensión al comienzo de su relato de la Pasión: ‘Habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo’».
“En realidad, es más bien Dios quien hizo el gran sacrificio de darnos a su Hijo, de no ‘ahorrárselo’, como Abraham hizo el sacrificio de no ahorrarse a su hijo Isaac. ¡Dios es más el sujeto que el destinatario del sacrificio de la cruz!”.
Un amor digno de Dios
Además, el Predicador se refirió a ver qué cambia en nuestra vida la verdad que hemos contemplado en los misterios de la Trinidad, encarnación y pasión de Cristo. “Y aquí – dijo – nos espera la sorpresa que nunca falla cuando tratamos de adentrarnos en los tesoros de la fe cristiana”.
“La sorpresa es descubrir que, gracias a nuestra incorporación a Cristo, también nosotros podemos amar a Dios con un amor infinito, digno de él”.
Hacia el final de su predicación el cardenal Cantalamessa sugirió decir en la oración a Dios Padre: «¡Padre, te amo con el amor con que te ama tu Hijo Jesús!». Y decirle a Jesús: «Jesús, te amo con el amor con que te ama tu Padre celestial». ¡Y saber con certeza que no es una ilusión!”..
VATICAN NEWS
Imagen: Tercera predicación de Cuaresma: «¡Dios es amor!».
(Foto: VATICAN MEDIA)