Sor Aurélie Allouchéry es una religiosa de la Congregación de Nuestra Señora del Buen Socorro en Troyes, Francia. Comprometida desde hace casi 20 años con su comunidad, se dedica a los enfermos, para los que trabaja como asistente sanitaria.
Ciudad del Vaticano, 12 de marzo 2024.- Sor Aurélie Allouchéry, de la Congregación de Nuestra Señora del Buen Socorro de Troyes, nos cuenta cómo descubrió su vocación. Pensaba que estaba destinada a una vida familiar, con hijos, y a una carrera profesional en el mundo de la enseñanza. Pero el camino recorrido la llevó primero a la vida religiosa, y más tarde a servir a los enfermos.
Sor Aurélie Allouchéry, usted es una hermana de la Congregación de Nuestra Señora del Buen Socorro, que describe su misión en tres palabras: compasión, curación y liberación. Tomó los votos hace veinte años, pero ¿cómo se acercó a la vida religiosa?
En realidad, he frecuentado la Iglesia desde la infancia. Mis padres siempre me animaron a ir a Misa los domingos, mi madre enseñaba catecismo y yo formaba parte de una asociación benéfica. A la edad de 25 años, tras una juventud bien vivida, se me planteó esta cuestión: ¿cuál es mi vocación? ¿Qué me hace feliz? Entonces, participé en un año de discernimiento, propuesto por la diócesis de Reims, que concluyó con un retiro de discernimiento; al término, la respuesta me pareció clara: sentía verdaderamente el deseo de donar mi vida a Cristo, toda mi vida, todo lo que soy, todo mi ser.
El Papa Francisco dice a menudo que la Iglesia debe actuar por atracción. ¿Se sintió atraída por Dios?
Sí, me sentí atraída por Dios. Pero tenía muchos prejuicios con respecto a la vida religiosa y a las religiosas que encontraba, que me parecían bastante anticuadas, no muy a la moda, en definitiva, no muy atrayentes. También es verdad que mientras participaba en aquel retiro no tenía la menor idea de la elección de vida que iba a realizar a continuación. Estaba más bien orientada al matrimonio, a la vida conyugal y con hijos, muchos hijos. Pero al final elegí la vida religiosa. Fue la llamada de Dios, ese amor tan fuerte por mí que sentí durante aquel retiro, lo que me atrajo hacia Él y me hizo renunciar a aquella otra vida que había imaginado para mí.
Dice usted que renunció a la vida que había imaginado. ¿La fidelidad a Cristo conlleva sacrificios?
No puedo decir que comporta sacrificios, porque me siento contenta con esta vida donada, ofrecida, y con las gracias que recibo a cambio. No quiero endulzar las cosas, pero, en realidad, una vida de fidelidad a Dios, a Cristo, es verdaderamente una vida plena. No puedo decir otra cosa. No tengo la sensación de que hago sacrificios. Dicho esto, hay que hacer renuncias, como en cualquier otro tipo de vida. No se puede vivir todo, no se puede hacer todo y no se puede elegir todo. Realizar una elección significa necesariamente renunciar.
La vida religiosa es bella porque es variada: existen numerosas comunidades, con carismas diversos. ¿Cómo eligió la Congregación de Nuestra Señora del Buen Socorro?
Fue realmente un encuentro inesperado. Yo procedía de la enseñanza, y esta congregación, orientada a la cura, no parecía la más adecuada para mí. Sin embargo, hablando con las hermanas, escuchándolas mientras me contaban su misión, me atrajo la cercanía que vivían con los enfermos en casa, en las familias, el consolar a los miembros de Cristo que sufren.
¿Qué diría a los jóvenes o a las jóvenes que se plantean elegir un estado de vida y que quizá están buscando espiritualidad, una vida distinta? ¿Qué indicaciones podría darles?
Es muy difícil dar consejos, indicaciones, porque cada uno sigue su propio camino. Me gusta esa frase del Evangelio que dice: “Venid y veréis”. Hablad con las personas, escuchad, observad; percibiréis las cosas. Pienso que la vida religiosa es de verdad una vida radicada en Cristo, un deseo profundo de seguirlo y una vida comprometida.
A día de hoy, ¿se siente plenamente realizada mediante la vida que escogió y en su vida espiritual y religiosa?
Sí, y lo pienso de verdad. A través de los fundamentos de la vida religiosa, que son la vida comunitaria, la vida de oración y la vida apostólica, se intenta unificar lo que se es, la propia personalidad, y también realizarse, pero permaneciendo abiertos a los demás. Es una vida de don, y desde el momento en que uno se dona, se realiza.
Suor Aurélie, ¿su vocación era estar junto a los enfermos?
No, no me atraía para nada. Yo venía de la enseñanza, y pensaba más bien en permanecer en el mundo de la educación especializada en el seguimiento de los niños. Pero el hecho de conocer a las Hermanas de Nuestra Señora del Buen Socorro de Troyes me hizo cambiar de perspectiva, y tuve la seguridad de que precisamente con ellas podría dar lo mejor de mí.
La intención de oración del Papa para el mes de febrero de 2024 está dedicada a los enfermos terminales. ¿Qué conlleva el acompañar a estas personas? Usted, ¿qué les dona? ¿Y qué recibe?
Personalmente, considero que en mí habita la figura de Cristo compasivo. Cada vez que me dirijo a la cabecera de un enfermo, invoco al Espíritu para que pase a través de mí, para ser esa Presencia. Como asistente sanitaria, es una presencia que se concreta en simples gestos de cura. El hecho de ser habitada, de invocar al Espíritu, me permite estar totalmente presente y, al mismo tiempo, dejar pasar al Señor a través de mis gestos. Por lo que se refiere a acompañar el final de la vida, diría que es idéntico a acompañar a una persona enferma que acaba de saber que su diagnóstico es grave. El acompañamiento requiere una presencia total y una gran escucha.
Las Hermanas de Nuestra Señora del Buen Socorro son de algún modo la expresión de la ternura de María hacia su Hijo, la ternura de una madre. ¿Cómo se expresa esta ternura en su misión?
Me he dedicado al apostolado de asistente sanitaria precisamente para hablar a través de mis gestos y para ser esa ternura que viene a consolar, a aliviar, que a veces cura, no necesariamente en el sentido en el que normalmente se entiende, pero que hace bien. La misión de las Hermanas de Nuestra Señora del Buen Socorro es verdaderamente la de acoger al enfermo y ofrecerle todos los cuidados que necesita para reencontrar su dignidad y honrar ese templo que es nuestro cuerpo.
ENTREVISTA DE JEAN-CHARLES PUTZOLA
Imagen: Sor Aurélie Allouchéry, comprometida desde hace casi 20 años con su comunidad, se dedica a asistir a los enfermos.