El popular Pablo Casado y el socialista Guillermo Fernández Vara clausuran el Congreso «La Iglesia en la sociedad democrática» con un testimonio sobre cómo la fe les impulsó a dar el salto a la política.
El presidente del Partido Popular, Pablo Casado, y el socialista Guillermo Fernández Vara pertenecen a dos partidos distintos, pero comparten elementos básicos en sus biografías personales, en las que su fe católica resultó decisiva para su compromiso político.
El coloquio entre ambos, moderado por el periodista Fernando Ónega, puso fin en la tarde del jueves al Congreso «La Iglesia en la sociedad democrática», organizado por la Fundación Pablo VI en colaboración con la Conferencia Episcopal, como contribución eclesial al 40 aniversario de la Constitución española.
Participó en la mesa también el rector de la Universidad Pontificia Comillas, Julio Martínez, quien enmarcó el debate al subrayar «la Importancia de que nuestras sociedades no se vacíen éticamente» ni «pierdan la fuerza moral para afrontar los desafíos que nos toca vivir, que es un cambio de era».
«La democracia necesita nutrirse» de valores, prosiguió, y es ahí donde resulta eficaz un marco de «laicidad positiva» como el que consagra la Carta Magna española en su artículo 16.3, «donde puede darse un pluralismo, en el que las energías morales de la sociedad, sean religiosas o de otra índole, pueden estar presentes dando su contribución a la formación de las personas, a la motivación para ser buenos ciudadanos…». Razón por la cual –añadió– Francia se está planteando su marco laicista, para avanzar hacia otro más parecido al español.
¿Denunciar los Acuerdos?
En el caso del presidente de la Junta de Extremadura, la semilla la recibió en un internado jesuita donde vivió durante 8 años. Su madre, después, le animó a vivir con coherencia su fe, primero como médico forense –una etapa en la que se enfrentó con situaciones, asegura, de enorme dureza, como suicidios, crímenes y graves enfermedades mentales–, hasta que su fe y sus valores chocaron al volver a Extremadura desde Valencia y encontrarse con la realidad de «una tierra devastada por la migración y la pobreza». Fue así como se animó a dar el salto a la política.
Han sido años –aseguró– en los que su condición de creyente «no ha entrado en contradicción» con su militancia socialista, aunque sí reconoce haber pasado por «momentos difíciles», de algunos de los cuales –dijo– fue testigo el hoy arzobispo emérito de Mérida-Badajoz, Santiago García Aracil, que se encontraba presente en ese momento, presenciando la intervención.
Cuando Fernández Vara oye en sus propias files a otros socialistas defender, por ejemplo, que «hay que revisar los Acuerdos con la Iglesia», él suele responder «con mano izquierda» que, «igual cuando se revisen, nos llevamos una sorpresa y nos damos cuenta de lo que significan para la España social el papel que desempeña la iglesia, con las caritas, las hermanitas de los pobres» y toda «esa red tupida de atención social».
Para poner en valor, precisamente, el «enormemente importante papel de la Iglesia» durante «los años más duros de la crisis», el gobierno que preside ha otorgado este año la Medalla de Extremadura a sor Cristina, «una monja de San Vicente de Paúl que fue durante muchos años enfermera en Badajoz y responsable de un comedor social, donde lleva 40 años dando de comer a mucha gente». «Nos parecía el ejemplo más claro de lo que significa el papel que representa esa Iglesia callada que no aparece en ningún sitio pero que forma parte de nuestras vidas, que forma parte de nuestras parroquias, de nuestra cotidianidad».
De su fe católica –prosiguió– surge el impulso para intentar que «el pan que bendijo Jesucristo llegue a todo el mundo», o el que le lleva a conmoverse con las tragedias en el Mediterráneos. «Eso, con mis imperfecciones, intento llevarlo a la vida política con la mayor naturalidad del mundo. No me creo mejor de nadie, tampoco peor», dijo.
Pero sobre todo hay una idea clara de servicio en el político católico. «Pablo, ya te habrás dado cuenta de que formas parte de la vida de la gente, para bien o para mal. Cuando lideras un proyecto a partir de ese momento tu ya no eres tú, sino también las expectativas que generas en los demás. Mucha gente tendrá esperanzas en ti porque crea que tú puedes desarrollar sus expectativas y eso te transmite una gran responsabilidad», la de «hacer cosas por los demás», especialmente por los que menos oportunidades tienen.
Otro punto para él decisivo es la apertura al diálogo con el otro, algo muy necesario «en nuestro país, donde todo el mundo esta tan seguro de todo, donde todo es blanco y negro, y ya no hay grises ni capacidad de salirse al encuentro». «Es ahí donde yo echo en falta lo que representó la Transición. Adolfo Suarez fue una persona muy importante, pero lo importante fueron los miles de Adolfos Suarez anónimos que hubo».
Pablo Casado, marcado por «dos Papas políticos»
En la vocación política de Pablo Casado influyó también la escuela católica, pero el detonante final llegó ya en su etapa universitaria. José Ramón Busto, entonces rector de la Universidad Pontificia Comillas, le animó a no tener miedo a perseguir ese sueño.
Como modelos, el presidente del PP cita a Pablo VI, «un Papa político que se dedicó a los problemas de su tiempo», y a Wojtyla, «el artífice de la caída del comunismo y uno de los estadistas mas grandes del siglo XX».
También puso en valor el líder conservador la aportación a la Transición a la democracia de la Iglesia, dirigiéndose concretamente entre el público a Adolfo Suárez Illana, presidente del recién creado think tank del PP, la fundación Concordia y Libertad, recordándole como su padre, el primer presidente de la democracia, se comprometió «desde unos principios muy claros, muy marcados y siempre recordándolos», sin ocultar su condición de católico.
Pero al margen de su condición de creyente, Casado recordó algunas cifras de la acción de la Iglesia en España, que «atiende a un millón personas a través Cáritas», «tiene 13,000 misioneros» y «80.000 voluntarios que se encargan de combatir la pobreza y desigualdad comedores sociales y parroquias», además de un ingente patrimonio cultural que «da empleo mas de 200.000 personas». «Eso es la iglesia», dijo. «Yo no he venido a hablar solo de religión o la fe que cada uno profese. Como políticos tenemos que destacar la labor social, económica y educativa, sanitaria que está desarrollando una institución milenaria» que ha protagonizado «algunas de las mejores paginas de la historia de España».
«Por tanto, sí quiero seguir reivindicando la labor que hace la Iglesia en España con cifras, datos objetivos. Cada uno tendremos nuestra propia religión, pero creo que no avanzan nada los partidos que ahora intentan atacar esa libertad religiosa, sea a través de los conciertos educativos, a través de no apoyar la maternidad» o con amenazas de expropiaciones y polémicas leyes con gran carga moral.
Silencio ante la persecución religiosa
Fue ahí donde se produjo el primer y único connato de fricción del coloquio. Fernández Vara afirmó que «habar de leyes morales es muy delicado», ya que «alguna de esas leyes morales, Pablo, habéis llegado al Gobierno luego y no las habéis cambiado».
También se mostró abierto el socialista a debates sobre la propiedad de algunos templos, o consideró que no se puede dilatar más el asunto de la exhumación de Franco del Valle de los caídos, mientras que, en todo ello, Casado ve «un movimiento contra el sentido común». «España no está para estas bromas» ni para que «estemos hablando de Franco o de quién es la mezquita de Córdoba».
El presidente el popular reprochó igualmente el silencio en la izquierda por la persecución religiosa contra «sacerdotes y religiosas», a los que «se les sigue asesinando hoy a miles» en Siria, Irak o Libia, «y no oigo a esta gente tan progresista decir nada al respecto. Eso sí, les preocupa mucho lo que hicieron los cruzados y lo que hizo no sé qué dictadura hace medio siglo».
Ricardo Benjumea