Europa «nos dejó solos» para atender a 60.000 inmigrantes en una localidad italiana, denunció la voluntaria de un campo de refugiados en el congreso Católicos y Vida Pública
Por el pueblo de Ventimiglia, en el norte de Italia, han pasado en dos años unos 60.000 inmigrantes. La localidad «tuvo que enfrentarse a un problema europeo y la dejaron sola», denunció el sábado en el congreso Católicos y Vida Pública Alexandra Zunino, responsable de voluntariado del campamento de refugiados que se ha puesto en marcha allí. El congreso, en su XIX edición, aborda La acción social de la Iglesia.
La solución vino de la mano del párroco, que abrió las puertas de la iglesia a los inmigrantes que estaban en la calle después de que las autoridades cerraran un campo de refugiados que existía en el centro urbano.
Entre los problemas más preocupantes a los que hacen frente, Zunino ha subrayado el de los menores no acompañados. «Si no nos ocupamos de estos niños, nos encontraremos con que emergerán bandas en las ciudades europeas. Y todo ello porque algunas personas miraron hacia otro lado, cuando se les podía haber dado a estos niños una educación».
Antes de su conferencia, habían tenido lugar tres mesas redondas sobre distintos vertientes de la acción social de la Iglesia: el acompañamiento espiritual en diversas situaciones, la atención a las periferias existenciales y la ayuda que prestan algunos samaritanos contemporáneos.
«¿Miramos a las prostitutas como hermanas?»
En la mesa sobre las periferias existenciales, por ejemplo, intervino la adoratriz Ana Almarza, que se preguntó: «Cuando pensamos en una mujer que ha sufrido trata con fines de explotación sexual ¿las miramos como próximas? ¿Las miramos cómo hermanas?».
Su congregación acoge «a este tipo de mujeres, que en ocasiones se convierten en compañeras y ayudan a salir a otras mujeres de esta situación» porque, como enfatizó, «nosotras estamos en este mundo por ellas y para ellas». Pero no para devolverles la dignidad, porque esta «es innata al ser humano».
La mesa dedicada a Cuidar el espíritu contó con la presencia de un capellán de prisiones, uno militar y uno que trabaja en un hospital. «Se puede odiar el delito pero hay que amar al a persona», afirmó José Antonio Sánchez-Valdemoro, capellán de la prisión Ocaña I. Y el padre Jesús Martínez explicó sobre su labor en un hospital que «el lenguaje más importante en el sufrimiento no son las palabras, sino mantenerse cerca de quien sufre».
Por último, entre los Nuevos samaritanos se encontraba Amaya Azcona, directora general de la fundación RedMadre, que pidió que la maternidad sea tratada como un bien social. «Los políticos han perdido de vista a las mujeres embarazadas. La sociedad ha perdido el interés por la maternidad. El Estado debe procurarles recursos y, sin embargo, eso no ocurre». Azcona subrayó que hay que transmitir esperanza a las mujeres que se enfrentan a un embarazo inesperado porque «tener un hijo es un bien y no un ataque para su vida».
María Martínez López
Imagen: Alexandra Zunino durante su intervención
(Foto: CEU)