Antes de juzgar ¡piensa! es el nuevo libro del autor de Prohibido quejarse, el libro que conquistó al Papa Francisco
«Pronto habrá una novedad con el Santo Padre», afirma el psicólogo italiano.
El autor confía de nuevo en SAN PABLO para proponernos 7 pasos para liberarse de los juicios tóxicos y generar positividad.
El autor de Prohibido quejarse, el libro que conquistó al Papa Francisco, ha publicado un nuevo libro: Antes de juzgar, ¡piensa! En él, Salvo Noè se enfrenta al que es, después de la queja, el deporte más practicado: el juicio tóxico, una actitud que ensucia las relaciones y seca el corazón. ¿Cómo podemos evitar que el juicio nos bloquee?, se pregunta el psicólogo italiano, para proponernos a continuación 7 pasos para liberarse de los juicios tóxicos y generar positividad. Con motivo del lanzamiento de este libro en España, ofrecemos esta entrevista con el autor.
Después de la queja, ¿nuestro error más común es la crítica ajena?
Sí. Siempre he pensado que las actitudes más destructivas del ser humano son la queja y el juicio. Dos actitudes que echan el freno de mano a la evolución humana y que contribuyen a crear un ambiente de sospecha y desconfianza. Después de la queja, el deporte más practicado es el juicio tóxico, una actitud que ensucia las relaciones y endurece el corazón. El lenguaje es el espejo de la cultura de un pueblo. Por eso vivimos mal: ¡porque hablamos mal! Las palabras fecundan y generan estados de ánimo que luego se convierten en comportamientos.
¿Cuándo la crítica es destructiva y cómo hay que hacer para que no lo sea?
Se dice que un juicio es destructivo o tóxico cuando su única intención es que el otro se sienta equivocado, suscitando un sentido de culpabilidad. En este caso el juicio puede demoler la identidad de la persona, en cuanto ataque a su ser: «¡Eres un inútil. No eres capaz de hacer nada!». La intención es devaluar el otro, tener poder sobre el otro y herir su sensibilidad. Para evitar que el juicio sea destructivo, hay que juzgar el comportamiento y el objetivo es el de ayudar al otro a mejorar. Se dice que un juicio es genuino cuando destaca un comportamiento, algo que el otro ha hecho e indica cómo mejorar una prestación determinada. Este es un feedback útil, no destinado a herir sino a hacer crecer y ayudar. De hecho su formulación se refiere al comportamiento y no a la persona.
¿Somos más duros juzgando a los demás o a nosotros mismos?
A veces somos los peores jueces de nosotros mismos. Nos decimos cosas que no le diríamos a nuestro peor enemigo. Pero también podemos ser muy críticos con los demás y emitir proyectiles verbales candentes que a su vez crean conflictos, distancias y soledades.
¿Por qué juzgamos?
Porque estamos acostumbrados a hacerlo y para alimentar nuestro ego, mediante el desprestigio del otro. Pero desprestigiar a los demás no mejora nuestra condición, al contrario, la empeora.
¿Dónde aprendemos a hacerlo?
En los entornos que frecuentamos. Desde pequeños nos educan a hablar o hablar mal de los demás, según hagan nuestros familiares. Luego incide mucho también el aspecto cultural, social y formativo. También el colegio puede ser artífice de juicios tóxicos. Esto no se puede admitir.
¿Cuáles son los principales efectos nocivos del juicio tóxico, tanto en quien lo emite como en quien lo recibe?
El juicio tóxico genera conflictos, violencias y soledades porque no apunta a comprender, sino a destruir la identidad del otro. Más aún cuando hablamos a espaldas del otro. Las críticas ocultas, los rumores tienen como único fin crear una mala impresión de la otra persona y desprestigiarla. Pensad en cuántas personas han sufrido por las calumnias. Incluso algunas no han podido llevar el dolor producido por los juicios y ha pensado en el suicidio. Debemos estar atentos, cuando juzgamos, porque no todo el mundo es capaz de soportar las calumnias.
¿Qué ganamos si aplicamos sus 7 consejos para liberarnos de los juicios tóxicos?
Estaremos mejor con nosotros mismos y con los demás. Llegar a ser conscientes de estos mecanismos del comportamiento nos permitirá mejorar la calidad de nuestras relaciones. Si somos muchos los que lo hacemos, conseguiremos cambiar mucho nuestras vidas. Yo creo que cierto número de personas, conectadas entre ellas por el mismo pensamiento, pueden producir una influencia sobre la conciencia colectiva determinando una serie de resultados visibles. Estamos todos conectados y cada cambio nuestro afecta a todo lo que nos rodea. SI empezamos por el Prohibido quejarse y seguimos con el Juicio genuino, podemos esperar en un mundo mejor. ¡Intentémoslo!
¿Estamos preparados para dar esos pasos o antes deberíamos «entrenarnos» de algún modo?
Lo primero es entrenar en concienciarnos. Percibir dentro de nosotros el motivo por el cual juzgamos y nos juzgamos. Lo segundo es preguntarnos: «¿De qué me sirve juzgar de manera tóxica? ¿Mejora la calidad de mi vida?». La respuesta a estas preguntas determina un cambio de visión. Y luego tenemos que entrenar en la amabilidad. El modo en el cual comunicamos califica nuestra vida. Yo lo llamo la Revolución de la amabilidad.
El papa Francisco, que apostó por su propuesta sobre la queja poniendo el cartel diseñado por usted en la puerta de su despacho y que está sometido a muchos y duros juicios externos, ¿le ha hecho llegar algún mensaje sobre su nuevo libro?
Con el Papa Francisco, en nuestros encuentros privados, hemos hablado muchas veces del juicio; él ha apoyado la redacción de este libro y ha apreciado sus contenidos. Próximamente habrá una novedad relacionada con el Santo Padre.
¿A quiénes va dirigido este libro?
A todos nosotros, que precisamos purificar nuestro lenguaje y limpiar nuestras mentes impregnadas por palabras tóxicas que expresamos en todos los contextos: familiares, escolares, laborales… hasta los sociales, que parecen haber pasado de sitios de opinión a lugares donde se disparan proyectiles tóxicos sobre todo el mundo.
Tras la lucha contra la queja y contra el juicio tóxico, ¿cuál será su próximo campo de batalla? ¿Quizá las excusas sin fin?
El próximo campo será un jardín florido lleno de entusiasmo. Después de haber arrancado las malas hierbas de la queja y del juicio, ahora sembremos alegría, confianza y esperanza.