17 de noviembre 2022.- A Rocío (nombre ficticio) se le cayó el mundo encima cuando su hija le dijo de un día para otro que era trans. Apostó por la prudencia, pues veía que eran otros los problemas de la niña: había sufrido bullying y le costaba hacer amigos. Estas son —dice— las cuestiones que hay que tratar, y no ofrecer hormonas. Ella es una de las 350 madres que forman la asociación AMANDA de niños con disforia acelerada, «producto del contagio social», y que esconde otros problemas: depresión, autismo, trastornos alimenticios, TOC…
Un día su hija les escribe una carta para decirle que es trans. ¿Encuentra alguna explicación?
Mi hija es introvertida, le cuesta hacer amigos y estar con la gente. Además, en Primaria sufrió acoso escolar a manos de un grupo de niñas. Incluso se quejaban de ella a los profesores. Esto fue creciendo y veo que es parte del problema, porque tiene una parte en la que detesta lo femenino. Luego vino el confinamiento, y pasó mucho tiempo en redes sociales. Ahí encontró a jóvenes que dicen que se sentían como ella, que no se identificaban con las niñas. Y encuentra la solución a sus problemas: ser trans. A partir de aquí, es un caso típico: nos llegó una carta suya, como las cartas modelo que suelen circular por internet, en la que nos dice que es un chico trans y que quiere cambiar su pelo, ropa y nombre.
¿Cómo reaccionaron?
Se nos cayó el mundo encima. Pensamos que era algo de la adolescencia y apostamos por la prudencia. Acordamos que iríamos poco a poco. Podía comprarse ropa nueva, cortarse el pelo… El nombre no cambiaría. Luego la llevamos a un colegio católico y nos encontramos con que seguían los protocolos trans, y fue allí donde inició la transición social. Nos dijo que quería que la llamásemos Nick. Nos convocaron al colegio para una tutoría y lo primero que me preguntó la orientadora fue si le íbamos a poner bloqueadores de la pubertad. Mi respuesta fue que no entraba en nuestros planes, que era muy pequeña y que ya se vería. En el colegio la empezaron a llamar por el nombre que había elegido y todo fue a peor.
¿Qué sucedió?
Empezaron las autolesiones, y nos llamaban continuamente porque se había enfrentado a un profesor o se metía en el baño de los chicos. Decidimos que se acabó lo del nombre, pero la orientadora la buscaba en el recreo y seguía por ese camino. Ahora estamos en ese punto: nosotros luchamos y el colegio rema en sentido contrario. Llega un momento en que te ves sola. Y sacan la ley.
La nueva ley priva incluso de la opinión de los profesionales de la salud mental.
Si yo llevo a mi hija a un psiquiatra o psicólogo y dice que es trans, no la tratarán. Se quedará sin atención. Pero de lo que la tienen que tratar es de su depresión, de su ansiedad, de las pesadillas, del bloqueo mental, de que no es capaz de sociabilizar con sus iguales. Estos son los problemas que hay que tratar.
¿Hay contagio social?
Hay contagio social. No es normal que suba un 4.000 % la cantidad de chicos y chicas que quieren cambiar de sexo. Mi otro hijo tuvo un amago de contagio cuando vio lo que pasaba con su hermana. Soy voluntaria de la AMPA y desde el verano ha habido un incremento de casos en el centro. Lo que me aterra es que desde el colegio se fomente esta locura. Hay niños y niñas con bloqueadores puberales con 7 u 8 años. Se ven a simple vista, porque están muy hinchados, y los padres están convencidos de que es lo mejor para sus hijos y lo viven con ilusión. Pero los tratamientos no son inocuos: dejan a los chicos o a las chicas estériles, sin sensibilidad en las relaciones sexuales, con futuros problemas cardiacos, hepáticos…
Les han llamado transfóbicas.
Nosotros intentamos sacar a nuestros hijos de donde están metidos.
¿Y qué hacer con las leyes?
Queremos parar la ley nacional o que incorpore las enmiendas que planteamos, y eliminar las leyes autonómicas, que son las peores. Los propios especialistas se están dando cuenta de que es un experimento, que no saben lo que va a pasar. Pedimos prudencia, porque hay niños que no son trans. No puedes ir a una clínica y que en 20 minutos te receten testosterona. Estas leyes se van a llevar por delante a varias generaciones. Es como una nueva religión.
FRAN OTERO
Alfa y Omega