El padre Andrew Abayomi, que presidía la Eucaristía aquel 5 de junio, reconstruye para Alfa y Omega el ataque en Owo (Nigeria). El obispo de la diócesis pide una mayor presión internacional sobre el Gobierno del país.
16 de junio 2022.- Uno de los fieles que había conseguido escapar volvió a la iglesia para avisar a los que se habían refugiado en la sacristía de que ya podían salir. Tras 20 minutos de terror, el templo de la parroquia de San Francisco Javier, en Owo, sur de Nigeria, estaba empapado de sangre, sobre la que se extendían los cuerpos de algunos fieles, sorprendidos por hombres armados desconocidos mientras pronunciaban el «demos gracias a Dios, aleluya, aleluya» que cerraba la Misa de Pentecostés, el pasado 5 de junio.
El padre Andrew Abayomi, a cuyas vestiduras se aferraron los niños todo el tiempo, abrió la puerta y, lejos de quedarse paralizado por la dantesca situación, alzó la voz y dijo a los supervivientes: «Si todavía tienen el valor de conducir, llevemos a nuestros hermanos y hermanas heridos al hospital». Entretanto, el director del coro parroquial, alcanzado por un disparo antes de entrar in extremis en la sacristía, le pidió la confesión. «Le dije: “No te preocupes, Dios conoce tu pecado. Solo te absolveré, pero te llevaré al hospital”. Lo absolví, lo metí en el coche con otros heridos y nos fuimos». Fue uno de los dos viajes que hizo el sacerdote, ordenado el 27 de enero y enviado a esta comunidad en marzo.
Después, según narra a Alfa y Omega, le contaron lo sucedido. Él solo había escuchado disparos y explosiones que se mezclaban con los gritos de los niños: «Padre, reza. Padre, reza. Padre, reza». «No os preocupéis. Dios sabe cómo salvarnos», les contestó. Supo que en la entrada principal se produjo un primer incidente, aunque los propios fieles, «con valentía», consiguieron cerrar la puerta; que los atacantes entraron por uno de los laterales, donde se pone el coro, y que uno de los hombres armados intentó acceder a la sacristía. «Se estaba acercando cuando se le bloqueó el arma. Se dio la vuelta y uno de los fieles trató de seguirlo. Lo mató», narra.
Nigeria
Población: 219 millones
Religión:
Musulmanes, 50,7 %.
Cristianos, 28,3 %.
y otras religiones, 19,6 %
La prioridad de Iglesia ahora son los heridos y los familiares de las víctimas, sobre todo los pequeños. Los sacerdotes están realizando visitas para consolar, acompañar y reconocer las necesidades, explica en conversación con este semanario el obispo, Jude Arogundade. «Tenemos que ayudar a los que son el sostén de su familia, atender a las mujeres embarazadas y acompañar y asumir la educación de los niños huérfanos. Estamos buscando a alguien que pueda adoptarlos», reconoce. Al mismo tiempo, toda la diócesis reza durante 30 días por los cristianos, por los fallecidos y por la conversión de los autores de la matanza. El padre Abayomi se une desde la casa de una familia, también presente aquel día, y con la que celebra la Eucaristía a diario a falta de templo. El miedo es generalizado entre la comunidad, pero la fe no mengua: «Dios existe y no nos ha abandonado». El sacerdote ve en lo que han vivido un reflejo de los primeros cristianos. También estos sufrieron persecución y fueron heridos. Algunos sobrevivieron: «Dios nos ha salvado para contar la verdadera historia y ser la fuerza de las familias golpeadas».
La confianza sí la han perdido en los dirigentes del país, incapaces de defenderlos, continúa Arogundade, que confirma que son 61 las personas hospitalizadas y que el número de fallecidos asciende a 40, pese a que el Gobierno ha dicho que son 21. «Tenemos los nombres de todos», añade. Tampoco está claro quién está detrás del ataque, aunque el Gobierno federal ha insinuado que es obra el Estado Islámico de África Occidental. «No sabemos qué pruebas tienen», añade el obispo. Sin paños calientes, confiesa que «la persecución a los cristianos es muy real» y que «cualquiera que diga lo contrario está siendo deshonesto». Además, enmarca los ataques en la situación de caos que vive el país, donde «el secuestro es el negocio más lucrativo». Y concluye: «Necesitamos presión internacional sobre el Gobierno para que se ponga fin a esta situación. No se debería permitir que Nigeria, la nación más grande de África, se desintegre o caiga en una guerra».
FRAN OTERO
Alfa y Omega
Imagen: El templo quedó cubierto por la sangre
y las pertenencias de las víctimas.
(Foto: Reuters / Temilade Adelaja).