El Patriarca latino de Jerusalén expresa, a los medios de comunicación vaticanos, sus esperanzas de un acuerdo que ponga fin a esta fase de la guerra en Gaza, conjurando también las perspectivas de una escalada del conflicto, pero al mismo tiempo advierte contra las ilusiones fáciles: no faltan obstáculos, todavía hay muchas dificultades.
17 de agosto 2024.- «Las perspectivas son esperanzadoras»: así se expresó el cardenal Pierbattista Pizzaballa, Patriarca latino de Jerusalén, en una entrevista concedida a los medios de comunicación vaticanos, al comentar el resultado de las conversaciones de Doha sobre el alto el fuego en Gaza. Se espera que las negociaciones se reanuden dentro de unos días en El Cairo. Mientras tanto, la violencia no cesa en los distintos frentes.
Eminencia, un velado optimismo se filtra desde Doha, donde tienen lugar las negociaciones promovidas por Estados Unidos, Egipto y Qatar, para la concreción de una tregua en Gaza y la liberación de los rehenes israelíes retenidos en Gaza. ¿Cree que esta vez se puede lograr el objetivo?
Sí, creo que ahora mismo se dan las mejores condiciones para alcanzar un acuerdo. Por supuesto, siempre habrá quien se oponga, hay muchos obstáculos, pero creo que las condiciones han madurado para que esta fase de la guerra pueda por fin concluir y, por tanto, también para evitar una escalada, una ampliación del conflicto con la intervención directa de Irán y la extensión de la guerra también en Líbano. Repito, hay muchas dificultades, pero creo que también hay un esfuerzo impresionante por parte, no sólo de los mediadores, sino también de Estados Unidos, para cerrar esta situación. Las perspectivas son esperanzadoras.
Y en consecuencia, con suerte, la amenaza de una intervención iraní contra Israel retrocederá…
Sí. No debemos hacernos ilusiones. El conflicto aún no ha terminado; lo vemos muy bien en Gaza con los constantes bombardeos, con la tragedia que está ante los ojos de todos y que siempre nos deja sin palabras.
De hecho, los bombardeos en Gaza no cesan. Mientras tanto, según Hamás, el 15 de agosto se superó el trágico hito de los 40.000 palestinos muertos en Gaza desde el 7 de octubre. ¿Cómo vive esta situación la comunidad cristiana de Gaza?
Nuestra pequeña comunidad del norte de Gaza, en la ciudad de Gaza, intenta vivir esta situación en las mejores y más serenas condiciones posibles, por difícil que sea. Intentamos ayudar activamente a la población con la ayuda que conseguimos no sólo de los Caballeros de Malta, sino también de muchas otras asociaciones; la más reciente fue la de la Iglesia Menonita, que envió más de mil paquetes. Es muy bonito ver cómo dentro de esta situación tan grave y trágica hay también tanta solidaridad.
Mientras toda la atención mediática se centra en Gaza y la frontera con Líbano, la situación en Cisjordania es cada día más grave y alarmante. ¿Qué señales le llegan de estas zonas?
Lo que dices es muy cierto. Hablamos mucho de Gaza, con razón, pero también hay una situación muy grave en los Territorios, en Cisjordania. Hace sólo unos días hubo un pogromo de bastantes colonos contra un pueblo palestino con un muerto y muchos daños. Este es sólo el último episodio de una serie de acontecimientos que en los últimos meses han caracterizado la continua y cada vez mayor tensión en toda Cisjordania; tensiones, continuos enfrentamientos entre colonos y palestinos, incluso con la presencia de las fuerzas armadas israelíes… Continuas tensiones, en definitiva, que están haciendo cada vez más complicada y difícil la vida de la población palestina. El riesgo de explosión está ahí, por lo que hay que trabajar mucho, en primer lugar, para lograr un alto el fuego en Gaza y, después, también para restablecer el orden, la seguridad y la vida ordinaria -en la medida en que podamos hablar de vida ordinaria- en toda Cisjordania. En resumen, tenemos que pasar página. No es fácil. Lo que vemos en Cisjordania -lo que siempre digo- es un ejemplo palpable y concreto de cómo el odio, el resentimiento, el desprecio, han desembocado en formas de violencia cada vez más extremas y cada vez más difíciles de contener. Por lo tanto, debemos trabajar duro, no sólo políticamente sino también religiosamente, porque el trasfondo de esta violencia es también religioso, para que estos alborotadores, estos extremistas, sean apartados, sean aislados y no tengan toda la fuerza que tienen ahora.
ROBERTO CETERA