Los obispos en su página web además piden apoyo para las madres que durante el embarazo se encuentren en dificultad
La ‘XXII Jornada por la Vida’ celebrada en Perú este 11 de septiembre, con el sugestivo título: “Familia, vive la alegría del amor” fue ocasión para una declaración de los obispos en la que reiteran “el don sagrado de la vida humana, especialmente en las primeras etapas desde su concepción. En esta ocasión de manera especial, ante los graves ataques a la vida del concebido en sus primeros días de vida”.
Y recuerdan que el Santo Padre indica que “el aborto no es un mal menor: es un crimen. Es echar fuera a uno para salvar a otro. Es lo que hace la mafia. Es un crimen, es un mal absoluto”. Sabiendo, precisan los obispos que como católicos es necesario rechazar el aborto con la convicción que emana de nuestra fe y que es sustentada también por la ciencia.
“Actualmente existen muchos ataques a la vida humana, especialmente contra el más indefenso, el más pequeño, que no puede hablar por sí mismo, el concebido” denuncian y que “diferentes colectivos y organismos internacionales están presionando al Perú para que se distribuya el fármaco abortivo conocido como píldora del día siguiente”.
Los obispos recuerdan que como decía la Beata Madre Teresa de Calcuta, “la amenaza más grande que sufre la paz hoy en día es el aborto, porque el aborto es hacer la guerra al niño, al niño inocente que muere a manos de su propia madre. Si aceptamos que una madre pueda matar a su propio hijo, ¿cómo podremos decir a otros que no se maten?”.
Además, subrayan los obispos, el papa Francisco en su exhortación Amoris Laetitia nos recuerda que “Es importante insistir en que la legislación pueda facilitar los trámites de adopción, sobre todo en los casos de hijos no deseados, en orden a prevenir el aborto o el abandono”. Y que todos los católicos tienen que ayudar a dar soluciones a las situaciones de dolor y abandono.
“Familia, vive la alegría del amor”
El día de hoy la Iglesia del Perú quiere celebrar en esta Jornada por la Vida el don sagrado de la vida humana, especialmente en las primeras etapas desde su concepción. En esta ocasión, de manera especial, ante los graves ataques a la vida del concebido en sus primeros días de vida.
“Antes de haberte formado yo en el seno materno, te conocía, y antes que nacieses, te tenía consagrado” (Jeremías 1:5) El Señor nos ama desde antes de habernos formado, en sus pensamientos y nos creó para amarnos y para amar. La Biblia señala con mucha fuerza la conclusión de que la vida humana comienza en la concepción, un proceso que sabemos por la ciencia que comienza con la fecundación, cuando una nueva vida humana, única e irrepetible, inicia su existencia.
El Santo Padre nos dice que “El aborto no es un mal menor: es un crimen. Es echar fuera a uno para salvar a otro. Es lo que hace la mafia. Es un crimen, es un mal absoluto.”1Por lo tanto como católicos debemos rechazar el aborto con la convicción que emana de nuestra fe y que es sustentada también por la ciencia.
Actualmente existen muchos ataques a la vida humana, especialmente contra el más indefenso, el más pequeño, que no puede hablar por sí mismo, el concebido. Diferentes colectivos y organismos internacionales están presionando al Perú para que se distribuya el fármaco abortivo conocido como Píldora del Día Siguiente, negando el efecto antianidatorio, cuando el embrión ya tiene aproximadamente 6 días de vida desde la fecundación, y sólo necesita llegar al útero para continuar con su desarrollo. Aquí el Santo Padre también nos llama la atención cuando dice “uno de los graves problemas de nuestro tiempo es, ciertamente, la modificación de la relación con la vida”2 Y es que hemos relativizado, como sociedad, el valor de la vida humana, creando graves injusticias hacia los más débiles. Como decía la Beata Madre Teresa de Calcuta “La amenaza más grande que sufre la paz hoy en día es el aborto, porque el aborto es hacer la guerra al niño, al niño inocente que muere a manos de su propia madre. Si aceptamos que una madre pueda matar a su propio hijo, ¿cómo podremos decir a otros que no se maten?” No podemos construir la paz sino respetamos y defendemos la vida.
Lamentablemente el estado está dejando de lado su labor de cautelar la vida desde la concepción, función dada de la Constitución Política del Perú en su Artículo 2°, promoviendo la distribución de la Píldora del Día Siguiente. El Santo Padre ha sido muy claro al respecto “la Iglesia rechaza con todas sus fuerzas las intervenciones coercitivas del Estado en favor de la anticoncepción, la esterilización e incluso del aborto”3 Cuando su función es que se respeten y promuevan los derechos humanos de todos los peruanos, sin discriminación de ningún tipo, menos aún por su edad e indefensión. El Papa Francisco en su exhortación Amoris Laetitia nos recuerda que “Es importante insistir en que la legislación pueda facilitar los trámites de adopción, sobre todo en los casos de hijos no deseados, en orden a prevenir el aborto o el abandono”4Este es un llamado a todos los católicos a participar en dar soluciones a estas situaciones de dolor y abandono que sufren las familias, y especialmente la mujeres, acogerlas y acompañarlas y exigir al estado respuestas en concordancia a sus deberes, dados por la Constitución.
Los Obispos del Perú recogieron esta preocupación y en un claro y valiente pronunciamiento nos dicen que “Reafirmamos el valor de la vida humana y denunciamos que esta viene siendo manipulada por una ideología, que pretende redefinir conceptos tan importantes como el inicio de la vida, la concepción y el embarazo, no con criterios científicos, sino sencillamente para lograr objetivos en favor de unos presuntos “derechos sexuales y reproductivos», entre los cuales se incluyen el aborto y la muerte del concebido.”5
Pongamos todas estas preocupaciones y nuestro deseo de defender la vida desde la concepción hasta su fin natural en las manos inmaculadas de María y el Sagrado Corazón de Jesús para que nos ayuden a ser cada día más generosos y anunciemos el valor de la vida humana con la alegría de sabernos amados hijos de Dios.
COMISIÓN EPISCOPAL DE FAMILIA Y VIDA