El Papa saluda a las mujeres víctimas de la violencia doméstica y la trata antes de empezar su XI viaje apostólico
El Papa subraya en su primer discurso en Kenia la relación entre la protección de la naturaleza y la construcción de un orden social justo
Encuentro interreligioso en Nairobi: Importante servicio al bien común
Misa en la Universidad de Nairobi: Construir nuestra vida sobre el cimiento firme de la Palabra de Dios
Encuentro con el clero de Kenia: En la vida del seguimiento de Jesús no hay lugar para la ambición
El Papa en la ONUN: El patrimonio africano sufre un constante riesgo de destrucción, causado por egoísmos humanos y por el abuso de situaciones de pobreza y exclusión.
Francisco en Uganda: A pesar de nuestros diferentes credos y convicciones, todos estamos llamados a buscar la verdad, a trabajar por la justicia y la reconciliación
En el santuario de Munyonyo el Papa pide que los mártires ugandeses concedan a los catequistas la gracia de ser maestros de sabiduría
En los santuarios de Namugongo: »Recordamos con gratitud el sacrificio de los mártires ugandeses católicos y anglicanos»
El Papa a los jóvenes de Kenia: El tribalismo se vence escuchando, abriendo el corazón y dándose la mano
El Papa a los jóvenes de Kenia: El tribalismo se vence escuchando, abriendo el corazón y dándose la mano
Mensaje del Papa a los participantes en el V Festival de la Doctrina Social de la Iglesia: El verdadero cambio comienza por nosotros mismos
Encuentro con los jóvenes ugandeses: Por vuestras venas corre la sangre de los mártires
En la Casa de Caridad de Nalukolongo el Papa pide que las parroquias no cierren sus puertas al grito de los pobres
Francisco encuentro al clero de Uganda: Mantened la memoria, seguid siendo testigos
El Papa llega a la República Centroafricana como mensajero de paz y apóstol de esperanza
Encuentro con las Comunidades Evangélicas: Dios no hace distinción entre los que sufren
El Papa abre la Puerta Santa de la Misericordia en Bangui, capital espiritual del mundo
Encuentro con los jóvenes centroafricanos: El camino de la resistencia pasa por el perdón
A la comunidad musulmana: Digamos »no» al odio y a la violencia
Santa misa en Bangui: Cristianos de Centroáfrica, artífices de la renovación humana y espiritual del país
El Papa saluda a las mujeres víctimas de la violencia doméstica y la trata antes de empezar su XI viaje apostólico
Ciudad del Vaticano, 25 de noviembre de 2015 (Vis).-El Santo Padre ha comenzado esta mañana su XI viaje apostólico que lo llevará a Kenia, Uganda y la República Centroafricana.
Antes de desplazarse al aeropuerto de Fiumicino recibió en la Casa de Santa Marta, a las 7,15, a once mujeres y seis niños procedentes de una Casa de Refugio para las víctimas de la violencia doméstica y de la trata de la prostitución, según informa la Limosnería Pontificia. Las mujeres eran italianas, nigerianas, rumanas y ucranianas y son huéspedes de una estructura administrada por una congregación religiosa en un pueblo de la región del Lacio.
Acabado el encuentro el Papa viajó en automóvil hasta Fiumicino donde se embarcó rumbo a Nairobi, capital de Kenia, donde su llegada está prevista poco después de las 15.00 (hora de Roma), las 17.00 (hora local). Francisco será recibido por el Presidente de la República, Uhuru Kenyatta y por el cardenal arzobispo de Nairobi John Njue, además de por el Presidente de la Conferencia Episcopal, el obispo Philip A. Anyolo, junto con otros representantes del episcopado.
Desde allí se trasladará a la State House de Nairobi, donde tendrá lugar la ceremonia de bienvenida y la visita de cortesía al Presidente Uhuru Kenyatta. Posteriormente, en el jardín de la State House, encontrará a las autoridades y al cuerpo diplomático, así como a las personalidades del mundo político, económico y cultural, ante las que pronunciará su primer discurso en tierra africana.
El Papa subraya en su primer discurso en Kenia la relación entre la protección de la naturaleza y la construcción de un orden social justo
Ciudad del Vaticano, 26 de noviembre de 2015 (Vis).-La clara relación entre la protección de la naturaleza y la construcción de un orden social justo y equitativo, las aspiraciones de los jóvenes y la justa distribución de los recursos naturales y humanos, fueron los temas centrales del primer discurso pronunciado ayer por el Papa Francisco en tierra africana.
El Santo Padre habló en presencia del Presidente Uhuru Kenyatta ante las autoridades de Kenia y los representantes del mundo político, económico y cultural en los jardines de la State House, la residencia presidencial.
»Kenia es una nación joven y vibrante, una sociedad de gran diversidad, que desempeña un papel significativo en la región -dijo- En muchos aspectos, su experiencia de dar forma a una democracia es compartida por muchas otras naciones africanas. Al igual que Kenia, ellas también están trabajando para construir, sobre las bases sólidas del respeto mutuo, el diálogo y la cooperación, una sociedad multiétnica que sea verdaderamente armoniosa, justa e inclusiva».
También recordó que Kenia es »una nación de jóvenes», y su riqueza más valiosa, por eso »protegerlos, invertir en ellos y tenderles una mano es la mejor manera que tenemos para garantizarles un futuro digno de la sabiduría y de los valores espirituales apreciados por sus mayores, valores que son el corazón y el alma de un pueblo».
»Kenia -prosiguió- ha sido bendecida no sólo con inmensa belleza, en sus montañas, en sus ríos y lagos, en sus bosques, sabanas y semidesiertos, sino también con la abundancia de recursos naturales. Los keniatas tienen gran aprecio por estos dones recibidos de Dios, y son conocidos por su cultura de la conservación, lo cual les honra. La grave crisis ambiental que afronta nuestro mundo exige cada vez más una mayor sensibilidad por la relación entre los seres humanos y la naturaleza. Tenemos la responsabilidad de transmitir a las generaciones futuras la belleza de la naturaleza en su integridad, y la obligación de administrar adecuadamente los dones que hemos recibido. Estos valores están profundamente arraigados en el alma africana. En un mundo que, en vez de proteger, sigue explotando nuestra casa común, estos valores deben inspirar los esfuerzos de los líderes nacionales para promover modelos responsables de desarrollo económico».
»En efecto -subrayó el Pontífice- existe una clara relación entre la protección de la naturaleza y la construcción de un orden social justo y equitativo. No puede haber una renovación de nuestra relación con la naturaleza, sin una renovación de la humanidad misma. En la medida en que nuestras sociedades experimentan divisiones, ya sea étnicas, religiosas o económicas, todos los hombres y mujeres de buena voluntad están llamados a trabajar por la reconciliación y la paz, el perdón y la sanación. La tarea de construir un orden democrático sólido, de fortalecer la cohesión y la integración, la tolerancia y el respeto por los demás, está orientada primordialmente a la búsqueda del bien común. La experiencia demuestra que la violencia, los conflictos y el terrorismo que se alimenta del miedo, la desconfianza y la desesperación nacen de la pobreza y la frustración. En última instancia, la lucha contra estos enemigos de la paz y la prosperidad debe ser llevada a cabo por hombres y mujeres que creen en ella sin temor, y dan testimonio creíble de los grandes valores espirituales y políticos que inspiraron el nacimiento de la nación».
Después dirigiéndose concretamente a los responsables de la vida política, cultural y económica del país, subrayó que la promoción y preservación de estos grandes valores estaba confiada especialmente a ellos. »Es una gran responsabilidad, una verdadera vocación al servicio de todo el pueblo de Kenia -reiteró- El Evangelio nos dice que aquellos a quienes mucho se les ha dado, mucho se le exigirá . Con este espíritu, les animo a trabajar con integridad y transparencia por el bien común, y fomentar un espíritu de solidaridad en todos los ámbitos de la sociedad. Yo les exhorto, en particular, a preocuparse verdaderamente por las necesidades de los pobres, las aspiraciones de los jóvenes y una justa distribución de los recursos naturales y humanos con que el Creador ha bendecido a su país. Les aseguro el compromiso constante de la comunidad católica, a través de sus obras educativas y caritativas, por ofrecer su contribución específica en estas áreas’.
»Me han dicho que aquí en Kenia es una tradición que los escolares jóvenes planten árboles para la posteridad -dijo al final de su discurso- Que este signo elocuente de esperanza en el futuro y la confianza en que Dios acompaña su crecimiento, los sostenga en sus esfuerzos por cultivar una sociedad solidaria, justa y pacífica, en este país y en todo el gran continente africano. …Mungu abariki Kenya! ¡Que Dios bendiga Kenia!
Encuentro interreligioso en Nairobi: Importante servicio al bien común
Ciudad del Vaticano, 26 noviembre 2015 (VIS).- La segunda jornada del Papa en Kenya ha comenzado con su encuentro en la Nunciatura Apostólica de Nairobi con los jefes de las diferentes confesiones cristianas (anglicana, evangélica, metodista, pentecostales, African Inland Church) y de otras religiones(tradicional/animista, musulmana) más presentes en Kenia, además de con siete personalidades civiles comprometidas con la promoción del diálogo interreligioso. El Papa ha hablado de los desafíos e interrogantes que presentan los encuentros interreligiosos, destacando que el diálogo ecuménico no es un lujo. »No es algo añadido u opcional sino fundamental; -dijo- algo que nuestro mundo, herido por conflictos y divisiones, necesita cada vez más».
Francisco ha señalado que las creencias y prácticas religiosas influyen en nuestro modo de entender nuestro propio ser y el mundo que nos rodea. »Son para nosotros -aseguró- una continua fuente de iluminación, sabiduría y solidaridad, que enriquece a las sociedades en las que vivimos. Cuidando el crecimiento espiritual de nuestras comunidades, mediante la formación de la inteligencia y el corazón en las verdades y en los valores que nuestras tradiciones religiosas custodian, nos convertimos en una bendición para las comunidades en las que viven nuestros pueblos. En las sociedades democráticas y pluralistas como la keniata, la cooperación entre los líderes religiosos y sus comunidades se convierte en un importante servicio al bien común. Desde esta perspectiva, y en un mundo cada vez más interdependiente, vemos siempre con mayor claridad la necesidad de una mutua comprensión interreligiosa, de amistad y colaboración para la defensa de la dignidad otorgada por Dios a cada persona y a cada pueblo, y el derecho que tienen de vivir en libertad y felicidad».
»Al promover el respeto de esa dignidad y de esos derechos -continuó-, las religiones juegan un papel esencial en la formación de las conciencias, infundiendo en los jóvenes los profundos valores espirituales de nuestras respectivas tradiciones, preparando buenos ciudadanos, capaces de impregnar la sociedad civil de honradez, integridad y una visión del mundo que valore a la persona humana por encima del poder y del beneficio material.
Pienso aquí en la importancia de nuestra común convicción, según la cual el Dios a quien buscamos servir es un Dios de la paz. Su santo Nombre no debe ser usado jamás para justificar el odio y la violencia. Sé que está aún vivo en sus mentes el recuerdo de los bárbaros ataques al Westgate Mall, al Garissa University College y a Mandera. Con demasiada frecuencia, se radicaliza a los jóvenes en nombre de la religión para sembrar la discordia y el miedo, y para desgarrar el tejido de nuestras sociedades. Es muy importante que se nos reconozca como profetas de paz, constructores de paz que invitan a otros a vivir en paz, armonía y respeto mutuo. Que el Todopoderoso toque el corazón de los que cometen esta violencia y conceda su paz a nuestras familias y a nuestras comunidades».
Francisco, antes de finalizar, recordó que este año se celebra el quincuagésimo aniversario de la clausura del Concilio Vaticano II, -en el que la Iglesia católica se compromete con el diálogo ecuménico e interreligioso al servicio de la comprensión y la amistad-. El Papa hizo presente su deseo de reafirmar este compromiso, »que brota -dijo-de nuestra convicción en la universalidad del amor de Dios y en la salvación que Él ofrece a todos. El mundo espera justamente que los creyentes trabajen junto con las personas de buena voluntad, para afrontar los numerosos problemas que afectan a la familia humana. Mirando hacia el futuro, -añadió- imploremos que todos los hombres y las mujeres se consideren hermanos y hermanas, pacíficamente unidos en y a través de sus diferencias. Recemos por la paz».
Misa en la Universidad de Nairobi: Construir nuestra vida sobre el cimiento firme de la Palabra de Dios
Ciudad del Vaticano, 26 noviembre 2015 (VIS).- Al finalizar el encuentro ecuménico, el Papa se desplazó a la Universidad de Nairobi donde le esperaban alrededor de un millón de personas. Francisco celebró la Santa Misa en el mismo lugar donde la celebró Juan Pablo II en sus tres viajes a África (1980, 1985 y 1995). En su homilía, el Papa ha hablado de la promesa enunciada en las lecturas de hoy. »El Señor nos dice que hará brotar agua en el desierto, en una tierra sedienta; hará que los hijos de su pueblo prosperen como la hierba y los sauces frondosos. Sabemos que esta profecía se cumplió con la efusión del Espíritu Santo en Pentecostés -ha dicho-. Pero también la vemos cumplirse dondequiera que el Evangelio es predicado y nuevos pueblos se convierten en miembros de la familia de Dios, la Iglesia. Hoy nos regocijamos porque se ha cumplido en esta tierra. Gracias a la predicación del Evangelio, todos nosotros formamos parte de la gran familia cristiana».
Francisco ha recordado cómo la profecía de Isaías nos invita a mirar a nuestras propias familias, y a darnos cuenta de su importancia en el plan de Dios.»La sociedad keniata -ha continuado- ha sido abundantemente bendecida con una sólida vida familiar, con un profundo respeto por la sabiduría de los ancianos y con un gran amor por los niños. La salud de cualquier sociedad depende siempre de la salud de sus familias. Por su bien, y por el bien de la sociedad, nuestra fe en la Palabra de Dios nos llama a sostener a las familias en su misión en la sociedad, a recibir a los niños como una bendición para nuestro mundo, y a defender la dignidad de cada hombre y mujer, porque todos somos hermanos y hermanas en la única familia humana».
»En obediencia a la Palabra de Dios, -ha añadido- también estamos llamados a oponernos a las prácticas que fomentan la arrogancia de los hombres, que hieren o degradan a las mujeres, no cuidan a los ancianos, y ponen en peligro la vida de los inocentes aún no nacidos. Estamos llamados a respetarnos y apoyarnos mutuamente, y a estar cerca de todos los que pasan necesidad. Las familias cristianas tienen esta misión especial: irradiar el amor de Dios y difundir las aguas vivificantes de su Espíritu. Esto tiene hoy una importancia especial, cuando vemos el avance de nuevos desiertos creados por la cultura del materialismo y de la indiferencia hacia los demás».
El Papa ha hecho un llamado a los jóvenes para que »los grandes valores de la tradición africana, la sabiduría y la verdad de la Palabra de Dios, y el generoso idealismo de su juventud, los guíen en su esfuerzo por construir una sociedad que sea cada vez más justa, inclusiva y respetuosa de la dignidad humana. Preocúpense -les ha pedido- de las necesidades de los pobres, rechacen todo prejuicio y discriminación, porque, lo sabemos, todas estas cosas no son de Dios».
Asimismo recordó que Jesús quiere »que todos nosotros construyamos nuestra vida sobre el cimiento firme de su palabra»….Este es el encargo que el Señor nos da a cada uno de nosotros. Nos pide que seamos discípulos misioneros, hombres y mujeres que irradien la verdad, la belleza y el poder del Evangelio, que transforma la vida. Hombres y mujeres que sean canales de la gracia de Dios, que permitan que la misericordia, la bondad y la verdad divinas sean los elementos para construir una casa sólida. Una casa que sea hogar, en la que los hermanos y hermanas puedan, por fin, vivir en armonía y respeto mutuo, en obediencia a la voluntad del verdadero Dios, que nos ha mostrado en Jesús el camino hacia la libertad y la paz que todo corazón ansía».
Al finalizar se ha despedido de los presentes pidiéndoles que »estén firmes en la fe. No tengan miedo». »Porque ustedes pertenecen al Señor».
Encuentro con el clero de Kenia: En la vida del seguimiento de Jesús no hay lugar para la ambición
Ciudad del Vaticano, 27 de noviembre 2015 (VIS).-El campo deportivo de la St Mary School, una escuela de propiedad de la arquidiócesis de Nairobi fundada en 1939 y dirigida por las hermanas Felicianas, fue ayer tarde el escenario del encuentro del Papa con el clero, los religiosos, religiosas y seminaristas de Kenia a los que dirigió un discurso improvisado en su lengua madre, el castellano, con inflexiones y expresiones de su tierra natal, Argentina, pidiendo a un monseñor que lo tradujese en inglés, el idioma oficial del país, para que lo entendieran todos.
Francisco dijo que se había emocionado con el pasaje de la Carta de san Pablo que dice »Estoy firmemente convencido de que aquel que comenzó en ustedes la buena obra la irá completando hasta el Día de Cristo Jesús»’ y añadió :»El Señor nos ha elegido a todos, y Él comenzó su obra el día que nos miró en el bautismo y el día que nos miró después cuando nos dijo si tenés ganas vení conmigo. Y bueno, ahí nos metimos en fila y empezamos el camino, pero el camino lo empezó Él, no nosotros. En el Evangelio leemos de uno curado que quiso seguir el camino y Jesús le dijo: “no”. En el seguimiento de Jesucristo, sea en el sacerdocio, sea en la vida consagrada, se entra por la puerta, la puerta es Cristo, Él llama, Él empieza… Hay algunos que quieren entrar por la ventana. No sirve eso. Por favor, si alguno ve que un compañero o una compañera entró por la ventana, abrácelo y explíquele que mejor que se vaya, y que sirva a Dios en otro lado, porque nunca va a llegar a término una obra que no empezó Jesús por la puerta».
»Hay algunos que no saben para qué Dios los llama, pero sienten que Dios los llamó. Vayan tranquilos -aseguró el Obispo de Roma- Él les hará comprender para qué los llamó. Hay otros que quieren seguir al Señor pero con interés, por interés….Da la tentación de seguir a Jesús por ambición: ambición de dinero, ambición de poder. Todos podemos decir: “Cuando yo empecé a seguir a Jesús ni se me ocurrió eso”. Pero a otro se le ocurrió y poco a poco te lo sembró en el corazón como una cizaña. En la vida del seguimiento de Jesús no hay lugar ni para la propia ambición, ni para las riquezas, ni para ser una persona importante en el mundo. A Jesús se lo sigue hasta el último paso de su vida terrena, la cruz. Después Él se encarga de resucitarte, pero hasta ahí, andá vos. Y esto se los digo en serio, porque la Iglesia no es una empresa, no es una ONG, la Iglesia es un misterio, es el misterio de la mirada de Jesús sobre cada uno, que le dice: »vení».
»Evidentemente que Jesús cuando nos elige no nos canoniza, seguimos siendo los mismos pecadores – recordó el Papa- Todos somos pecadores, yo el primero, después de ustedes, pero nos lleva adelante la ternura y el amor de Jesús. »Aquel que empezó la buena obra en ustedes la continuará y la completará hasta el día de Jesucristo». Eso nos lleva adelante, el que empezó el amor de Jesús. ¿Ustedes se acuerdan en el Evangelio cuándo lloró el apóstol Santiago? …¿Y cuándo lloró algún otro apóstol? Uno solo nos dice el Evangelio que lloró, el que se dio cuenta que era pecador, tan pecador era que había traicionado a su Señor, y cuando se dio cuenta de eso, lloró. Después Jesús lo hizo Papa. ¿Quién entiende a Jesús? Un misterio. Nunca dejen de llorar. Cuando a un sacerdote, a un religioso o religiosa se le secan las lágrimas algo no funciona. Llorar por la propia infidelidad, llorar por el dolor del mundo, llorar por la gente que está descartada, por los viejitos abandonados, por los niños asesinados, por las cosas que no entendemos, llorar cuando nos preguntan: ¿Por qué? Ninguno de nosotros tiene todos los porqué, todas las respuestas a los porqué…. Hay situaciones en la vida que solamente nos llevan a llorar mirando a Jesús en la cruz y esa es la única respuesta para ciertas injusticias, para ciertos dolores, para ciertas situaciones de la vida….Cuando un consagrado o una consagrada, un sacerdote se olvida de Cristo crucificado, ¡pobrecito!, cayó en un pecado muy feo, un pecado que le da asco a Dios… el pecado de la tibieza. Queridos sacerdotes, hermanas y hermanos cuiden de no caer en el pecado de la tibieza»….Y bueno, y ¿qué otra cosa les puedo decir?… -preguntó Francisco, siempre en tono coloquial- Que nunca se alejen de Jesús Esto quiere decir que nunca dejen de orar: »Padre, pero a veces es tan aburrido orar, uno se cansa, se duerme». Dormíte delante del Señor. Es una manera de rezar, pero quedáte ahí, delante del Señor, rezá, no dejes la oración».
El Santo Padre reiteró que »todo el que se dejó elegir por Jesús es para servir, para servir al pueblo de Dios, para servir a los más pobres, los más descartados, los más humildes, para servir a los niños y a los ancianos, para servir también a la gente que no es consciente de la soberbia y del pecado que lleva dentro, para servir a Jesús. Dejarse elegir por Jesús es dejarse elegir para servir, no para hacerse servir»
»Bueno esto es lo que les quería decir -concluyó- que sentí todo de golpe cuando escuche esta frase de San Pablo, confiado en que »Aquel que empezó la buena obra en ustedes la continuará y la completará hasta el día de Jesucristo». Me decía un cardenal… que cuando él va al cementerio donde ve misioneros, misioneras, sacerdotes, religiosos, religiosas que han dado su vida, él se pregunta: ¿Y por qué estos no los canonizan mañana, porque pasaron su vida sirviendo? …Quiero darles gracias a ustedes. Gracias por animarse a seguir a Jesús. Gracias por cada vez que se sienten pecadores. Gracias por cada caricia de ternura que dan a quien lo necesita. Gracias por todas las veces que ayudaron a morir en paz a tanta gente. Gracias por quemar la vida en la esperanza. Gracias por dejarse ayudar y corregir, y perdonar todos los días. Y les pido, al darles gracias, que no se olviden de rezar por mí, porque yo lo necesito. Muchas gracias».
Al final, el Papa dio de nuevo las gracias a los presentes por el buen rato que habían pasado juntos y agregó: »Yo tengo que salir por esta puerta porque están los niños enfermos de cáncer y quisiera verlos a ellos y darles una caricia. A ustedes les agradezco mucho, y ustedes, los seminaristas, que no los nombré pero están incluidos en todo lo que dije, y si alguno no se anima por este camino, da tiempo, busque otro trabajo, cásese y haga una buena familia. Gracias».
El Papa en la ONUN: El patrimonio africano sufre un constante riesgo de destrucción, causado por egoísmos humanos y por el abuso de situaciones de pobreza y exclusión.
Ciudad del Vaticano, 27 de noviembre de 2015 (Vis).-Ayer la jornada del Papa concluyó con su visita ala Oficina de las Naciones Unidas en Nairobi (UNON), cuarter general de la ONU en Africa, instituido por la Asamblea General en 1996. La sede alberga también las oficinas de dos programas de la ONU, la UNEP (United Nations Environment Programme) y el UN-Habitat (United Nations Human Settlement Programme). En Nairobi se encuentran también las oficinas regionales para África de una veintena de organismos internacionales y de la ONU
A su llegada, el Papa fue acogido por la Directora General de la UNON Sahle Work Zewde, del Director Ejecutivo del UNEP Achim Steiner y del Director Ejecutivo del Un-Habitat Joan Clos. Después, acompañado por la Directora General, fue invitado a plantar un árbol en el parque del ONUN un acto, como subrayó posteriormente Francisco, cargado de significado en tantas culturas, tras lo cual entró en el nuevo edificio de la UNEP, donde ante unas 3.000 personas pronunció un discurso, en el que abordó entre otras la cuestión del cambio climático manifestando el deseo de que la COP 21 concluya con un acuerdo global y »transformador» basado en los principios de solidaridad, justicia, equidad y participación, y orientando a la consecución de tres objetivos, a la vez complejos e interdependientes: el alivio del impacto del cambio climático, la lucha contra la pobreza y el respeto de la dignidad humana. También hablo el Santo Padre, en vista de la inminente 10ª Conferencia Ministerial de la Organización Mundial del Comercio que se celebrará en Nairobi, de los acuerdos sobre la propiedad intelectual y el acceso a las medicinas y cuidados esenciales de la salud y no olvidó mencionar los tráficos ilegales, desde el de animales al de piedras preciosas que crecen en un ambiente de pobreza y que, a su vez alimentan la pobreza y la exclusión.
Siguen amplios extractos del discurso:
»Plantar un árbol es, en primera instancia, una invitación a seguir luchando contra fenómenos como la deforestación y la desertificación… A su vez, plantar un árbol nos provoca a seguir confiando, esperando y especialmente comprometiendo nuestras manos para revertir todas las situaciones de injusticia y deterioro que hoy padecemos….Dentro de pocos días comenzará en París un importante encuentro sobre el cambio climático, donde la comunidad internacional como tal, se enfrentará de nuevo a esta problemática. Sería triste y me atrevo a decir, hasta catastrófico, que los intereses particulares prevalezcan sobre el bien común y lleven a manipular la información para proteger sus propios proyectos».
»La COP21 es un paso importante en el proceso de desarrollo de un nuevo sistema energético, que dependa al mínimo de los combustibles fósiles, busque la eficiencia energética y se estructure con el uso de energía con bajo o nulo contenido de carbono. Estamos ante el gran compromiso político y económico de replantear y corregir las disfunciones y distorsiones del actual modelo de desarrollo… Por eso, espero que la COP21 lleve a concluir un acuerdo global y »transformador» basado en los principios de solidaridad, justicia, equidad y participación, y orientando a la consecución de tres objetivos, a la vez complejos e interdependientes: el alivio del impacto del cambio climático, la lucha contra la pobreza y el respeto de la dignidad humana».
»A pesar de muchas dificultades, se está afirmando la »tendencia a concebir el planeta como patria y la humanidad como pueblo que habita una casa de todos» . Ningún país »puede actuar al margen de una responsabilidad común. Si realmente queremos un cambio positivo, tenemos que asumir humildemente nuestra interdependencia». El problema surge cuando creemos que interdependencia es sinónimo de imposición o sumisión de unos en función de los intereses de los otros. Del más débil en función del más fuerte. Es necesario un diálogo sincero y abierto, con la cooperación responsable de todos: autoridades políticas, comunidad científica, empresas y sociedad civil».
»Somos conscientes, sin embargo, de que los »seres humanos, capaces de degradarse hasta el extremo, también pueden sobreponerse, volver a optar por el bien y regenerarse». Esta toma de conciencia profunda nos lleva a esperar que, si la humanidad del período post-industrial podría ser recordada como una de las más irresponsables de la historia, la humanidad de comienzos del siglo XXI sea recordada por haber asumido con generosidad sus graves responsabilidades».
»El cambio de rumbo que necesitamos no es posible realizarlo sin un compromiso sustancial por la educación y la formación. Nada será posible si las soluciones políticas y técnicas no van acompañadas de un proceso de educación que promueva nuevos estilos de vida…. Esto exige una formación destinada a fomentar en niños y niñas, mujeres y hombres, jóvenes y adultos, la asunción de una cultura del cuidado…en lugar de la cultura de la degradación y del descarte. Descarte de sí, del otro, descarte del ambiente. La promoción de la ‘conciencia de un origen común, de una pertenencia mutua y de un futuro compartido por todos nos permitirá el desarrollo de nuevas convicciones, actitudes y formas de vida….Debemos cuidarnos de un triste signo de la »globalización de la indiferencia, que nos va “acostumbrando” lentamente al sufrimiento de los otros, como si fuera algo normal» o peor aún, a resignarnos ante las formas extremas y escandalosas de “descarte” y de exclusión social, como son las nuevas formas de esclavitud, el tráfico de personas, el trabajo forzado, la prostitución, el tráfico de órganos. »Es trágico el aumento de los migrantes huyendo de la miseria empeorada por la degradación ambiental, que no son reconocidos como refugiados en las convenciones internacionales y llevan el peso de sus vidas abandonadas sin protección normativa alguna».
»En paralelo al descuido del ambiente, desde hace tiempo somos testigos de un rápido proceso de urbanización, que por desgracia conduce con frecuencia a un »crecimiento desmedido y desordenado de muchas ciudades que … son también lugares donde se difunden síntomas preocupantes de una trágica rotura de los vínculos de integración y de comunión social, que lleva al »crecimiento de la violencia y al surgimiento de nuevas formas de agresividad social… a la pérdida de identidad» , al desarraigo».
»Quiero expresar mi aliento a cuantos, a nivel local e internacional, trabajan para asegurar que el proceso de urbanización se convierta en un instrumento eficaz para el desarrollo y la integración, a fin de garantizar a todos, y en especial a las personas que viven en barrios marginales, condiciones de vida dignas, garantizando los derechos básicos a la tierra, al techo y al trabajo…. La futura Conferencia Hábitat-III, prevista en Quito para octubre de 2016, podría ser un momento importante para identificar maneras de responder a estas problemáticas».
»Dentro de pocos días, esta ciudad de Nairobi, será sede de la 10ª Conferencia Ministerial de la Organización Mundial del Comercio….. Aun reconociendo lo mucho que se ha trabajado en esta materia, parece que no se ha llegado todavía a un sistema comercial internacional equitativo y totalmente al servicio de la lucha contra la pobreza y la exclusión. Las relaciones comerciales entre los Estados, parte indispensable de las relaciones entre los pueblos, pueden servir tanto para dañar el ambiente como para recuperarlo y asegurarlo para las generaciones futuras».
»En particular, quiero unirme a las preocupaciones de tantas realidades comprometidas en la cooperación al desarrollo y en la asistencia sanitaria –entre ellos las congregaciones religiosas que asisten a los más pobres y excluidos–, acerca de los acuerdos sobre la propiedad intelectual y el acceso a las medicinas y cuidados esenciales de la salud. Los Tratados de libre comercio regionales sobre la protección de la propiedad intelectual, en particular en materia farmacéutica y de biotecnología, no sólo no deben limitar las facultades ya otorgadas a los Estados por los acuerdos multilaterales, sino que, al contrario, deberían ser un instrumento para asegurar un mínimo de atención sanitaria y de acceso a los remedios básicos para todos. Las discusiones multilaterales, a su vez, deben dar a los países más pobres el tiempo, la elasticidad y las excepciones necesarias para una adecuación ordenada y no traumática a las normas comerciales. La interdependencia y la integración de las economías no debe suponer el más mínimo detrimento de los sistemas de salud y de protección social existentes; al contrario, deben favorecer su creación y funcionamiento. Algunos temas sanitarios, como la eliminación de la malaria y la tuberculosis, la cura de las llamadas enfermedades »huérfanas» y los sectores de la medicina tropical desatendidos, reclaman una atención política primaria, por encima de cualquier otro interés comercial o político».
»África ofrece al mundo una belleza y una riqueza natural que nos lleva a alabar al Creador. Este patrimonio africano y de toda la humanidad sufre un constante riesgo de destrucción, causado por egoísmos humanos de todo tipo y por el abuso de situaciones de pobreza y exclusión. En el contexto de las relaciones económicas entre los Estados y los pueblos no se puede dejar de hablar de los tráficos ilegales que crecen en un ambiente de pobreza y que, a su vez alimentan la pobreza y la exclusión. El comercio ilegal de diamantes y piedras preciosas, de metales raros o de alto valor estratégico, de maderas y material biológico, y de productos animales, como el caso del tráfico de marfil y la consecuente matanza de elefantes, alimenta la inestabilidad política, alimenta el crimen organizado y el terrorismo. También esta situación es un grito de los hombres y de la tierra que tiene que ser escuchado por la Comunidad Internacional».
»Renuevo una vez más el apoyo de la Comunidad Católica, y el mío de seguir rezando y colaborando para que los frutos de la cooperación regional que se expresan hoy en la Unión Africana y en los muchos acuerdos africanos de comercio, cooperación y desarrollo sean vividos con vigor y teniendo siempre en cuenta el bien común de los hijos de esta tierra».
Francisco en Uganda: A pesar de nuestros diferentes credos y convicciones, todos estamos llamados a buscar la verdad, a trabajar por la justicia y la reconciliación
Ciudad del Vaticano, 28 de noviembre de 2015 (Vis).-El Papa Francisco llegó ayer tarde a Uganda, la segunda etapa de su viaje apostólico en Africa. Lo esperaban en el aeropuerto el Presidente Yoweri Kaguta Museweni, diversas autoridades religiosas y civiles y un grupo de danzadores que ejecutó en su honor un baile tradicional. Desde el aeropuerto el Santo Padre se trasladó al State House, de Entebbe, donde después de saludar en privado a la familia del presidente -que también era Jefe de Estado durante la visita de San Juan Pablo a ese país en 1993- encontró a las autoridades y al cuerpo diplomático de Uganda.
En el discurso pronunciado en el Salón de las Conferencias, Francisco recordó que con su visita quería conmemorar el quincuagésimo aniversario de la canonización de los mártires de Uganda por su predecesor, el Papa Pablo VI, pero que esperaba, al mismo tiempo que su visita fuera vista »como un signo de amistad, aprecio y aliento a todo el pueblo de esta gran nación».
»Los mártires, tanto católicos como anglicanos, son verdaderos héroes nacionales -subrayó- Ellos dan testimonio de los principios rectores expresados en el lema de Uganda: »Por Dios y mi país».. Nos recuerdan el papel fundamental que ha tenido y sigue teniendo la fe, la rectitud moral y el compromiso por el bien común, en la vida cultural, económica y política de este país. También nos recuerdan que, a pesar de nuestros diferentes credos y convicciones, todos estamos llamados a buscar la verdad, a trabajar por la justicia y la reconciliación, y a respetarnos, protegernos y ayudarnos unos a otros como miembros de una única familia humana. Estos altos ideales son especialmente importantes en hombres y mujeres, como ustedes, que han de garantizar una buena y transparente gestión pública, un desarrollo humano integral, una amplia participación en la vida nacional, así como una distribución racional y justa de los bienes que el Creador ha otorgado con abundancia a estas tierras».
»Mi visita -prosiguio- pretende también llamar la atención sobre África en su conjunto, sus promesas, sus esperanzas, sus luchas y sus logros. El mundo mira a África como al continente de la esperanza. En efecto, Uganda ha sido bendecida por Dios con abundantes recursos naturales, que ustedes tienen el cometido de administrar con responsabilidad. Pero, sobre todo, la nación ha sido bendecida en su gente: sus familias fuertes, sus jóvenes y sus ancianos… que son la memoria viva de todos los pueblos».
Francisco elogió igualmente la »preocupación excepcional» que Uganda había mostrado por acoger a los refugiados, »para que puedan reconstruir sus vidas con seguridad y con el sentido de la dignidad que proporciona el ganarse el sustento mediante un trabajo honrado. Nuestro mundo, atrapado en guerras, violencia, y diversas formas de injusticia, es testigo de un movimiento de personas sin precedentes. La manera como los tratamos es una prueba de nuestra capacidad de humanidad, de nuestro respeto por la dignidad humana y, sobre todo, de nuestra solidaridad con estos hermanos y hermanas necesitados».
»Deseo seguir alentando -dijo al final de su discurso- los muchos esfuerzos que de modo discreto se están realizando en favor de los pobres, los enfermos y todos los que pasan dificultad. En estos pequeños signos se manifiesta el alma verdadera de un pueblo. En muchos sentidos, nuestro mundo experimenta hoy un crecimiento armónico; al mismo tiempo, sin embargo, vemos con preocupación la globalización de una »cultura del descarte», que nos hace perder de vista los valores espirituales, endurece nuestros corazones ante las necesidades de los pobres y roba la esperanza a nuestros jóvenes».
»Con el deseo de encontrarme con ustedes y compartir este tiempo juntos, pido a Dios que usted, Señor Presidente, y todo el querido pueblo de Uganda respondan siempre a los valores que han forjado el alma de su nación. Invoco de todo corazón sobre todos ustedes las abundantes bendiciones del Señor», concluyó.
En el santuario de Munyonyo el Papa pide que los mártires ugandeses concedan a los catequistas la gracia de ser maestros de sabiduría
Ciudad del Vaticano, 28 noviembre 2015 (VIS).- Finalizado su encuentro con la clase dirigente de Uganda, el Papa recorrió en automóvil los 38 km., que separan Entebbe de Munyonyo, el lugar donde el rey Mwanga (1884-1903) tomó la decisión de exterminar a los cristianos y donde fueron asesinados los primeros cuatro mártires de Uganda en mayo de 1886, entre los cuales San Andrés Kaggwa, patrono de los catequistas ugandeses. tra il 15 novembre 1885 e il 27 gennaio 1887. Todos los años los catequistas se reúnen en la zona del santuario de Munyonyo, confiado a los Franciscanos Conventuales, donde se está construyendo una nueva iglesia que tendrá capacidad para mil personas. Entre los catequistas que participaron en el encuentro con el Santo Padre había también una representación de los maestros del Uganda National Council of Laity, dado que los laicos han jugado y juegan un papel muy importante en la evangelización del país.
A su llegada, Francisco fue recibido por el Superior de los Franciscanos y por el arzobispo de Kampala Cyprian Kizito Lwanga, que lo acompañaron al atrio de la iglesia donde plantó un árbol, regándolo con agua, junto al arzobispo y los líderes de las Confesiones Ortodoxa y Protestante para subrayar la dimensión ecuménica de los mártires ugandeses, porque a los veintidós servidores, pajes y funcionarios del rey Mwanga II, convertidos al catolicismo por los misioneros de África, hay que unir las decenas de anglicanos asesinados bajo el reinado de Mwanga.
Después de bendecir la nueva estatua de San Andrés Kaggywa, colocada en el lugar de su martirio, el Papa dirigió un discurso a los catequista agradecíendoles en primer lugar, sus sacrificios para llevar adelante su misión. »Ustedes enseñan -dijo lo que Jesús enseñó. Instruyen a los adultos y ayudan a los padres para que eduquen a sus hijos en la fe, y lleváis a todos la alegría y la esperanza de la vida eterna. Gracias por su dedicación, por el ejemplo que ofrecen, por la cercanía al pueblo de Dios en su vida cotidiana y por los tantos modos en que plantan y cultivan la semilla de la fe en toda esta vasta tierra. Gracias especialmente por el hecho de enseñar a rezar a los niños y a los jóvenes».
»Sé que su trabajo, aunque gratificante, no es fácil. Por eso les animo a perseverar, y pido a sus Obispos y a sus sacerdotes que les den una formación doctrinal, espiritual y pastoral que les ayude cada vez más en su acción. Aun cuando la tarea parece difícil, los recursos resultan insuficientes y los obstáculos demasiado grandes, les hará bien recordar que el suyo es un trabajo santo. El Espíritu Santo está presente allí donde se proclama el nombre de Cristo. Él está en medio de nosotros cada vez que en la oración elevamos el corazón y la mente a Dios. Él les dará la luz y la fuerza que necesitan. El mensaje que llevan hundirá más sus raíces en el corazón de las personas en la medida en que ustedes sean no solo maestros, sino también testigos. Que su ejemplo haga ver a todos la belleza de la oración, el poder de la misericordia y del perdón, la alegría de compartir la Eucaristía con todos los hermanos y hermanas».
»La comunidad cristiana en Uganda ha crecido mucho gracias al testimonio de los mártires -recordó. Ellos han dado testimonio de la verdad que hace libres; estuvieron dispuestos a derramar su sangre para permanecer fieles a lo que sabían que era bueno, bello y verdadero. Estamos hoy aquí en Munyonyo, donde el Rey Mwanga decidió eliminar a los seguidores de Cristo. No tuvo éxito en su intento, como tampoco el Rey Herodes consiguió matar a Jesús. La luz brilló en las tinieblas y las tinieblas no prevalecieron. Después de haber visto el valiente testimonio de san Andrés Kaggwa y de sus compañeros, los cristianos en Uganda creyeron todavía más en las promesas de Cristo».
»Que san Andrés, su Patrón, y todos los catequistas ugandeses mártires- finalizó el Pontífice- obtengan para ustedes la gracia de ser maestros con sabiduría, hombres y mujeres cuyas palabras estén colmadas de gracia, de un testimonio convincente del esplendor de la verdad de Dios y de la alegría del Evangelio. Vayan sin miedo a cada ciudad y pueblo de este país para difundir la buena semilla de la Palabra de Dios, y tengan confianza en su promesa de que volverán contentos, con gavillas de abundante cosecha».
Acabado el encuentro el Papa regresó a la nunciatura de Kampala, donde recibió la visita del Presidente de Sudán del Sur Salva Kiir. El Director de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, P- Federico Lombardi subrayó ayer que dicha visita representa un gesto especial que atestigua la atención con la que el Santo Padre sigue la atormentada situación de ese país, el más joven de África, -independiente desde julio de 2011- y que cuenta entre sus fundadores con un obispo católico, mons. Cesare Mazzolari, fallecido poco después del nacimiento de Sudán del Sur que en sus cinco años de vida no ha conocido la paz, no obstante los ideales que inspiraron su nacimiento fueran los de la pacificación entre las etnias y con Sudán».
En los santuarios de Namugongo: »Recordamos con gratitud el sacrificio de los mártires ugandeses católicos y anglicanos»
Ciudad del Vaticano, 28 de noviembre de 2015 (Vis).-A primera hora de esta mañana, el Papa ha visitado el santuario anglicano de Namugongo (bajo la jurisdicción de la Iglesia de Uganda) que surge en el lugar del martirio de 25 mártires ugandeses (1884-1887), católicos y anglicanos, cuyas reliquias se conservan en una capilla adyacente al edificio sacro que dista pocos kilómetros del santuario católico. Francisco fue acogido por el arzobispo anglicano Stanley Ntagali y descubrió una placa conmemorativa cerca de la capilla, restaurada en fecha reciente, y se dirigió al lugar donde los mártires fueron condenados, torturados y asesinados. En el santuario había una nutrida representación, 40 obispos, del episcopado anglicano ugandés. Después de rezar durante unos minutos en silencio, el Santo Padre se despidió del arzobispo Ntagali para recorrer en papamóvil los tres kilómetros que separan el santuario anglicano del católico.
El santuario nacional católico de Namugongo surge en una gran parque natural donde las ceremonias religiosas se desarrollan a menudo al aire libre, dada la gran afluencia de fieles. La forma de la iglesia recuerda la de las cabañas de la etnia Baganda y se asienta sobre 22 pilastras que recuerdan a los 22 mártires católicos. Frente a la entrada principal de la basílica, bajo el gran altar está el lugar donde Carlos Lwanga fue quemado vivo en 1886. La iglesia fue consagrada por el beato Pablo VI durante su viaje apostólico a Uganda en 1969 y es meta de peregrinaciones a lo largo del año, pero sobre todo el 3 de junio, día del martirio de Carlos Lwanga.
Antes de celebrar la Eucaristía, Francisco se detuvo en la basílica para rezar ante el altar que conserva las reliquias de Carlos Lwanga. Después dio una vuelta en papamóvil para saludar a los miles de fieles que participaron en la misa votiva por el quincuagésimo aniversario de la canonización de los mártires de Uganda y pronunció la siguiente homilía:
»Desde la época Apostólica hasta nuestros días, ha surgido un gran número de testigos para proclamar a Jesús y manifestar el poder del Espíritu Santo. Hoy, recordamos con gratitud el sacrificio de los mártires ugandeses, cuyo testimonio de amor por Cristo y su Iglesia ha alcanzado precisamente »los extremos confines de la tierra». Recordamos también a los mártires anglicanos, su muerte por Cristo testimonia el ecumenismo de la sangre. Todos estos testigos han cultivado el don del Espíritu Santo en sus vidas y han dado libremente testimonio de su fe en Jesucristo, aun a costa de su vida, y muchos de ellos a muy temprana edad».
»También nosotros hemos recibido el don del Espíritu, que nos hace hijos e hijas de Dios, y también para dar testimonio de Jesús y hacer que lo conozcan y amen en todas partes. Hemos recibido el Espíritu cuando renacimos por el bautismo, y cuando fuimos fortalecidos con sus dones en la Confirmación. Cada día estamos llamados a intensificar la presencia del Espíritu Santo en nuestra vida, a »reavivar» el don de su amor divino para convertirnos en fuente de sabiduría y fuerza para los demás».
»El don del Espíritu Santo se da para ser compartido. Nos une mutuamente como fieles y miembros vivos del Cuerpo místico de Cristo. No recibimos el don del Espíritu sólo para nosotros, sino para edificarnos los unos a los otros en la fe, en la esperanza y en el amor. Pienso en los santos José Mkasa y Carlos Lwanga que, después de haber sido instruidos por otros en la fe, han querido transmitir el don que habían recibido. Lo hicieron en tiempos difíciles. No estaba amenazada solamente su vida, sino también la de los muchachos más jóvenes confiados a sus cuidados. Dado que ellos habían cultivado la propia fe y habían crecido en el amor de Cristo, no tuvieron miedo de llevar a Cristo a los demás, aun a precio de la propia vida. Su fe se convirtió en testimonio; venerados como mártires, su ejemplo sigue inspirando hoy a tantas personas en el mundo. Ellos siguen proclamando a Jesucristo y el poder de la cruz».
»Si, a semejanza de los mártires, reavivamos cotidianamente el don del Espíritu Santo que habita en nuestros corazones, entonces llegaremos a ser de verdad los discípulos misioneros que Cristo quiere que seamos. Sin duda, lo seremos para nuestras familias y nuestros amigos, pero también para los que no conocemos, especialmente para quienes podrían ser poco benévolos e incluso hostiles con nosotros. Esta apertura hacia los demás comienza en la familia, en nuestras casas, donde se aprende a conocer la misericordia y el amor de Dios. Y se expresa también en el cuidado de los ancianos y de los pobres, de las viudas y de los huérfanos».
»El testimonio de los mártires nuestra, a todos los que han conocido su historia, entonces y hoy, que los placeres mundanos y el poder terreno no dan alegría ni paz duradera. Es más, la fidelidad a Dios, la honradez y la integridad de la vida, así como la genuina preocupación por el bien de los otros, nos llevan a esa paz que el mundo no puede ofrecer. Esto no disminuye nuestra preocupación por las cosas de este mundo, como si mirásemos solamente a la vida futura. Al contrario, nos ofrece un objetivo para la vida en este mundo y nos ayuda a acercarnos a los necesitados, a cooperar con los otros por el bien común y a construir, sin excluir a nadie, una sociedad más justa, que promueva la dignidad humana, defienda la vida, don de Dios, y proteja las maravillas de la naturaleza, la creación, nuestra casa común’.
»Queridos hermanos y hermanas, esta es la herencia que han recibido de los mártires ugandeses: vidas marcadas por la fuerza del Espíritu Santo, vidas que también ahora siguen dando testimonio del poder transformador del Evangelio de Jesucristo. Esta herencia no la hacemos nuestra como un recuerdo circunstancial o conservándola en un museo como si fuese una joya preciosa. En cambio, la honramos verdaderamente, y a todos los santos, cuando llevamos su testimonio de Cristo a nuestras casas y a nuestros prójimos, a los lugares de trabajo y a la sociedad civil, tanto si nos quedamos en nuestras propias casas como si vamos hasta los más remotos confines del mundo».
»Que los mártires ugandeses, junto con María, Madre de la Iglesia, intercedan por nosotros, y que el Espíritu Santo encienda en nosotros el fuego del amor divino. Omukama abawe omukisa. (Que Dios los bendiga)».
El Papa a los jóvenes de Kenia: El tribalismo se vence escuchando, abriendo el corazón y dándose la mano
Ciudad del Vaticano, 28 de noviembre de 2015 (Vis).-Como recordarán nuestros lectores, el último acto del Papa en Kenia fue su encuentro con los jóvenes en el estadio Kasarani, donde dejando de lado el discurso preparado, prefirió responder directamente a sus preguntas en español. Reproducimos a continuación amplios extractos de las respuesas que Francisco dio a los jóvenes keniotas:
»Existe una pregunta en la base de todas las preguntas que me hicieron : ¿Por qué suceden las divisiones, las peleas, las guerras, las muertes, los fanatismos…? ¿Por qué existe ese deseo de destruirnos? En las primeras páginas de la Biblia, después de todas esas maravillas que hizo Dios, un hermano mata a otro hermano. El espíritu del mal nos lleva a la destrucción, y el espíritu del mal nos lleva a la desunión, nos lleva al tribalismo, a la corrupción, a la drogadicción, nos lleva a la destrucción por los fanatismos. Manuel preguntaba, ¿cómo hacer para que un fanatismo ideológico no nos robe a un hermano, no nos robe a un amigo?…Lo primero que yo respondería es que un hombre pierde lo mejor de su ser humano, una mujer pierde lo mejor de su ser humano, cuando se olvida de rezar, porque se siente omnipotente, porque no siente necesidad de pedir ayuda, delante de tantas tragedias. …La vida está llena de dificultades, pero hay dos maneras de mirar las dificultades: o lo mirás como algo que te bloquea, te destruye y te detiene, o lo mirás como una oportunidad. A vos te toca elegir:… dejarme vencer por la dificultad o transformar la dificultad en una oportunidad para vencer yo? Y ahora, algunas dificultades que ustedes nombraron, que son desafíos».
»Un desafío que mencionó Lynette es el del tribalismo. El tribalismo destruye una nación. …. El tribalismo sólo se vence con el oído, con el corazón y con la mano. Con el oído: ¿Cuál es tu cultura?, ¿por qué sos así?, ¿por qué tu tribu tiene estas costumbres?, … Con el corazón: una vez que escuché con el oído la respuesta abro el corazón y tiendo la mano para seguir dialogando…. Yo los quiero invitar ahora, a ustedes jóvenes …y que todos nos tomemos de la mano, de pie, como un signo contra el tribalismo. Todos somos una nación… Vencer el tribalismo es un trabajo de todos los días. Un trabajo del oído: escuchar al otro. Un trabajo del corazón: abrir mí corazón al otro. Y un trabajo de las manos: darse las manos uno con otro. Y ahora nos damos la mano unos con otros».
»Otra pregunta… es la de la corrupción. …La corrupción es algo que se nos mete adentro; es como el azúcar, es dulce, nos gusta, es fácil, y después terminamos mal. De tanta azúcar fácil terminamos diabéticos o nuestro país termina diabético. Cada vez que aceptamos una coima, y la metemos en el bolsillo, destruimos nuestro corazón, destruimos nuestra personalidad y destruimos nuestra patria….Lo que vos robás con la corrupción… también va a quedar … en el corazón de tantos hombres y mujeres que quedaron heridos por tu ejemplo de corrupción. Va a quedar en la falta de bien que pudiste hacer y no hiciste. Va a quedar en los chicos enfermos, con hambre, porque el dinero que era para ellos, por tu corrupción, te lo guardaste para vos. Chicos y chicas, la corrupción no es un camino de vida, es un camino de muerte».
»Manuel hizo preguntas incisivas también.¿Qué podemos hacer para impedir el reclutamiento de nuestros seres queridos? ¿Qué podemos hacer para hacerlos volver? Para responder esto tenemos que saber por qué un joven, lleno de ilusiones, se deja reclutar… y se aparta de su familia, de sus amigos, de su tribu, de su patria, se aparta de la vida porque aprende a matar. Y ésta es una pregunta que ustedes tienen que hacer a todas las autoridades: Si un joven o una joven no tiene trabajo, no puede estudiar, ¿qué puede hacer? …Lo primero que tenemos que hacer, para evitar que un joven sea reclutado o quiera ser reclutado, es educación y trabajo. Si un joven no tiene trabajo, ¿qué futuro le espera? Y ahí entra la idea de dejarse reclutar…. Ahí está el peligro. Es un peligro social que está más allá de nosotros, incluso más allá del país, porque depende de un sistema internacional que es injusto, que tiene al centro de la economía no a la persona, sino al dios dinero»
Otra pregunta fue: ¿Cómo podemos ver la mano de Dios en las tragedias de la vida?: »Mirá esta pregunta se la hacen los hombres y las mujeres de todo el mundo, de una u otra manera, y no encuentran explicación. Más aún, hay preguntas que por más que te rompas la cabeza pensando no vas a encontrar explicación. ¿Cómo puedo ver la mano de Dios en una tragedia de la vida? Hay una sola… iba a decir una sola respuesta. No, no es respuesta, hay un solo camino: mirá al Hijo de Dios. Dios lo entregó para salvarnos a todos. Dios mismo se hizo tragedia. Dios mismo se dejó destruir en la cruz. Y cuando estés que no entendés algo, cuando estés desesperado, cuando se te viene el mundo encima, mirá la cruz. Ahí está el fracaso de Dios, ahí está la destrucción de Dios, pero también ahí está un desafío a nuestra fe: la esperanza».
»Y una última pregunta…: ¿Qué palabras tiene por los jóvenes que no experimentan amor de sus familias? ¿Es posible salir de esta experiencia? En todas partes hay chicos abandonados, o porque los abandonaron cuando nacieron o porque la vida los abandonó ‒o la familia, o los padres‒, y no sienten el afecto de la familia. Por eso la familia es tan importante…. Hay un solo remedio para salir de esas experiencias: hacer aquello que yo no recibí. Si vos no recibiste comprensión, sé comprensivo con los demás; si vos no recibiste amor, amá a los demás; si vos sentiste el dolor de la soledad, acércate a aquellos que están solos. La carne se cura con la carne, y Dios se hizo carne para curarnos a nosotros. Hagamos lo mismo nosotros con los demás».
Encuentro con los jóvenes ugandeses: Por vuestras venas corre la sangre de los mártires
Ciudad del Vaticano, 29 de noviembre de 2015 (Vis).-Ayer tarde el Papa encontró a los jóvenes de Uganda en el Kololo air strip, un ex aeropuerto cercano a Kampala que se utiliza actualmente para acontecimientos de masa y que puede albergar hasta cien mil personas. Los jóvenes habían participado en la misa que Francisco había celebrado pocas horas antes en el santuario católico de Namugongo a través de pantallas gigantes colocadas en la zona. En Kololo estaban presentes, además, las autoridades civiles responsables de la educación y del deporte y, en un sector especial, 200 jóvenes sordos, refugiados y capellanes de la pastoral juvenil. En el palco, otros 50 jóvenes, una pareja procedente de cada diócesis del país y un grupo de huérfanos.
El Papa, dando por leído el discurso que reproducimos más abajo, prefirió conversar con los presentes después de haber escuchado el testimonio de dos jóvenes Emmanuel Odokonyero y Winnie Nansumba, que habían pasado por pruebas muy duras, desde la enfermedad y la depresión, al reclutamiento, a asistir a la tortura y al asesinato de sus amigos.
»A medida que he estado escuchando , me hice una pregunta -dijo el Papa- ¿Una experiencia negativa puede servir para algo en la vida? ¡Sí! …Muchos de acá, muchos de los que estamos acá hemos tenido experiencias negativas. Siempre está la posibilidad de abrir un horizonte, de abrirlo con la fuerza de Jesús …Porque Jesús es el Señor…Jesús puede todo. Y Jesús sufrió la experiencia más negativa de la historia: fue insultado, fue rechazado y fue asesinado. Y Jesús, por el poder de Dios, resucitó. Él puede hacer en cada uno de nosotros lo mismo, con cada experiencia negativa porque Jesús es el Señor».
»Yo me imagino – y todos juntos hagamos un acto de imaginarnos- el sufrimiento de Emmanuel, cuando veía que sus compañeros eran torturados, cuando veñia que sus compañeros eran asesinados. Pero Emmanuel fue valiente -subrayó Francisco-Arriesgó se confío en Jesús y se escapó , y hoy lo tenemos aquí,
Arriesgó, se confió en Jesús y se escapó, y hoy lo tenemos aquí, después de 14 años, graduado en Ciencias Administrativas. Siempre se puede. Nuestra vida es como una semilla: para vivir hay que morir; y morir, a veces, físicamente, como los compañeros de Emmanuel; morir como murió Carlos Lwanga y los mártires de Uganda. Pero a través de esa muerte, hay una vida, una vida para todos. Si yo transformo lo negativo en positivo, soy un triunfador. Pero eso solamente se puede hacer con la gracia de Jesús. ¿Están seguros de esto?… ¿Están dispuestos a transformar en la vida todas las cosas negativas en positivo?…¿Están dispuestos a transformar el odio en amor?…¿Están dispuestos a querer transformar la guerra en la paz? … Ustedes tengan conciencia que son un pueblo de mártires, por las venas de ustedes corre sangre de mártires, y por eso tienen la fe y la vida que tienen ahora. Y esta fe y esta vida, es tan linda, que se la llama “la perla del África».
»Si vos querés que Jesús te cambie la vida, pedíle ayuda -exclamó- Y esto se llama rezar. … Rezadle a Jesús, porque él es el Salvador. ¡Nunca dejen de rezar! La oración es el arma más fuerte que tiene un joven. Jesús nos quiere…. Entonces, abríle la puerta de tu corazón y dejálo entrar. Dejar entrar a Jesús en mi vida. Y cuando Jesús entra en tu vida, Jesús va a luchar, a luchar contra todos los problemas .. Luchar contra la depresión, luchar contra el AIDS (SIDA). Pedir ayuda para superar esas situaciones, pero siempre luchar. Luchar con mi deseo y luchar por mi oración».
Y una tercera cosa que les quiero decir. Todos nosotros estamos en la Iglesia, pertenecemos a la Iglesia. … Y la Iglesia tiene una Madre… María.. Rezar a la Madre. Cuando un chico se cae, se lastima, se pone a llorar y va a buscar a la mamá. Cuando nosotros tenemos un problema, lo mejor que podemos hacer es ir donde nuestra Madre, y rezarle a María, nuestra Madre.
Las tres cosas. Superar las dificultades. Segundo: transformar lo negativo en positivo. Tercero: oración. Oración a Jesús que lo puede todo. Jesús que entra en nuestro corazón y nos cambia la vida. Jesús que vino para salvarme y dio su vida por mí. Rezad a Jesús porque Él es el único Señor. Y como en la Iglesia no somos huérfanos y tenemos una Madre, rezad a nuestra Madre».
Sigue el discurso que había preparado el Santo Padre:
»Queridos jóvenes, queridos amigos:
Me alegro de estar aquí y compartir con ustedes estos momentos. Saludo a mis hermanos Obispos y también a las Autoridades civiles aquí presentes. Agradezco al Obispo Paul Ssemogerere sus amables palabras de bienvenida. El testimonio de Winnie y Emmanuel refuerzan mi impresión de que la Iglesia en Uganda está repleta de jóvenes que quieren un futuro mejor. Hoy, si ustedes me lo permiten, quisiera confirmarlos en la fe, alentarlos en el amor y, en especial, fortalecerlos en la esperanza.
La esperanza cristiana no es un simple optimismo; es mucho más que eso. Tiene sus raíces en la vida nueva que hemos recibido en Jesucristo. San Pablo dice que la esperanza no defrauda, porque en el bautismo el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo . La esperanza nos hace capaces de confiar en las promesas de Cristo, en la fuerza de su perdón, de su amistad, de su amor, que nos abre las puertas a una vida nueva. Y, precisamente cuando ustedes afrontan un problema, un fracaso, cuando sufren un duro revés, es cuando deben anclar su corazón en este amor, porque tiene poder para cambiar la muerte en vida y eliminar todos los males.
Por eso, esta tarde quisiera ante todo invitarlos a rezar para que este don crezca en ustedes y puedan recibir la gracia de convertirse en misioneros de esperanza. Hay muchísimas personas cerca de nosotros que sufren una profunda inquietud e incluso desesperación. Jesús puede disolver estas nubes, si se lo permitimos.
Quisiera compartir también con ustedes algunas ideas sobre ciertos obstáculos que podrían encontrar en el camino de la esperanza. Todos ustedes anhelan un futuro mejor, encontrar un trabajo seguro, gozar de buena salud y bienestar, y esto es bueno. Por el bien del pueblo y de la Iglesia, desean compartir con los demás sus dones, sus aspiraciones y su entusiasmo, y esto es muy bueno. Pero muchas veces, cuando ven la pobreza, cuando constatan la falta de oportunidades o experimentan los fracasos en la vida, puede surgir y crecer en ustedes un sentimiento de desesperación. Pueden caer en la tentación de perder la esperanza.
¿Han visto alguna vez a un niño que se detiene en medio de la calle porque se encuentra un charco que no puede saltar ni bordear? Intenta hacerlo, pero cae y se moja. Entonces, tras varios intentos, pide ayuda a su papá, que lo toma de la mano y lo hace pasar rápidamente al otro lado. Nosotros somos como ese niño. La vida nos depara muchos charcos. No podemos superar todos los problemas y los obstáculos contando sólo con nuestras pobres fuerzas. Sin embargo, si se lo pedimos, Dios está ahí, listo para tomarnos de la mano.
Lo que quiero decir es que todos nosotros, incluso el Papa, deberíamos parecernos a ese niño, porque sólo cuando somos pequeños y humildes nos atrevemos a pedir ayuda a nuestro Padre. Si han tenido la experiencia de haber recibido esta ayuda, saben a qué me estoy refiriendo. Necesitamos aprender a poner nuestra esperanza en él, persuadidos de que siempre está ahí, esperándonos. Esto nos inspira confianza y valor. Pero sería un error –y es imprescindible no olvidarlo– que no compartiéramos esta hermosa experiencia con los demás. Nos equivocaríamos si no nos convirtiéramos en mensajeros de esperanza para los demás.
Quisiera mencionar un »charco» del todo particular que puede asustar a los jóvenes que desean crecer en la amistad con Cristo. Se trata del miedo a fracasar en el compromiso asumido con el amor, sobre todo en ese ideal grande y sublime del matrimonio cristiano. Se puede tener miedo de no llegar a ser una buena esposa y una buena madre, un buen marido y un buen padre. Si nos quedamos mirando ese charco, corremos el riesgo de ver reflejadas en él nuestras propias debilidades y miedos. Por favor, no se dobleguen ante ellos. Estos temores provienen, a veces, del diablo, que no quiere que sean felices. Pero no. Invoquen la ayuda de Dios, ábranle el corazón y Él los aliviará, tomándolos en sus brazos, y les enseñará a amar. De modo especial pido a las parejas jóvenes que tengan confianza en que Dios quiere bendecir su amor y su vida con su gracia en el sacramento del matrimonio. En el corazón del matrimonio cristiano está el don del amor de Dios y no la organización de suntuosas fiestas que oscurecen el profundo significado espiritual de lo que debería ser una jubilosa celebración con familiares y amigos.
Por último, un »charco» al que todos debemos enfrentarnos es el miedo a ser diferentes, a ir en contra de la corriente en una sociedad que constantemente nos impulsa a adoptar modelos de bienestar y consumismo ajenos a los valores profundos de la cultura africana. Piensen qué dirían los mártires de Uganda sobre el mal uso de los modernos medios de comunicación, que exponen a los jóvenes a imágenes y visiones deformadas de la sexualidad que degradan la dignidad humana y sólo conducen a la tristeza y al vacío interior. Cuál sería la reacción de los mártires ugandeses ante el crecimiento de la codicia y la corrupción en la sociedad. Seguramente les pedirían que fueran modelos de vida cristiana, con la confianza de que el amor a Cristo, la fidelidad al Evangelio y el uso racional de los dones que Dios les ha dado contribuyen a enriquecer, purificar y elevar la vida de este país. Ellos siguen indicándoles también hoy el camino. No tengan miedo a dejar que la luz de la fe brille en sus familias, en las escuelas y en los ambientes de trabajo. No tengan miedo a entrar en diálogo humilde con otras personas que puedan tener una visión diferente de las cosas.
Queridos jóvenes, queridos amigos, viendo sus rostros me siento lleno de esperanza: esperanza por ustedes, por su país y por la Iglesia. Les pido que oren para que esta esperanza que han recibido del Espíritu Santo siga inspirando sus esfuerzos para crecer en sabiduría, generosidad y bondad. No olviden ser mensajeros de esta esperanza. Y no olviden que Dios los ayudará a atravesar cualquier »charco» que encuentren a lo largo de su camino.
Tengan esperanza en Cristo, pues Él les hará encontrar la verdadera felicidad. Y si les resulta difícil rezar y esperar, no tengan miedo de acudir a María, porque ella es nuestra Madre, la Madre de la esperanza. Y por último les pido, por favor, que no se olviden de rezar por mí. Que Dios los bendiga.»
En la Casa de Caridad de Nalukolongo el Papa pide que las parroquias no cierren sus puertas al grito de los pobres
Ciudad del Vaticano, 29 noviembre 2015 (VIS).-Después de su encuentro con los jóvenes el Papa se desplazó ayer a la Casa de Caridad Nalukolongo, fundada en 1978 por el cardenal Emmanuel Kikwanuka Nsubunga (1914-1990), muy amado en el país y que eligió ser enterrado en Nalukolongo. El purpurado confío la Casa a las Hermanas del Buen Samaritano, congregación por él fundada, que atienden actualmente a un centenar de pobres de cualquier religión y edad, desde la primera infancia a la extrema vejez.
Nalukolongo, es un lugar que, como recordó Francisco ,en el breve discurso que dirigió a los huéspedes de la institución y a las treinta religiosas que se ocupan de ellos »ha estado siempre ligado al compromiso de la Iglesia en favor de los pobres, los discapacitados y los enfermos. Pienso particularmente -añadió- en el enorme y fructífero trabajo realizado con las personas afectadas por el SIDA. Aquí, en los primeros tiempos, se rescató a niños de la esclavitud y las mujeres recibieron una educación religiosa. Está aquí, Jesús está aquí presente, porque Él siempre dijo que estaría presente en los pobres, los enfermos, los encarcelados, los desheredados, en los que sufren. Aquí está Jesús».
»Hoy, desde esta Casa -prosiguió- quisiera hacer un llamamiento a todas las parroquias y comunidades de Uganda –y del resto de África– para que no se olviden de los pobres. El Evangelio nos impulsa a salir hacia las periferias de la sociedad y encontrar a Cristo en el que sufre y pasa necesidad. El Señor nos dice con palabras claras que nos juzgará de esto. Da tristeza ver cómo nuestras sociedades permiten que los ancianos sean descartados u olvidados. No es admisible que los jóvenes sean explotados por la esclavitud actual del tráfico de seres humanos. Si nos fijamos bien en lo que pasa en el mundo que nos rodea, da la impresión de que el egoísmo y la indiferencia se va extendiendo por muchas partes. Cuántos hermanos y hermanas nuestros son víctimas de la cultura actual del »usar y tirar», que lleva a despreciar sobre todo a los niños no nacidos, a los jóvenes y a los ancianos».
»Como cristianos, no podemos permanecer impasibles -subrayó Francisco- Algo tiene que cambiar. Nuestras familias han de ser signos cada vez más evidentes del amor paciente y misericordioso de Dios, no sólo hacia nuestros hijos y ancianos, sino hacia todos los que pasan necesidad. Nuestras parroquias no han de cerrar sus puertas y sus oídos al grito de los pobres. Se trata de la vía maestra del discipulado cristiano. Es así como damos testimonio del Señor, que no vino para ser servido sino para servir. Así ponemos de manifiesto que las personas cuentan más que las cosas y que lo que somos es más importante que lo que tenemos. En efecto, Cristo, precisamente en aquellos que servimos, se revela cada día y prepara la acogida que esperamos recibir un día en su Reino eterno».
»A través de gestos sencillos, a través de acciones sencillas y generosas, que honran a Cristo en sus hermanos y hermanas más pequeños, conseguimos que la fuerza de su amor entre en el mundo y lo cambie realmente. De nuevo les agradezco su generosidad y su caridad -dijo Francisco despidiéndose de Nalukolongo- Les recordaré en mis oraciones y les pido, por favor, que recen por mí. A todos ustedes, los confío a la tierna protección de María, nuestra Madre y les doy mi bendición».
Francisco encuentro al clero de Uganda: Mantened la memoria, seguid siendo testigos
Ciudad del Vaticano, 29 de noviembre de 2015 (Vis).-La jornada del Papa terminó con el encuentro con los sacerdotes, religiosos y seminaristas en la catedral de Kampala, dedicada al Sagrado Corazón de Jesús. Antes, el Santo Padre se había reunido con los obispos de Uganda, alrededor de treinta, incluidos los eméritos, en el arzobispado, poco distante de la catedral.
A su llegada Francisco recibió el saludo del obispo encargado de la vida consagrada, John Baptist Kaggwa, a quien entregó, para que fuera publicado, el discurso que había preparado para la ocasión y , de nuevo, se dirigió a los presentes improvisando unas palabras en español y disculpándose por no hacerlo en inglés.
»Tres cosas les quiero decir -comenzó Francisco- Primero de todo, en el libro del Deuteronomio, Moisés recuerda a su pueblo: ¡No olviden! Y lo repite durante el libro varias veces: ¡No olvidar¡ No olvidar todo lo que Dios hizo por el pueblo. Lo primero que les quiero decir a ustedes es que tengan, pidan la gracia de la memoria. Como les dije a los jóvenes: »Por la sangre de los católicos ugandeses está mezclada la sangre de los mártires». ¡No pierdan la memoria de esta semilla!, para que, así, sigan creciendo. El principal enemigo de la memoria es el olvido, pero no es el más peligroso. El enemigo más peligroso de la memoria es acostumbrarse a heredar los bienes de los mayores. La Iglesia en Uganda no puede acostumbrarse nunca al recuerdo lejano de estos mártires. Mártir significa testigo. La Iglesia en Uganda para ser fiel a esa memoria tiene que seguir siendo testigo, no tienen que vivir de renta. Las glorias pasadas fueron el principio, pero ustedes tienen que hacer las glorias futuras. Y ese es el encargo que les da la Iglesia a ustedes: Sean testigos como fueron testigos los mártires que dieron la vida por el Evangelio».
»Para ser testigos – segunda palabra que les quiero decir – es necesaria la fidelidad. Fidelidad a la memoria, fidelidad a la propia vocación, fidelidad al celo apostólico. Fidelidad significa seguir el camino de la santidad. Fidelidad significa hacer lo que hicieron los testigos anteriores: ser misioneros. Quizás acá en Uganda hay diócesis que tienen mucho sacerdotes y diócesis que tienen pocos. Fidelidad significa ofrecerse al obispo para irse a otra diócesis que necesita misioneros. Y esto no es fácil. Fidelidad significa perseverancia en la vocación. Y acá quiero agradecer de una manera especial el ejemplo de fidelidad que me dieron las hermanas de la Casa de la Misericordia: fidelidad a los pobres, a los enfermos, a los más necesitados, porque Cristo está allí. Uganda fue regada con sangre de mártires, de testigos. Hoy es necesario seguir regándola, y para eso, nuevos desafíos, nuevos testimonios, nuevas misiones sino van a perder la gran riqueza que tienen y »la perla de África» terminará guardada en un museo, porque el demonio ataca así, de a poquito. Y estoy hablando no sólo para los sacerdotes, también para los religiosos. Lo de los sacerdotes lo quise decir de una manera especial respecto al problema de la misionariedad: que las diócesis con mucho clero se ofrezcan a las de menos clero, entonces Uganda va a seguir siendo misionera».
»Memoria que significa fidelidad; y fidelidad que solamente es posible con la oración. Si un religioso, una religiosa, un sacerdote deja de rezar o reza poco, porque dice que tienen mucho trabajo, ya empezó a perder la memoria y ya empezó a perder la fidelidad. Oración que significa también humillación. La humillación de ir con regularidad al confesor a decir los propios pecados. No se puede renguear de las dos piernas. Los religiosos, las religiosas y los sacerdotes no podemos llevar doble vida. Si sos pecador, si sos pecadora, ¡pedí perdón!, pero no mantengas escondido lo que Dios no quiere, no mantengas escondida la falta de fidelidad, no encierres en el armario, la memoria».
»Memoria, nuevos desafíos, fidelidad a la memoria y oración – la oración siempre empieza con reconocerse pecador –. Con esas tres columnas, »la perla del África» seguirá siendo perla y no sólo una palabra del diccionario. Que los mártires que dieron fuerza a esta Iglesia los ayuden a seguir adelante en la memoria, en la fidelidad y en la oración. Y por favor, les pido que no se olviden de rezar por mí».
Por último, Francisco invitó a los presentes a rezar todos juntos un Ave María a la Virgen.
Sigue el discurso preparado por el Santo Padre para su encuentro con el clero:
»Queridos hermanos sacerdotes,queridos religiosos y seminaristas:
Me alegro de estar con ustedes, y les agradezco su afectuosa bienvenida. Agradezco de modo particular a los que han hablado y dado testimonio de las esperanzas y preocupaciones de todos ustedes y, sobre todo, de la alegría que les anima en su servicio al pueblo de Dios en Uganda.
Me complace además que nuestro encuentro tenga lugar en la víspera del primer domingo de Adviento, un tiempo que nos invita a mirar hacia un nuevo comienzo. Durante este Adviento nos preparamos también para cruzar el umbral del Año Jubilar extraordinario de la Misericordia, que he proclamado para toda la Iglesia.
Ante la proximidad del Jubileo de la Misericordia, quisiera plantearles dos preguntas. La primera: ¿Quiénes son ustedes como presbíteros, o futuros presbíteros, y como personas consagradas? En un cierto sentido, la respuesta es fácil: ustedes son ciertamente hombres y mujeres cuyas vidas se han forjado en un »encuentro personal con Jesucristo» . Jesús ha tocado sus corazones, los ha llamado por sus nombres, y les ha pedido que lo sigan con un corazón íntegro para servir a su pueblo santo.
La Iglesia en Uganda, en su breve pero venerable historia, ha sido bendecida con numerosos testigos –fieles laicos, catequistas, sacerdotes y religiosos– que dejaron todo por amor a Jesús: casa, familia y, en el caso de los mártires, su misma vida. En la vida de ustedes, tanto en su ministerio sacerdotal como en su consagración religiosa, están llamados a continuar este gran legado, sobre todo mediante actos sencillos y humildes de servicio. Jesús desea servirse de ustedes para tocar los corazones de otras personas: Quiere servirse de sus bocas para proclamar su palabra de salvación, de sus brazos para abrazar a los pobres que Él ama, de sus manos para construir comunidades de auténticos discípulos misioneros. Ojalá que nunca nos olvidemos de que nuestro »sí» a Jesús es un »sí» a su pueblo. Nuestras puertas, las puertas de nuestras iglesias, pero sobre todo las puertas de nuestros corazones, han de estar constantemente abiertas al pueblo de Dios, a nuestro pueblo. Porque es esto lo que somos.
Una segunda pregunta que quisiera hacerles esta tarde es: ¿Qué más están llamados a hacer para vivir su vocación específica? Porque siempre hay algo más que podemos hacer, otra milla que recorrer en nuestro camino.
El pueblo de Dios, más aún, todos los pueblos, anhelan una vida nueva, el perdón y la paz. Lamentablemente hay en el mundo muchas situaciones que nos preocupan y que requieren de nuestra oración, a partir de la realidad más cercanas. Ruego ante todo por el querido pueblo de Burundi, para que el Señor suscite en las autoridades y en toda la sociedad sentimientos y propósitos de diálogo y de colaboración, de reconciliación y de paz. Si nuestra misión es acompañar a quien sufre, entonces, de la misma manera que la luz pasa a través de las vidrieras de esta Catedral, hemos de dejar que la fuerza sanadora de Dios pase a través de nosotros. En primer lugar, tenemos que dejar que las olas de su misericordia nos alcancen, nos purifiquen y nos restauren, para que podamos llevar esa misericordia a los demás, especialmente a los que se encuentran en tantas periferias geográficas y existenciales.
Sabemos bien lo difícil que es todo esto. Es mucho lo que queda por hacer. Al mismo tiempo, la vida moderna con sus evasiones puede llegar a ofuscar nuestras conciencias, a disipar nuestro celo, e incluso a llevarnos a esa »mundanidad espiritual » que corroe los cimientos de la vida cristiana. La tarea de conversión –esa conversión que es el corazón del Evangelio – hay que llevarla a cabo todos los días, luchando por reconocer y superar esos hábitos y modos de pensar que alimentan la pereza espiritual. Necesitamos examinar nuestras conciencias, tanto individual como comunitariamente.
Como ya he señalado, estamos entrando en el tiempo de Adviento, que es el tiempo de un nuevo comienzo. En la Iglesia nos gusta afirmar que África es el continente de la esperanza, y no faltan motivos para ello. La Iglesia en estas tierras ha sido bendecida con una abundante cosecha de vocaciones religiosas. Esta tarde quisiera dirigir una palabra de ánimo a los jóvenes seminaristas y religiosos aquí presentes. El llamado del Señor es una fuente de alegría y una invitación a servir. Jesús nos dice que »de lo que rebosa el corazón habla la boca» . Que el fuego del Espíritu Santo purifique sus corazones, para que sean testigos alegres y convencidos de la esperanza que da el Evangelio. Ustedes tienen una hermosísima palabra que anunciar. Ojalá la anuncien siempre, sobre todo con la integridad y la convicción que brota de sus vidas.
Queridos hermanos y hermanas, mi visita en Uganda es breve, y hoy ha sido una jornada larga. Sin embargo, considero el encuentro de esta tarde como la coronación de este día bellísimo, en el que me he podido acercar como peregrino al Santuario de los Mártires Ugandeses, en Namugongo, y me he encontrado con muchísimos jóvenes que son el futuro de la Nación y de la Iglesia. Ciertamente me iré de África con una esperanza grande en la cosecha de gracia que Dios está preparando en medio de ustedes. Les pido a cada uno que recen pidiendo una efusión abundante de celo apostólico, una perseverancia gozosa en el llamado que han recibido y, sobre todo, el don de un corazón puro, siempre abierto a las necesidades de todos nuestros hermanos y hermanas. De este modo, la Iglesia en Uganda se mostrará verdaderamente digna de su gloriosa herencia y podrá afrontar los desafíos del futuro con firme esperanza en las promesas de Cristo. Los tendré muy presentes en mi oración, y les pido que recen por mí».
El Papa llega a la República Centroafricana como mensajero de paz y apóstol de esperanza
Ciudad del Vaticano, 29 de noviembre de 2015 (Vis).-Esta mañana, a las 9,15 (hora local, 7,15, hora de Roma el Santo Padre se despidió de Uganda, para embarcarse rumbo a la República Centroafricana, última etapa de su viaje en África, a cuya capital Bangui, llegó a las 10,00 hora local, la misma hora en Roma). El Papa fue recibido por la Jefe de Estado de la Transición de la República Centroafricana, Catherine Samba-Panza, que es además vicepresidenta de la Asociación de Mujeres Juristas Africanas. La Jefe de Estado, alcalde de la capital durante el conflicto armado (2012-2013) fue elegida como presidenta ad interim para gobernar la etapa de transición del país tras la guerra civil hasta las elecciones presidenciales y parlamentarias en programa para el próximo mes de diciembre.
Desde el aeropuerto el Papa se desplazó al Palais de la Renaissance, donde tras encontrar en privado a la familia de la Presidenta, tuvo lugar su encuentro con la clase dirigente y el cuerpo diplomático acreditado en ese país a través de los cuales Francisco quiso manifestar su simpatía y cercanía espiritual a todos los centroafricanos. El Obispo de Roma saludó también a los representantes de las organizaciones internacionales cuyo trabajo evoca »el ideal de solidaridad y de cooperación que se ha de promover entre los pueblos y las naciones».
»En este momento en que la República Centroafricana se encamina, poco a poco y a pesar de las dificultades, hacia la normalización de su vida social y política, piso por primera vez esta tierra, siguiendo los pasos de mi predecesor san Juan Pablo II -continuó Francisco- Vengo como peregrino de la paz, y me presento como apóstol de la esperanza. Por este motivo, felicito a las diversas autoridades nacionales e internacionales, con la Jefa del Estado de Transición a la cabeza, por los esfuerzos que han realizado para dirigir el país en esta etapa. Deseo ardientemente que las diferentes consultas nacionales, que se celebrarán en las próximas semanas, permitan al país entrar con serenidad en una nueva etapa de su historia».
El Papa recordó el lema de la República Centroafricana,»Unidad – Dignidad – Trabajo». que resume la esperanza de los pioneros y el sueño de los padres fundadores, es como »una luz para el camino». »Hoy más que nunca -destacó- esta trilogía expresa las aspiraciones de todos los centroafricanos y, por tanto, es una brújula segura para las autoridades que han de guiar los destinos del país. Unidad, dignidad, trabajo. Tres palabras cargadas de significado, cada una de las cuales representa más una obra por hacer que un programa acabado, una tarea que llevar a cabo sin cesar».
En primer lugar, la unidad, un valor fundamental para la armonía de los pueblos. »Se ha de vivir y construir teniendo en cuenta la maravillosa diversidad del mundo circundante, evitando la tentación de tener miedo de los demás, del que no nos es familiar, del que no pertenece a nuestro grupo étnico, a nuestras opciones políticas o a nuestra religión -afirmó- La unidad requiere, por el contrario, crear y promover una síntesis de la riqueza que cada uno lleva consigo. La unidad en la diversidad es un desafío constante que reclama creatividad, generosidad, abnegación y respeto por los demás.
Después, la dignidad. Este valor moral, »sinónimo de honestidad, lealtad, bondad y honor, es el que caracteriza a los hombres y mujeres conscientes de sus derechos y de sus deberes, y que lleva al respeto mutuo. Cada persona tiene una dignidad. He escuchado con agrado que la República Centroafricana es el país »Zo Kwe zo», el país donde cada uno es una persona. Hay que hacer lo que sea para salvaguardar la condición y dignidad de la persona humana. Y el que tiene los medios para vivir una vida digna, en lugar de preocuparse por sus privilegios, debe tratar de ayudar a los pobres para que puedan acceder también a una condición de vida acorde con la dignidad humana, mediante el desarrollo de su potencial humano, cultural, económico y social. Por lo tanto, el acceso a la educación y a la sanidad, la lucha contra la desnutrición y el esfuerzo por asegurar a todos una vivienda digna, ha de tener un puesto principal en un plan de desarrollo que se preocupe de la dignidad humana. En última instancia, la grandeza del ser humano consiste en trabajar por la dignidad de sus semejantes».
La tercera, el trabajo. »A través del trabajo ustedes pueden mejorar la vida de sus familias-señaló el Papa citando las palabras de San Pablo: »No corresponde a los hijos ahorrar para los padres, sino a los padres para los hijos». »El esfuerzo de los padres pone de manifiesto su amor por los hijos -señaló- Ustedes, centroafricanos, pueden mejorar esta maravillosa tierra, usando con responsabilidad sus múltiples recursos. Su país se encuentra en una zona que, debido a su excepcional riqueza en biodiversidad, está considerada como uno de los dos pulmones de la humanidad. En este sentido, y remitiéndome a la Encíclica Laudato si’, me gustaría llamar la atención de todos, ciudadanos, autoridades del país, socios internacionales y empresas multinacionales, acerca de la grave responsabilidad que les corresponde en la explotación de los recursos medioambientales, en las opciones y proyectos de desarrollo, que de una u otra manera afectan a todo el planeta. La construcción de una sociedad próspera debe ser una obra solidaria. La sabiduría de sus gentes ha comprendido siempre esta verdad y la ha expresado en este refrán: »Aunque pequeñas, las hormigas son muchas y por eso almacenan un gran botín en su nido».
»Sin duda resulta superfluo hacer hincapié en la importancia crucial que tiene la conducta y la gestión de las autoridades públicas. Ellas deben ser las primeras que han de encarnar en sus vidas con coherencia los valores de la unidad, la dignidad y el trabajo, y ser un ejemplo para sus compatriotas.
»La historia de la evangelización de esta tierra y la historia socio-política del país dan fe del compromiso de la Iglesia con los valores de la unidad, la dignidad y el trabajo. Recordando a los pioneros de la evangelización de la República Centroafricana, saludo a mis hermanos obispos, responsables de continuarla en la actualidad. Junto a ellos, renuevo el propósito de esta Iglesia particular de contribuir cada vez más a la promoción del bien común, especialmente a través de la búsqueda de la paz y la reconciliación. No me cabe duda de que las autoridades centroafricanas, actuales y futuras, se esforzarán sin descanso para garantizar a la Iglesia unas condiciones favorables para el cumplimiento de su misión espiritual. Así podrá contribuir todavía más a »promover a todos los hombres y a todo el hombre» por usar la feliz expresión de mi predecesor, el beato Papa Pablo VI, que hace casi 50 años fue el primer Papa de los últimos tiempos que vino a África, para alentarla y confirmarla en el bien, en el alba de un nuevo amanecer».
El Papa finalizó su discurso agradeciendo los esfuerzos realizados por la Comunidad internacional, representada por el Cuerpo diplomático y los miembros de varias Misiones de las organizaciones internacionales. »Les animo fervientemente -dijo- a que sigan avanzando todavía más en el camino de la solidaridad, con la esperanza de que su compromiso, unido al de las Autoridades centroafricanas, sirva para que el país progrese, sobre todo en la reconciliación, el desarme, la preservación de la paz, la asistencia sanitaria y la cultura de una buena gestión en todos los ámbitos. Por último, me gustaría expresar de nuevo mi alegría por visitar este hermoso país, que situado en el corazón de África está habitado por un pueblo profundamente religioso y con un rico patrimonio natural y cultural. Veo que es un país bendecido por Dios. Que el pueblo de Centroáfrica, así como sus líderes e interlocutores, aprecien el verdadero valor de estos dones, trabajando sin cesar por la unidad, la dignidad humana y la paz basada en la justicia. Que Dios los bendiga a todos. Gracias».
Después de su encuentro con la clase dirigente del país, el Santo Padre se trasladó en papamóvil al campo de refugiados de la parroquia de St. Sauveur donde fue acogido por los niños que viven allí y recibió la bienvenida de una de las mujeres acogidas en St. Sauveur. El Papa saludó a todos y les dirigió unas breves palabras. »Tenemos que trabajar para hacer todo lo posible por la paz y rezar por ella- dijo- Pero la paz sin amor, sin amistad, sin tolerancia, sin perdón, no es posible. Cada uno de nosotros tiene que hacer algo. Yo os deseo a todos y a todos los centroafricanos la paz, una gran paz entre vosotros; que podáis vivir en paz, cualquiera sea vuestra etnia, cultura, religión, estado social. Paz a todos, porque todos somos hermanos».
»Me gustaría que los repitiéramos juntos» -continuó- invitando a la multitud que lo saludaba a repetirlo: »Todos somos hermanos». Y así hicieron tres veces los refugiados de St. Sauveur, mientras un traductor repetía en su idioma las palabras de Francisco. » Y por esto, porque todos somos hermanos queremos la paz», finalizó el Papa.
Está previsto que esta tarde, tras almorzar con los obispos de la República Centroafricana en la nunciatura apostólica, Francisco visite la Facultad de Teología de Bangui donde promunciará un discurso ante las comunidades evangélicas del país.
Encuentro con las Comunidades Evangélicas: Dios no hace distinción entre los que sufren
Ciudad del Vaticano, 30 de noviembre de 2015 (Vis).-Ayer tarde el Papa encontró a las comunidades evangélicas de la República Centroafricana en la Facultad Teológica Evangélica de Bangui (FATEB), instituida en 1974 por la »Association des Èvangeliques en Afrique» (AEA) para responder a las necesidades de esa Iglesia en el continente africano y por la que han pasado 650 líderes que desempeñan su servicio en las iglesias e instituciones evangélicas en 21 países africanos.
Francisco fue recibido por el decano de la Facultad y por tres miembros de la Plataforma Interreligiosa que sostuvo el proceso de pacificación nacional, el arzobispo de Bangui, el Presidente de la »Alliance des Églises Évangeliques Centrafricaines» (AEC) y el Imán de Bangui.
»Todos estamos aquí para servir al mismo Señor resucitado, que nos congrega hoy; y, gracias al mismo Bautismo recibido, estamos invitados a anunciar la alegría del Evangelio a los hombres y mujeres de este querido País de Centroáfrica», dijo el Santo Padre al principio de su discurso, tras recibir el saludo del decano de la FATEB y del presidente del AEC.
»Desde hace demasiado tiempo -recordó- su pueblo está marcado por pruebas y violencia que provocan tanto sufrimiento. Eso hace que el anuncio del Evangelio sea más necesario y urgente. Porque es la carne del mismo Cristo quien sufre en sus miembros predilectos: los pobres de su pueblo, los enfermos, los ancianos y los abandonados, los niños huérfanos o que han sido abandonados a su suerte, sin guía y sin educación. Son también todos aquellos cuya alma y cuerpo han sido heridos por la violencia y el odio; aquellos a los que la guerra les ha quitado todo, el trabajo, la casa, sus seres queridos».
»Dios no hace distinción entre los que sufren. A esto lo he llamado con frecuencia el ecumenismo de la sangre. Todas nuestras comunidades sin distinción sufren a causa de la injusticia y el odio ciego que el demonio desencadena; y en esta circunstancia, quiero expresar mi cercanía y mi solicitud hacia el Pastor Nicolás, cuya casa ha sido recientemente saqueada e incendiada, así como la sede de su comunidad. En este difícil contexto, el Señor no deja de enviarnos a manifestar a todos su ternura, su compasión y misericordia. Este sufrimiento común y esta misión común son una ocasión providencial para progresar juntos en el camino de la unidad; y son también un medio espiritual indispensable. ¿Cómo podría el Padre rechazar la gracia de la unidad, aunque todavía imperfecta, a sus hijos que sufren juntos y que en diversas ocasiones se unen para servir a los hermanos?».
Francisco reiteró que la división de los cristianos es un escándalo, porque es ante todo »contraria a la voluntad del Señor. Es también un escándalo frente al odio y la violencia que desgarra a la humanidad, frente a las numerosas contradicciones que se alzan contra el Evangelio de Cristo. Por eso, y apreciando el espíritu de respeto mutuo y de colaboración que existe entre los cristianos en su país, los animo a proseguir por este camino, sirviendo juntos con caridad. Es un testimonio de Cristo, que construye la unidad».
Por último manifestó el deseo de que con vistas a la plena comunión que anhelamos, se añadieran a la perseverancia y a la caridad »el servicio de la plegaria y de la reflexión en común, en búsqueda de un mejor conocimiento recíproco, de una mayor confianza y amistad. Les aseguro que los acompañaré con mi oración en este camino fraterno de servicio, reconciliación y misericordia, un camino largo pero lleno de alegría y esperanza».
»Pido al Señor Jesús -concluyó- que os bendiga a todos, a vuestras comunidades y también a nuestra Iglesia. Y os pido a todos que recéis por mí. Gracias».
El Papa abre la Puerta Santa de la Misericordia en Bangui, capital espiritual del mundo
Ciudad del Vaticano, 30 noviembre 2015 (VIS).-»Hoy Bangui se convierte en la capital espiritual del mundo. El Año Santo de la Misericordia viene anticipadamente a esta tierra. Una tierra que sufre desde años la guerra, el odio, la incomprensión, la falta de paz. Pero en esta tierra sufriente, también están todos los países del mundo que pasan por la cruz de la guerra». Estas fueron las palabras del Papa Francisco ayer tarde en la catedral de Nuestra Señora de la Inmaculada Concepción de Bangui antes de abrir la Puerta Santa y dar inicio al Jubileo de la Misericordia.
Bangui se convierte así, como subrayó Francisco, en la capital espiritual de la oración por la misericordia del Padre. »Todos nosotros pedimos paz, misericordia, reconciliación, perdón. Para Bangui, para toda la República Centroafricana y para todo el mundo, para los países que sufren la guerra pidamos la paz», exclamó, invitando a todos a repetir en voz alta: »Todos juntos pedimos amor y paz». El Papa alzó también su voz en la lengua sangó de la República Centoafricana para pedir »Doyé Siriri» (amor y paz)» .
Y con esa oración comenzó el Año Santo tras el rito de apertura de la Puerta de la Misericordia.»Abrid las puertas de justicia; Esta es la puerta del Señor; Accedo a tu casa, Señor» dijo Francisco antes de entrar solo y por primero en la catedral donde lo esperaban los sacerdotes,religiosos, religiosas y seminaristas de la República Centroafricana para participar en la santa misa y escuchar la homilía del Papa en la que reiteró que todos sin excepción esperabámos »la gracia, la limosna de la paz» y lanzó un nuevo llamamiento a los que empuñan injustamente las armas de este mundo : »Depongan estos instrumentos de muerte; ármense más bien con la justicia, el amor y la misericordia, garantías de auténtica paz».
Publicamos a continuación el texto integral de la homilía pronunciada por el Santo Padre:
»En este primer Domingo de Adviento, tiempo litúrgico de la espera del Salvador y símbolo de la esperanza cristiana, Dios ha guiado mis pasos hasta ustedes, en este tierra, mientras la Iglesia universal se prepara para inaugurar el Año Jubilar de la Misericordia Me alegra de modo especial que mi visita pastoral coincida con la apertura de este Año Jubilar en su país. Desde esta Catedral, mi corazón y mi mente se extiende con afecto a todos los sacerdotes, consagrados y agentes de pastoral de este país, unidos espiritualmente a nosotros en este momento. Por medio de ustedes, saludo también a todos los centroafricanos, a los enfermos, a los ancianos, a los golpeados por la vida. Algunos de ellos tal vez están desesperados y no tienen ya ni siquiera fuerzas para actuar, y esperan sólo una limosna, la limosna del pan, la limosna de la justicia, la limosna de un gesto de atención y de bondad. Y todos nosotros esperamos la gracia, la limosna de la paz».
Al igual que los apóstoles Pedro y Juan, cuando subían al templo y no tenían ni oro ni plata que dar al pobre paralítico, vengo a ofrecerles la fuerza y el poder de Dios que curan al hombre, lo levantan y lo hacen capaz de comenzar una nueva vida, »cruzando a la otra orilla» . Jesús no nos manda solos a la otra orilla, sino que en cambio nos invita a realizar la travesía con Él, respondiendo cada uno a su vocación específica. Por eso, tenemos que ser conscientes de que si no es con Él no podemos pasar a la otra orilla, liberándonos de una concepción de familia y de sangre que divide, para construir una Iglesia-Familia de Dios abierta a todos, que se preocupa por los más necesitados. Esto supone estar más cerca de nuestros hermanos y hermanas, e implica un espíritu de comunión. No se trata principalmente de una cuestión de medios económicos, sino de compartir la vida del pueblo de Dios, dando razón de la esperanza que hay en nosotros y siendo testigos de la infinita misericordia de Dios que, como subraya el salmo responsorial de este domingo, »es bueno [y] enseña el camino a los pecadores» . Jesús nos enseña que el Padre celestial »hace salir su sol sobre malos y buenos» . Nosotros también, después de haber experimentado el perdón, tenemos que perdonar. Esta es nuestra vocación fundamental: »Por tanto, sean perfectos, como es perfecto el Padre celestial» . Una de las exigencias fundamentales de esta vocación a la perfección es el amor a los enemigos, que nos previene de la tentación de la venganza y de la espiral de las represalias sin fin. Jesús ha insistido mucho sobre este aspecto particular del testimonio cristiano . Los agentes de evangelización, por tanto, han de ser ante todo artesanos del perdón, especialistas de la reconciliación, expertos de la misericordia. Así podremos ayudar a nuestros hermanos y hermanas a »cruzar a la otra orilla», revelándoles el secreto de nuestra fuerza, de nuestra esperanza, de nuestra alegría, que tienen su fuente en Dios, porque están fundados en la certeza de que Él está en la barca con nosotros. Como hizo con los Apóstoles en la multiplicación de los panes, el Señor nos confía sus dones para que nosotros los distribuyamos por todas partes, proclamando su palabra que afirma: »Ya llegan días en que cumpliré la promesa que hice a la casa de Israel y a la casa de Judá» .
En los textos litúrgicos de este domingo, descubrimos algunas características de esta salvación que Dios anuncia, y que se presentan como otros puntos de referencia para guiarnos en nuestra misión. Ante todo, la felicidad prometida por Dios se anuncia en términos de justicia. El Adviento es el tiempo para preparar nuestros corazones a recibir al Salvador, es decir el único Justo y el único Juez que puede dar a cada uno la suerte que merece. Aquí, como en otras partes, muchos hombres y mujeres tienen sed de respeto, de justicia, de equidad, y no ven en el horizonte señales positivas. A ellos, Él viene a traerles el don de su justicia. Viene a hacer fecundas nuestras historias personales y colectivas, nuestras esperanzas frustradas y nuestros deseos estériles. Y nos manda a anunciar, sobre todo a los oprimidos por los poderosos de este mundo, y también a los que sucumben bajo el peso de sus pecados: »En aquellos días se salvará Judá, y en Jerusalén vivirán tranquilos, y la llamarán así: »El Señor es nuestra justicia”». Sí, Dios es Justicia. Por eso nosotros, cristianos, estamos llamados a ser en el mundo los artífices de una paz fundada en la justicia.
La salvación que se espera de Dios tiene también el sabor del amor. En efecto, preparándonos a la Navidad, hacemos nuestro de nuevo el camino del pueblo de Dios para acoger al Hijo que ha venido a revelarnos que Dios no es sólo Justicia sino también y sobre todo Amor. Por todas partes, y sobre todo allí donde reina la violencia, el odio, la injusticia y la persecución, los cristianos estamos llamados a ser testigos de este Dios que es Amor. Al mismo tiempo que animo a los sacerdotes, consagrados y laicos de este país, que viven las virtudes cristianas, incluso heroicamente, reconozco que a veces la distancia que nos separa de ese ideal tan exigente del testimonio cristiano es grande. Por eso rezo haciendo mías las palabras de san Pablo: »Que el Señor los colme y los haga rebosar de amor mutuo y de amor a todos» . En este sentido, lo que decían los paganos sobre los cristianos de la Iglesia primitiva ha de estar presente en nuestro horizonte como un faro: »Miren cómo se aman, se aman de verdad».
Por último, la salvación de Dios proclamada tiene el carácter de un poder invencible que vencerá sobre todo. De hecho, después de haber anunciado a sus discípulos las terribles señales que precederán su venida, Jesús concluye: »Cuando empiece a suceder esto, tengan ánimo y levanten la cabeza; se acerca su liberación» . Y, si san Pablo habla de un amor »que crece y rebosa», es porque el testimonio cristiano debe reflejar esta fuerza irresistible que narra el Evangelio. Jesús, también en medio de una agitación sin precedentes, quiere mostrar su gran poder, su gloria incomparable, y el poder del amor que no retrocede ante nada, ni frente al cielo en convulsión, ni frente a la tierra en llamas, ni frente al mar embravecido. Dios es más fuerte que cualquier otra cosa. Esta convicción da al creyente serenidad, valor y fuerza para perseverar en el bien frente a las peores adversidades. Incluso cuando se desatan las fuerzas del mal, los cristianos han de responder al llamado de frente, listos para aguantar en esta batalla en la que Dios tendrá la última palabra. Y será una palabra de amor.
Lanzo un llamamiento a todos los que empuñan injustamente las armas de este mundo: Depongan estos instrumentos de muerte; ármense más bien con la justicia, el amor y la misericordia, garantías de auténtica paz. Discípulos de Cristo, sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos comprometidos en este país que lleva un nombre tan sugerente, situado en el corazón de África, y que está llamado a descubrir al Señor como verdadero centro de todo lo que es bueno: la vocación de ustedes es la de encarnar el corazón de Dios en medio de sus conciudadanos. Que el Señor nos afiance y nos haga presentarnos ante »Dios nuestro Padre santos e irreprochables en la venida de nuestro Señor Jesús con todos sus santos». »¡Reconciliación, perdón, amor y paz!».
Encuentro con los jóvenes centroafricanos: El camino de la resistencia pasa por el perdón
Ciudad del Vaticano, 30 noviembre 2015 (VIS).-Después de celebrar la santa misa, el Papa salió de la catedral de Bangui para saludar a los jóvenes que esperaban fuera de la catedral para transcurrir la noche en vigilia de oración. Francisco improvisó unas palabras en italiano, dejando el discurso que había preparado para esa ocasión y que reproducimos al final de este artículo.
Antes, uno de los jóvenes había recordado que su símbolo era el banano, porque era resistente y se había referido también a las numerosas dificultades que encuentran en este período de guerra y de división.
»El banano- contestó Francisco- es un símbolo de vida: siempre crece, siempre se reproduce, siempre da frutos llenos de energía alimenticia. El banano también es resistente. Creo que todo ello expresa claramente el camino que se os presenta en este período difícil de guerra, de odio, de división: el camino de la resistencia»
»Vuestro amigo decía que algunos de vosotros quieren irse. ¡Escapar de los desafíos de la vida nunca es una solución! Es necesario resistir, tener el valor de la resistencia, de la lucha por el bien! Los que huyen no tienen el coraje de dar vida. El banano da la vida y sigue reproduciéndose y dando más vida porque resiste, porque permanece, porque está allí. Algunos de vosotros me preguntará : «Pero, Padre, ¿qué podemos hacer? ¿Cómo se puede resistir? «. Os diré dos o tres cosas que pueden ser útiles para que podáis resistir».
»En primer lugar, la oración. ¡La oración es poderosa! ¡La oración vence al mal! La oración os acerca a Dios que es el Todopoderoso. En segundo lugar: trabajar por la paz. Y la paz no es un documento que se firma y se mantiene allí. La paz se hace todos los días. La paz es un trabajo artesanal , que se hace con las manos, que se hace con la propia vida. Pero, alguno me dirá: Padre ¿cómo puedo ser un artesano de la paz?». Ante todo: No odiando nunca. Y si uno os hace daño, intentad perdonarlo. ¡Nada de odio! ¡Mucho perdón! Lo decimos juntos: «Nada de odio, mucho perdón». Y si no tenéis odio en vuestros corazones, si perdonáis, seréis vencedores. Porque venceréis la batalla más difícil de la vida, vencedores en el amor . Y por el amor viene la paz».
»¿Queréis ser perdedores o vencedores en la vida?» – les preguntó el Papa- Se vence solamente siguiendo el camino del amor ¿Y se puede amar al enemigo? Sí. ¿Se puede perdonar al que hace daño? Sí. Con el amor y el perdón, venceréis. Con amor seréis vencedores de la vida y daréis siempre vida. El amor nunca os hará perdedores».
»Queridos jóvenes centroafricanos: Estoy muy contento de haberos conocido -afirmó Francisco- Hoy abrimos esta puerta. Esto significa la Puerta de la Misericordia de Dios. ¡Fiaros de Dios! Porque Él es misericordioso, Él es amor, Él es capaz de darnos la paz. Por eso os dije al principio que rezáseis: Hay que rezar para resistir, para amar, para no odiar, para ser constructores de paz».
Terminada su breve alocución, el Papa administró el sacramento de la reconciliación a diversos jóvenes en el atrio de la catedral y bendijo después a todos los presentes.
Sigue el discurso que había preparado Francisco
»Queridos jóvenes, queridos amigos: Buenas tardes. Me alegro mucho de encontrarles en esta tarde en que comenzamos con el Adviento un nuevo año litúrgico. ¿No es éste acaso el momento para una nueva salida, una ocasión para »pasar a la otra orilla»?
Agradezco a N… las palabras que me ha dirigido en nombre de todos. Durante nuestro encuentro administraré a alguno de ustedes el sacramento de la Reconciliación. Quisiera invitarles a que reflexionen sobre la grandeza de este sacramento en el que Dios viene a nuestro encuentro de un modo personal. Cada vez que se lo pedimos, Él viene con nosotros para hacer que »pasemos a la otra orilla», a esta orilla de nuestra vida en la que Dios nos perdona, derrama sobre nosotros su amor que cura, alivia y levanta. El Jubileo de la Misericordia, que hace apenas un momento he tenido la alegría de abrir especialmente para ustedes, queridos amigos centroafricanos y africanos, nos recuerda precisamente que Dios nos espera con los brazos abiertos, como nos lo sugiere la hermosa imagen del Padre que acoge al hijo pródigo.
En efecto, el perdón que hemos recibido nos consuela y nos permite recomenzar con el corazón lleno de confianza y en paz, capaces de vivir en armonía con nosotros mismos, con Dios y con los demás. Este perdón recibido nos permite también a su vez perdonar. Lo necesitamos siempre, especialmente en las situaciones de conflicto, de violencia, como las que ustedes experimentan con tanta frecuencia. Renuevo mi cercanía a todos los que han sido afectados por el dolor, la separación, las heridas provocadas por el odio y la guerra. En este contexto, resulta humanamente muy difícil perdonar a quien nos ha hecho daño. Pero Dios nos da fuerza y ánimo para convertirnos en esos artesanos de reconciliación y de paz que tanto necesita su país. El cristiano, discípulo de Cristo, camina siguiendo las huellas de su Maestro, que en la cruz pidió al Padre que perdonara a los que lo crucificaban. ¡Qué lejos está este comportamiento de los sentimientos que con demasiada frecuencia tenemos en nuestro corazón…! Meditar esta actitud y esta palabra de Jesús: »Padre, perdónalos», nos ayudará a convertir nuestra mirada y nuestro corazón. Para muchos, es un escándalo que Dios se haya hecho hombre como nosotros. Es un escándalo que muriera en una cruz. Sí, un escándalo: el escándalo de la cruz. La cruz sigue provocando escándalo. Pero es la única vía segura: la de la cruz, la de Jesús, que vino a compartir nuestra vida para salvarnos del pecado. Queridos amigos, esta cruz nos habla de la cercanía de Dios: Él está con nosotros, está con cada uno de ustedes en las alegrías como en los momentos de prueba.
Queridos jóvenes, el bien más valioso que podemos tener en la vida es nuestra relación con Dios. ¿Están convencidos de ello? ¿Son conscientes del valor inestimable que ustedes tienen a los ojos de Dios? ¿Saben que Él los ama y acoge incondicionalmente, así como son? Lo conocerán mejor, y también ustedes se conocerán a sí mismos, si dedican tiempo a la oración, a la lectura de la Escritura, y especialmente del Evangelio. En efecto, los consejos de Jesús pueden iluminar también hoy sus sentimientos y opciones. Ustedes son entusiastas y generosos, en busca de un gran ideal, desean la verdad y la belleza. Los animo a que tengan el espíritu vigilante y crítico frente a cualquier compromiso contrario al mensaje del Evangelio. Les agradezco su dinamismo creativo, que tanto necesita la Iglesia. Cultívenlo. Sean testigos de la alegría que viene del encuentro con Jesús. Que ella los transforme, que haga su fe más fuerte, más sólida, para superar los temores y profundizar cada vez más en el proyecto de amor que Dios tiene para con ustedes. Dios quiere lo mejor para todos sus hijos. Quienes se dejan mirar por Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento. Y aprenden a mirar en cambio al otro como a un hermano, a aceptar que sea diferente y a descubrir que es un don para ellos. Así es como se construye la paz cada día. Esto nos pide recorrer la vía del servicio y la humildad, estar atentos a las necesidades de los demás. Para entrar en esta lógica, hay que tener un corazón que sepa abajarse y compartir la vida de los más pobres. Esta es la verdadera caridad. De esta forma, a partir de las cosas pequeñas, crece la solidaridad y desaparecen los gérmenes de división. Y así es como el diálogo entre los creyentes da fruto, la fraternidad se vive día a día y ensancha el corazón, abriendo un futuro. De este modo, ustedes pueden hacer mucho bien a su país, y yo los animo a seguir adelante.
Queridos jóvenes, el Señor vive y camina a su lado. Cuando las dificultades parecen acumularse, cuando el dolor y la tristeza crecen alrededor de ustedes, Él no los abandona. Nos ha dejado el memorial de su amor: la Eucaristía y los sacramentos para proseguir en el camino, encontrando en ellos la fuerza para avanzar cada día. Esta ha de ser la fuente de su esperanza y de su valor para pasar a la otra orilla (cf. Lc 8,22) con Jesús, que abre caminos nuevos para ustedes y su generación, para sus familias y para su país. Rezo para que tengan esta esperanza. Aférrense a ella y la podrán dar a los demás, a nuestro mundo golpeado por las guerras, los conflictos, el mal y el pecado. No lo olviden: el Señor está con ustedes. Él confía en ustedes. Desea que sean sus discípulos-misioneros, sostenidos en los momentos de dificultad y de prueba por la oración de la Virgen María y de toda la Iglesia. Queridos jóvenes de Centroáfrica, vayan, yo los envío».
A la comunidad musulmana: Digamos »no» al odio y a la violencia
Ciudad del Vaticano, 30 noviembre 2015 (VIS).- »Cristianos y musulmanes somos hermanos. Tenemos que considerarnos así, comportarnos como tales. Sabemos bien que los últimos sucesos y la violencia que ha golpeado su país no tenía un fundamento precisamente religioso. Quien dice que cree en Dios ha de ser también un hombre o una mujer de paz». Son las palabras que el Santo Padre ha dirigido esta mañana a la comunidad musulmana de la República Centroafricana reunida en la mezquita de Koudoukou, a pocos kilómetros de Bangui. Francisco fue recibido por cinco imanes que lo acompañaron al podio colocado en la mezquita a poca distancia de la zona reservada a la oración. Asistieron al acto unas doscientas personas.
»Cristianos, musulmanes y seguidores de las religiones tradicionales, han vivido juntos pacíficamente durante muchos años -subrayó el Papa-. Tenemos que permanecer unidos para que cese toda acción que, venga de donde venga, desfigura el Rostro de Dios y, en el fondo, tiene como objetivo la defensa a ultranza de intereses particulares, en perjuicio del bien común. Juntos digamos »no» al odio, a la venganza, a la violencia, en particular a la que se comete en nombre de una religión o de Dios. Dios es paz, salam».
Francisco ha destacado el importante papel, para restablecer la armonía y la fraternidad entre todos, que han desempeñado las autoridades religiosas cristianas y musulmanes en estos tiempos drámaticos, a las que ha expresado su gratitud y estima. »Podemos también recordar -ha dicho- los numerosos gestos de solidaridad que cristianos y musulmanes han tenido hacia sus compatriotas de otras confesiones religiosas, acogiéndolos y defendiéndolos durante la última crisis en su país, pero también en otras partes del mundo».
»Confiamos en que las próximas consultas nacionales den al país unos Representantes que sepan unir a los centroafricanos, convirtiéndose en símbolos de la unidad de la nación, más que en representantes de una facción. Los animo vivamente a trabajar para que su país sea una casa acogedora para todos sus hijos, sin distinción de etnia, adscripción política o confesión religiosa. La República Centroafricana, situada en el corazón de África, gracias a la colaboración de todos sus hijos, podrá dar entonces un impulso en esta línea a todo el continente. Podrá influir positivamente y ayudar a apagar los focos de tensión todavía activos y que impiden a los africanos beneficiarse de ese desarrollo que merecen y al que tienen derecho».
Antes de cocluir les ha invitado a rezar y a trabajar »en favor de la reconciliación, la fraternidad y la solidaridad entre todos, teniendo presente a las personas que más han sufrido por estos sucesos».
Santa misa en Bangui: Cristianos de Centroáfrica, artífices de la renovación humana y espiritual del país
Ciudad del Vaticano, 30 de noviembre de 2015 (Vis).-Decenas de miles de personas han participado esta mañana en el último acto del viaje del Papa a África: la Eucaristía celebrada en el complejo deportivo Barthélémy Boganda. Los que no pudieron entrar siguieron la celebración a través de pantallas gigantes instaladas fuera del recinto. En su homilía, el Santo Padre invitó a los centroafricanos a ser artífices de renovación humana y espiritual en un tiempo en el que abundan las pruebas y los sufrimientos, pasando a esa »otra orilla» que es Cristo y que transforma la realidad de nuestra vida presente.
»No deja de asombrarnos, al leer la primer lectura, el entusiasmo y el dinamismo misionero del Apóstol Pablo.»¡Qué hermosos los pies de los que anuncian la Buena Noticia del bien!» . Es una invitación a agradecer el don de la fe que estos mensajeros nos han transmitido. Nos invita también a maravillarnos por la labor misionera que –no hace mucho tiempo– trajo por primera vez la alegría del Evangelio a esta amada tierra de Centroáfrica -afirmó Francisco- Es bueno, sobre todo en tiempos difíciles, cuando abundan las pruebas y los sufrimientos, cuando el futuro es incierto y nos sentimos cansados, con miedo de no poder más, reunirse alrededor del Señor, como hacemos hoy, para gozar de su presencia, de su vida nueva y de la salvación que nos propone, como esa otra orilla hacia la que debemos dirigirnos»
La otra orilla es, sin duda, »la vida eterna, el Cielo que nos espera. Esta mirada tendida hacia el mundo futuro ha fortalecido siempre el ánimo de los cristianos, de los más pobres, de los más pequeños, en su peregrinación terrena. La vida eterna no es una ilusión, no es una fuga del mundo, sino una poderosa realidad que nos llama y compromete a perseverar en la fe y en el amor. Pero esa otra orilla más inmediata que buscamos alcanzar, la salvación que la fe nos obtiene y de la que nos habla san Pablo, es una realidad que transforma ya desde ahora nuestra vida presente y el mundo en que vivimos:»El que cree con el corazón alcanza la justicia». Recibe la misma vida de Cristo que lo hace capaz de amar a Dios y a los hermanos de un modo nuevo, hasta el punto de dar a luz un mundo renovado por el amor».
El Papa pidió a todos que dieran gracias al Señor »por su presencia y por la fuerza que nos comunica en nuestra vida diaria, cuando experimentamos el sufrimiento físico o moral, la pena, el luto; por los gestos de solidaridad y de generosidad que nos ayuda a realizar; por las alegrías y el amor que hace resplandecer en nuestras familias, en nuestras comunidades, a pesar de la miseria, la violencia que, a veces, nos rodea o del miedo al futuro; por el deseo que pone en nuestras almas de querer tejer lazos de amistad, de dialogar con el que es diferente, de perdonar al que nos ha hecho daño, de comprometernos a construir una sociedad más justa y fraterna en la que ninguno se sienta abandonado. En todo esto, Cristo resucitado nos toma de la mano y nos lleva a seguirlo. Quiero agradecer con ustedes al Señor de la misericordia todo lo que de hermoso, generoso y valeroso les ha permitido realizar en sus familias y comunidades, durante las vicisitudes que su país ha sufrido desde hace muchos años».
»Es verdad, sin embargo -constató- que todavía no hemos llegado a la meta, estamos como a mitad del río y, con renovado empeño misionero, tenemos que decidirnos a pasar a la otra orilla. Todo bautizado ha de romper continuamente con lo que aún tiene del hombre viejo, del hombre pecador, siempre inclinado a ceder a la tentación del demonio –y cuánto actúa en nuestro mundo y en estos momentos de conflicto, de odio y de guerra–, que lo lleva al egoísmo, a encerrarse en sí mismo y a la desconfianza, a la violencia y al instinto de destrucción, a la venganza, al abandono y a la explotación de los más débiles»
También a nuestras comunidades cristianas, llamadas a la santidad, les queda todavía un largo camino por recorrer. »Es evidente que todos tenemos que pedir perdón al Señor por nuestras excesivas resistencias y demoras en dar testimonio del Evangelio -reiteró el Obispo de Roma- Ojalá que el Año Jubilar de la Misericordia, que acabamos de empezar en su País, nos ayude a ello. Ustedes, queridos centroafricanos, deben mirar sobre todo al futuro y, apoyándose en el camino ya recorrido, decidirse con determinación a abrir una nueva etapa en la historia cristiana de su País, a lanzarse hacia nuevos horizontes, a ir mar adentro, a aguas profundas. El Apóstol Andrés, con su hermano Pedro, al llamado de Jesús, no dudaron ni un instante en dejarlo todo y seguirlo:»Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron» . También aquí nos asombra el entusiasmo de los Apóstoles que, atraídos de tal manera por Cristo, se sienten capaces de emprender cualquier cosa y de atreverse, con Él, a todo».
»Cada uno en su corazón puede preguntarse sobre su relación personal con Jesús, y examinar lo que ya ha aceptado –o tal vez rechazado– para poder responder a su llamado a seguirlo más de cerca. El grito de los mensajeros resuena hoy más que nunca en nuestros oídos, sobre todo en tiempos difíciles; aquel grito que resuena por »toda la tierra … y hasta los confines del orbe». Y resuena también hoy aquí, en esta tierra de Centroáfrica; resuena en nuestros corazones, en nuestras familias, en nuestras parroquias, allá donde quiera que vivamos, y nos invita a perseverar con entusiasmo en la misión, una misión que necesita de nuevos mensajeros, más numerosos todavía, más generosos, más alegres, más santos. Todos y cada uno de nosotros estamos llamados a ser este mensajero que nuestro hermano, de cualquier etnia, religión y cultura, espera a menudo sin saberlo. En efecto, ¿cómo podrá este hermano –se pregunta san Pablo– creer en Cristo si no oye ni se le anuncia la Palabra?».
A ejemplo del Apóstol, »también nosotros tenemos que estar llenos de esperanza y de entusiasmo ante el futuro. La otra orilla está al alcance de la mano, y Jesús atraviesa el río con nosotros. Él ha resucitado de entre los muertos; desde entonces, las dificultades y sufrimientos que padecemos son ocasiones que nos abren a un futuro nuevo, si nos adherimos a su Persona. Cristianos de Centroáfrica, cada uno de ustedes está llamado a ser, con la perseverancia de su fe y de su compromiso misionero, artífice de la renovación humana y espiritual de su País. Subrayo, artífice de la renovación humana y espiritual».
Francisco finalizó su homilía pidiendo a la Virgen María, la cual »después de haber compartido el sufrimiento de la pasión comparte ahora la alegría perfecta con su Hijo», protegiera y fortaleciera a los centroafricanos en este »camino de esperanza».
Al final de la misa y antes de dar la bendición, el Papa recordó en la festividad de san Andrés y desde el corazón de Africa a su »queridísimo hermano», el Patriarca Ecuménico de Constantinopla, Bartolomé I, manifestándole sus mejores deseos de felicidad y fraternidad y pidiendo al Señor que bendiga a esas dos Iglesias hermanas.
Desde el estadio Barthélémy Boganda el Santo Padre se desplazó en papamóvil al aeropuerto de M’Poko desde donde emprendió el regreso a Roma.