Los obispos de todo el mundo que han peregrinado a Tierra Santa escucharon en directo las dificultades a las que se enfrenta la comunidad de Aboud. Las familias han empezado a emigrar.
27 de enero 2025.- En muchos países «rara vez se informa del impacto de la guerra en toda Cisjordania». Lo han señalado los obispos de la Coordinación para Tierra Santa, procedentes de diversos países de Europa y Norteamérica, que el pasado miércoles concluyeron su peregrinación anual. En su comunicado final, narran que «hemos tenido el privilegio de escuchar de primera mano a varias comunidades de cristianos».
Una de ellas fue la de la localidad de Aboud, donde celebraron la Misa el pasado domingo. Para su párroco, Remon Haddad, la visita se produjo en un momento muy oportuno «para que pudieran ver lo que los palestinos en general y los cristianos en particular están sufriendo». Esta localidad cisjordana, por ejemplo, está rodeada de asentamientos israelíes no autorizados, que además «se están expandiendo». Estos enclaves, recuerdan los obispos en su comunicado, son «ilegales según el derecho internacional».
Aunque el sacerdote reconoce que en general «no hay problemas entre nosotros, durante la campaña de la aceituna, en octubre, a los vecinos se les impidió recogerla, especialmente en los terrenos cercanos a los asentamientos». Algunos que no obedecieron recibieron palizas por parte de soldados israelíes.
Rodeados y aislados
Por otro lado, Aboud «era un punto de paso para todos los que venían de Tel Aviv y Nazaret hacia Jerusalén». Pero el año 2000, con motivo de la segunda intifada, «se construyó un muro de separación» que implicó la expropiación «de muchas de las tierras de los vecinos». Además, «se cerraron las carreteras» para abrir rutas alternativas, por lo que el pueblo, además de rodeado «se quedó aislado».
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La situación empeoró todavía más después del ataque de Hamás el 7 de octubre de 2023. La respuesta israelí no solo golpeó Gaza sino también Cisjordania. «La carretera principal estuvo cerrada al menos nueve meses». Los vecinos, la mayoría de los cuales estudian o trabajan en Ramala, debían coger «otras mucho más largas», algo agotador y que les suponía un gasto extra en una situación económica mala; o arriesgarse a ir por caminos de tierra y «tener un accidente o que se les rompiera el coche».
Si a ello se suman bloqueos, inspecciones y horas de cola en los puestos de control, muchos no pudieron seguir trabajando. Entre ellos, varios que eran taxistas. Por otro lado, «los empleados públicos no han cobrado desde hace meses por la política de Israel de no transferir fondos a la Autoridad Nacional Palestina».
Las familias se van
Todo esto ha contribuido a reducir la feligresía del padre Haddad. Algunos fieles han decidido trasladarse a Ramala. Una familia se ha ido al extranjero, «y otras dos lo están pensando. También muchos jóvenes tienen esta idea para construir un futuro y vivir en libertad».
Su principal sostén para quedarse es la Iglesia. El Patriarcado latino de Jerusalén «está trabajando con todas sus fuerzas y determinación para, en colaboración con todos los cristianos del mundo, ayudarlos con oportunidades de trabajo, ayuda alimentaria o asistencia para pagar las tasas de los estudiantes», enumera el párroco de Aboud. También la visita de los obispos de la Coordinación para Tierra Santa «trajo un mensaje de esperanza».
Devastación y esperanza en Gaza
El comunicado final de la Coordinación para Tierra Santa recoge la esperanza de los obispos que han participado en la peregrinación de que se mantenga el «frágil acuerdo de alto el fuego» en Gaza. Con todo, señala que este puede traer un respiro pero no la paz sostenida y duradera por la que clama Tierra Santa». Confían asimismo en que los israelíes y palestinos que han sufrido la violencia «puedan reconstruir sus vidas destrozadas, llorar la pérdida de sus seres queridos, reunirse de nuevo como familias y emprender el largo e incierto camino de la recuperación».
Los prelados se confiesan impresionados «por la devastación que está experimentando toda la población» de Gaza, tal como les compartió en una conexión online el párroco de Gaza, Gabriel Romanelli. Celebran el retorno de los rehenes y de los presos palestinos. Pero apuntan que esta alegría está «empañada por la certeza de que muchos no volverán: rehenes, prisioneros, innumerables muertos».
En el comunicado final de la peregrinación, sus miembros señalan que las comunidades locales «son una luz en la oscuridad» por su «compromiso de quedarse y reconstruir la vida de su gente» y por «los extraordinarios esfuerzos que se realizan en los ámbitos de la sanidad y la educación para preservar la dignidad de todos». A ellos, les lanzan un mensaje: «No estáis solos. Vuestra fe y resistencia fortalecen nuestra propia fe».
En esta realidad, ven necesario que «los respectivos gobiernos trabajen juntos para resolver estos problemas», señalan los obispos peregrinos. Exhortan también a que «la comunidad internacional actúe conjuntamente para facilitar una ayuda realista y radical al desarrollo, como parte de un proceso encaminado a lograr una paz duradera» y a que esta cuestión no caiga en el olvido mediático. Por último, sugieren que cuando se retomen las peregrinaciones, los itinerarios incluyan también estas pequeñas localidades cristianas.
MARÍA MARTÍNEZ LÓPEZ
Alfa y Omega