La iniciativa de los obispos surge en el aniversario de la visita del Papa al país
Durante la misa por el aniversario de la visita del Papa Francisco a Paraguay, el domingo 10 de julio en la Basílica de Caacupé, monseñor Ricardo Valenzuela, presentó el Trienio de la Juventud ante el cardenal Beniamino Stella.
Por ello, el obispo responsable de la Pastoral de Juventud, invitó a los jóvenes a “reparar nuestra Iglesia” y a “hacernos cargo de nuestra sociedad paraguaya”, sin mirar desde fuera los problemas humanos y sociales, “y ser los constructores de una sociedad más justa y más fraterna”.
“Excelentísimo cardenal, la Iglesia en Paraguay inicia así el Trienio de la Juventud, le pedimos la bendición del Señor para este gran proyecto, en especial para los jóvenes aquí presentes de todas las diócesis del país, quienes serán agentes y destinatarios de esta misión”, indicó el obispo.
Y le pidió al enviado pontificio que “haga llegar a Su Santidad, el papa Francisco, esta buena nueva de la Iglesia en Paraguay, con el afectuoso saludo de toda la juventud que le recuerda especialmente al cumplirse un año de su visita a nuestro país. Con la seguridad de que rezamos por él”.
El proyecto implica, indicó Mons. Valenzuela, “ir contra la corriente porque muchos valores del reino de Dios se contraponen a los anti-valores presentes en esta sociedad” y señaló en particular la “corrupción como gangrena de la sociedad” así como “la pobreza que amplía el anillo de miseria de las grandes ciudades y multiplica los descartados de la sociedad, los indígenas y campesinos que aún sufren el atropello y la falta del cumplimiento de sus derechos”.
Por ello “creemos que con la fuerza del Espíritu Santo ha llegado el momento de decir basta a tanta corrupción humana, cultural y social”, con la profunda convicción “de que otro mundo es posible, que la vivencia y la convivencia en esta casa común pueden cambiar y transformarse en una sociedad de justicia y paz, de amor y de reconciliación”.
“Todos los rostros humanos –concluye Mons. Valenzuela– que conforman esta querida nación: hombres y mujeres; indígenas, campesinos y ciudadanos, sin distinción ni exclusión, y con la iniciativa de todos, queremos seguir construyendo, según los valores del Evangelio, una nación donde cada uno tenga todas las posibilidades y las condiciones necesarias para una vida digna de los hijos e hijas de Dios”.