Ciudad del Vaticano, (VIS).- »Era un servidor de la misericordia. Lo fue a tiempo completo, practicando, a veces hasta el agotamiento, »el apostolado de la escucha». Se convirtió, a través del ministerio de la Confesión, en una caricia viviente del Padre, que cura las heridas del pecado y conforta el corazón con la paz. San Pío nunca se cansó de acoger a las personas y escucharlas, de derrochar tiempo y fuerzas para difundir el aroma de perdón del Señor. Podía hacerlo porque siempre estaba unido a la fuente: continuamente apagaba su sed con Jesús Crucificado, y así se convirtió en un canal de misericordia». Son las palabras con que el Papa Francisco ha definido al santo de Pietrelcina en la Audiencia Jubilar en la plaza de San Pedro ante los grupos de oración de Padre Pío, los trabajadores de la Casa Alivio del Sufrimiento y los fieles de la arquidiócesis de Manfredonia-Vieste-San Giovanni Rotondo (Italia). El viernes 5 por la tarde, en procesión, llegaron a la basílica de San Pedro las reliquias de san Pío y san Leopoldo Mandic que estarán en el Vaticano hasta el jueves 11 de febrero.
Francisco calificó la plegaria como »verdadera misión», y recordó que el santo definía a los grupos de oración como »viveros de fe y brotes de amor». »Padre Pio decía que la oración es una fuerza que mueve el mundo que difunde la sonrisa y la bendición de Dios en cada desfallecimiento y debilidad», ha dicho el Papa, explicando que la oración no es una buena práctica para dar un poco de tranquilidad al corazón y ni siquiera el medio devoto para obtener de Dios lo que nos sirva. »Si fuera así – subrayó- estaría motivada por un sutil egoísmo. La oración, al contrario , es obra de misericordia espiritual, que quiere llevar todo al corazón de Dios. Es un don de fe y de amor, una intercesión tan necesaria como el pan. En una palabra, significa confiar: confiar la Iglesia, la gente y las situaciones al Padre, para que él las cuide. Por esto la oración, como amaba decir Padre Pío, es la mejor arma que tenemos, una llave que abre el corazón de Dios».
El Papa dio las gracias a los grupos de oración por su tarea, animándoles a ser »centrales de misericordia» y recordó que Padre Pío quería que la Casa Alivio del Sufrimiento fuera no solamente un excelente hospital, sino »un templo de la ciencia y la oración». A este respecto citó las palabras del Papa emérito Benedicto XVI: »Los seres humanos necesitan siempre algo más que una atención sólo técnicamente correcta. Necesitan humanidad. Necesitan atención cordial». Es muy importante curar la enfermedad, pero sobre todo, preocuparse por el enfermo. Puede suceder que mientras se medican las heridas del cuerpo, empeoren las heridas del alma, que son más lentas y con frecuencia más difíciles de curar. Sólo la proximidad y la oración pueden ayudar a curarlas. Incluso los moribundos, a veces, aparentemente inconscientes, participan en la oración realizada con fe cerca de ellos, y se encomiendan a Dios, a su misericordia».
Antes de finalizar, Francisco se dirigió así a los fieles de la arquidiócesis de Manfredonia-Vieste-San Giovanni Rotondo: »Que cualquiera que vaya a vuestra hermosa tierra pueda encontrar en vosotros un reflejo de la luz del cielo».