El lunes en Roma, en una mesa redonda, el presidente de la Pontificia Academia para la Vida y de la Fundación Gran Edad presentó la Carta de los derechos de los ancianos y de los deberes de la comunidad a los embajadores de Baréin, Emiratos Árabes Unidos, Irak, Kuwait, Marruecos, Qatar, Túnez, Yemen y de la Liga de Países Árabes. En la tercera edad no hay pensamiento político, cultural, espiritual, social, dijo, la longevidad cambia nuestra relación con la existencia.
Ciudad del Vaticano, 3 de diciembre 2024.- “Una sociedad y una democracia ‘elevadas’ deben ser capaces de ofrecer a sus ciudadanos ancianos” un “sentido civil maduro de los derechos y deberes”. “Partiendo de los ancianos, poniéndolos en el centro de la atención” se puede favorecer “un desarrollo inclusivo y generalizado”. Así lo señaló este 2 de diciembre monseñor Vincenzo Paglia, presidente de la Pontificia Academia para la Vida y de la Fondazione Età Grande (Fundación Gran Edad), en la mesa redonda titulada “Repensar la presencia de las personas mayores en las sociedades árabes y europeas”, en el Palacio San Calisto de Roma, donde presentó la Carta de los Derechos de las Personas Mayores y de los Deberes de la Comunidad a los embajadores de Baréin, Emiratos Árabes Unidos, Irak, Kuwait, Marruecos, Qatar, Túnez, Yemen y la Liga de Países Árabes. Fruto del trabajo de la “Comisión para la reorganización de la asistencia a la población anciana”, creada por el Ministerio de Salud italiano para responder a las necesidades de las personas mayores, la Carta es, en Italia, el marco teórico de referencia de la Ley 33, la nueva ley de asistencia a las personas mayores, que prevé “que toda la sociedad se haga cargo de sus mayores, para que nadie se quede solo”. Con la convicción de que los ancianos, de ser un problema, pueden convertirse en «una oportunidad para el crecimiento de toda la sociedad”.
Falta una reflexión adecuada sobre los mayores
Sobre los ancianos “no hay una reflexión adecuada: no hay un pensamiento político, cultural, espiritual, social”, señaló Monseñor Paglia, añadiendo que “la longevidad no es un mero añadido temporal”, sino que “cambia profundamente nuestra relación con la existencia”. Partiendo de estas premisas, la Comisión para la Reorganización de la Asistencia a las Personas Mayores “consideró importante dedicarse también a la redacción de una Carta sobre la Asistencia a las Personas Mayores”. El documento está dividido en tres capítulos que exponen – explicó el prelado – “algunos principios organizados en torno a perspectivas unitarias”. Así, el primer capítulo está dedicado a la protección de la dignidad de las personas mayores y especifica que «la persona mayor tiene derecho a determinar de forma autónoma, libre, informada y consciente sus propias opciones vitales y las decisiones importantes que le afectan», y, además, que «es deber de los familiares y de todos aquellos que se relacionan con la persona mayor proporcionarle toda la información y los conocimientos necesarios para una libre, plena y consciente autodeterminación en razón de su condición física y cognitiva». Todo ello porque la pérdida por parte de la persona mayor de determinadas capacidades físicas e instrumentales para vivir la vida cotidiana “no debe convertirse automáticamente en un juicio de incapacidad para decidir” y dar lugar “a que las decisiones sean tomadas por la familia, los cuidadores o los administradores de apoyo”.
Garantizar una vida de relaciones
El segundo capítulo de la Carta se refiere a los derechos y deberes para un cuidado responsable; sobre la asistencia sanitaria y social existe, de hecho, “un derecho al conocimiento de las posibles alternativas, de los pros y los contras de cada una, en la moderna complejidad de los caminos terapéuticos”, observó el presidente de la Pontificia Academia para la Vida, añadiendo que algunos artículos del documento “apuntan a garantizar a los ancianos una asistencia de la misma calidad que la ofrecida a los más jóvenes” y subrayando que a los ancianos se les debe garantizar también “la asistencia domiciliaria”. En cuanto al tercer apartado, “dedicado a la garantía de una vida de relación, a la libertad de elección de la forma de convivencia, a la lucha contra la discriminación y al apoyo a las personas que cuidan de los ancianos”, recuerda la “conciencia de que los ancianos en su fragilidad dependen aún más de las relaciones y del afecto, de una red de contactos cotidianos que les rodee y apoye”, así como “la lucha contra todas las formas de marginación y exclusión”. “Demasiado a menudo hemos olvidado la verdadera pandemia de soledad y aislamiento social que precedió a la del COVID 19 y que, con el virus, ha estallado literalmente en las residencias”, señaló monseñor Paglia, que considera “gravísimo que muchos se queden solos en un abandono social que pronto e inexorablemente se convierte en una demanda sanitaria”.
Un nuevo renacimiento
El presidente de la Pontificia Academia para la Vida ilustró a continuación la necesidad de centros de día para personas que padecen demencia u otras patologías crónicas discapacitantes “en la doble función de centros de animación y de asistencia”, y “de reordenación urbana pero también social”, y pidió que los sistemas sociales y sanitarios se comprometan “en un esfuerzo de transparencia y de lucha contra las prácticas abusivas, para que no se sigan tolerando situaciones de verdadera explotación de los ancianos en residencias ‘abusivas’ (a veces verdaderos corralones) sin normas de acreditación, sin transparencia y sin controles”.
Concluyendo su discurso, el prelado se detuvo en los aspectos positivos de la atención a los ancianos: “los ancianos son una encrucijada de economías: la economía digital, la economía de servicios, la economía verde y la economía de consumo”, y volviendo a partir de ellos “habrá un nuevo renacimiento”.
TIZIANA CAMPISI