El presidente de la Pontificia Academia para la Vida intervino en Santiago de Chile en la conferencia «Prevenir y reducir las pérdidas y los desperdicios de alimentos en el contexto de la seguridad alimentaria y nutrición. Un reto intersectorial» y destacó que para enfrentar el fenómeno, los actores económicos deben reconocer su responsabilidad social y la interconexión que existe entre todos los individuos.
24 de agosto 2023.- Los alimentos desperdiciados marcan el destino de millones de personas y por ello ya no podemos permitirnos abordar la cuestión de la alimentación desde una lógica puramente económica y de mercado. Lo subrayó monseñor Vincenzo Paglia, presidente de la Pontificia Academia para la Vida, al intervenir en la conferencia «Prevenir y reducir las pérdidas y los desperdicios de alimentos en el contexto de la seguridad alimentaria y nutrición. Un reto intersectorial» que tiene lugar hoy 24 de agosto en Santiago de Chile, en la sede de la Representación de la FAO para América Latina y el Caribe. El prelado, que se encuentra desde ayer en América Latina en un viaje que incluirá escalas en Chile y Argentina hasta el 30 de agosto, abordó el tema recordando, en primer lugar, lo que dijo el Papa Francisco el 18 de mayo de 2019 en su discurso a la Federación Europea de Bancos de Alimentos: «Descartar alimentos significa descartar personas», y añadió a continuación.
Este descarte de personas, no de alimentos, es intolerable, insoportable, execrable, fuente de inmensa vergüenza. Y somos responsables de ello ante Dios y ante la historia.
El desperdicio de alimentos y la desnutrición
“Y no importa que el desperdicio de alimentos en América Latina cubra sólo el 6 % del desperdicio mundial” observó, señalando que este porcentaje, objetivamente bajo, se convierte rápidamente en trágico si dejamos de pensar en los alimentos para fijarnos en las personas, “47 millones de personas desnutridas en este continente”, con una tasa de malnutrición que ha aumentado en los últimos años. Con 69 kg de comida que se desperdicia anualmente se podría contribuir significativamente a la nutrición de 30 millones de estas personas, remarcó, citando datos registrados por la ONU. Hay “situaciones trágicas en algunos países” – prosiguió monseñor Paglia – relatando una visita suya a Haití, hace dos años, a los barrios marginales de Puerto Príncipe, donde se encontró “con personas hinchadas de comida basura o descarnadas por la desnutrición crónica”.
¿Cómo es posible seguir haciendo la vista gorda, soportarlo, no hacer nada por esa gente?
La lógica de la solidaridad
Ya no se puede abordar la cuestión de la alimentación “desde una lógica puramente económica y de mercado”, indicó. “Ciertamente la producción, distribución y transformación de alimentos requiere, en cierto modo se basa, en estructura económica que funciona y es eficaz gracias a una serie de dispositivos y formas. Pero al mismo tiempo la supera, es mayor”, enfatizó, observando que “es evidente que la economía no puede considerarse como un fin en sí misma, sino como un medio al servicio de la vida de las personas y de la construcción de una sociedad justa”. El Papa Francisco lo había señalado en su Mensaje para el Día de la Alimentación 2021: “La lucha contra el hambre exige superar la fría lógica del mercado, centrada ávidamente en el mero beneficio económico y en la reducción de los alimentos a una mercancía más, y afianzar la lógica de la solidaridad”. Pero “el Papa – aclaró monseñor Paglia – no nos llama simplemente a ser más caritativos, a donar, por ejemplo, una parte de los beneficios a obras sociales” sino que alude al hecho de que toda experiencia humana, incluida la económica, se injerta y coopera en la construcción de una familia humana fraterna, como el mismo Pontífice afirma en su Encíclica Fratelli tutti”.
Lógica de la solidaridad significa, pues, que incluso los sujetos económicos reconocen la responsabilidad social de sus acciones, la interconexión entre los distintos sujetos, el cuidado de las personas y del mundo que habitan. Sólo abordaremos seriamente el despilfarro de alimentos cuando reconozcamos que no puede atribuirse a una única cuestión de mercado, a algo que pueda definirse y medirse en tablas, estadísticas y rendimiento. Las vidas humanas superan todo esto. Exigen la superación de las lógicas del beneficio y del presupuesto. Exigen la seriedad de procesos económicos realistas y viables, pero no hacen de éstos los fines de la acción.
Tres vías de trabajo
Para que nadie se quede “fuera de la mesa de la vida tampoco en este continente”, el prelado indicó tres vías concretas de trabajo. En primer lugar, recordó que el continente latinoamericano es el que menos datos tiene sobre el fenómeno del desperdicio de alimentos y por ello es necesario señalar, además de los datos sobre la producción, aquellos sobre el desperdicio de alimentos. “Necesitamos sentir el peso real de este escándalo. Además, necesitamos cifras que indiquen el peso social de este fenómeno. El número de horas de trabajo desperdiciadas o el coste energético de las actividades no realizadas no son indiferentes”. “¿Por qué no decir también qué pérdida en términos sociales y humanos hay detrás del despilfarro de un producto agrícola?”, cuestionó monseñor Paglia.
La segunda vía se refiere a la cadena alimentaria. “La alimentación, y sus pérdidas, es un proceso que implica a una increíble multiplicidad de actores sociales”, señaló. Por ello, “la lacra del desperdicio de alimentos sólo puede resolverse aunando esfuerzos: no es prerrogativa exclusiva de un actor, no es responsabilidad exclusiva de otro”. El despilfarro de alimentos – precisó – sólo puede abordarse “desde una visión integral de la realidad”, aunando “los macroescenarios y las historias individuales, la gran distribución organizada de los supermercados y los mercados callejeros informales, las tecnologías más refinadas y la sabiduría campesina más ancestral”.
La tercera y última vía es cultural. “La comida no es una mercancía como las demás” sino que “es la vida de las personas y de la sociedad” y se necesita “un enfoque responsable, incluso espiritual” afirmó el prelado, haciendo referencia también a “estudios que demuestran que uno de los pasos clave para reducir el desperdicio de alimentos es la educación que permite cambiar prácticas domésticas que, de otro modo, serían dañinas. Si una persona es consciente de la dignidad y la bondad de sí misma, de sus seres queridos y de los bienes de que dispone, entonces desperdicia menos, – concluyó monseñor Paglia – hace de la comida un acto profundamente humano”.
VATICAN NEWS
Imagen: «La comida no es una mercancía como las demás. Es la vida de las personas y de la sociedad. Necesitamos un enfoque responsable, incluso espiritual», dijo monseñor Paglia en el Congreso FAO en Santiago de Chile.