Estas experiencias pueden ser un paso positivo para preservar la fertilidad de mujeres, generalmente jóvenes, que deben ser sometidas a tratamientos con quimioterapia o radioterapia que puede producirle infertilidad. Sin embargo, esta técnica presenta dificultades éticas, especialmente en lo que se refiere a la perdida de embriones humanos.
Se acaba de publicar un artículo en Molecular Human Reproduction, en el que se describe la producción de óvulos humanos a partir de biopsias de ovarios de diez mujeres sanas, de las que se derivaron folículos ováricos hasta su última fase de desarrollo, por lo que teóricamente podrían ser fecundados por un espermatozoide.
Estas experiencias, llevadas a cabo por científicos de Edimburgo (Reino Unido) y Nueva York (Estados Unidos), han merecido especial atención en diversos medios de comunicación, al margen del propio interés científico, pues podrían utilizarse para preservar la fertilidad de mujeres que deben ser sometidas a un tratamiento quimio o radioterápico.
No es éste el momento de entrar en los aspectos técnicos de dichas experiencias, bien detallados en el artículo en cuestión, sin embargo, parece de interés destacar que las biopsias de tejido ovárico fueron obtenidas tras consentimiento informado de mujeres que debían ser sometidas a una cesárea. Las piezas de tejido ovárico así obtenidas se cultivaron en un medio adecuado durante ocho días, obteniéndose de las mismas 87 folículos, de ellos, se desarrollaron 54 óvulos, que alcanzaron un estadio adecuado de maduración y de ellos se seleccionaron 32, que tenían un tamaño mayor de 100 micras. Finalmente se logaron obtener nueve óvulos maduros.
No cabe duda que, desde un punto de vista científico estas experiencias suponen un objetivo avance médico, sin embargo, como muy bien apunta Antonio Requejo, director general médico del Instituto Valenciano de Infertilidad (IVI), aunque estas experiencias ya se habían logrado anteriormente en ratones, a su juicio tendrán que pasar varios años, hasta que se confirme la seguridad del método, para poder ser utilizado en humanos, lo que es confirmado por uno de los autores del trabajo, Richard Anderson, quien manifiesta “que el cultivo de estas células es complicado porque las estructuras cambian muchísimo de tamaño, pues los folículos primordiales solo miden unas micras de diámetro, mientras que los folículos maduros pueden llegar a medir 2 centímetros.
Estas experiencias pueden ser un paso positivo para preservar la fertilidad de mujeres, generalmente jóvenes, que deben ser sometidas a tratamientos con quimioterapia o radioterapia que puede producirle infertilidad. Como muy bien comenta Requejo, en el mismo informe anteriormente referido, normalmente puede extraerse tejido ovárico de pacientes oncológicas para preservar su fertilidad, sin embargo, esta práctica puede conllevar el riesgo de reintroducir células cancerosas en el organismo de la mujer. Con esta nueva técnica, los óvulos inmaduros que se extraen del tejido ovárico, se pueden almacenar en el laboratorio para su posterior fecundación, estando libres de la contaminación por células cancerosas, lo que facilita que puedan ser fecundados y obtener de ellos embriones sanos para ser implantados.
Como ya se ha comentado estas experiencias suponen un indudable avance médico, que abre nuevas perspectivas en el campo de la fertilidad humana. En principio, ellas no ofrecen, a nuestro juicio, dificultades éticas objetivas, pues siempre se usan células adultas obtenidas de tejido ovárico, de mujeres así mismo adultas, tras su consentimiento informado. Sin embargo, todas estas experiencias favorecen, y abren nuevas perspectivas, para el uso de la fecundación in vitro que, como se sabe presenta dificultades éticas, especialmente en lo que se refiere a la perdida de embriones humanos.
Justo Aznar
Observatorio de bioética
Universidad Católica de Valencia
Imagen: Óvulos humanos
(© Observatorio de Bióetica Universidad Católica de Valencia)