Ofelia Acevedo presenta las memorias políticas de su marido, Oswaldo Payá, el fundador del Movimiento Cristiano Liberación, que logró unir a millones de cubanos en un proyecto de transición política hacia una Cuba libre y reconciliada
Durante muchos años Oswaldo Payá estuvo trabajando en el proyecto de un libro en el que sintetizaría su propuesta para una transición a la democracia en Cuba y explicaría a los cubanos cómo el totalitarismo comunista se había infiltrado en todas las capas de la sociedad (familia, escuela, fábrica…), creando una atmósfera prácticamente irrespirable y profundamente alienante. Su mujer, Ofelia Acevedo, tenía motivos adicionales para animarle a buscar tiempo para concluir esta obra. «Si se sentaba a escribir, no se arriesgaba tanto y dejaba de estar siempre viajando», reconoce. Sus miedos eran fundados: el coche de su marido sufrió sabotajes que podrían haberle costado un serio accidente. Y en una ocasión un vehículo les embistió por detrás. Preludio del extraño accidente en el que el opositor más importante que ha tenido jamás el castrismo, el hombre que logró unir a millones de cubanos en torno al Proyecto Varela para transitar hacia la libertad desde la legalidad vigente, perdiera la vida el 22 de julio de 2012, en un siniestro en el que hubo involucrados agentes de la seguridad del Estado. Un mes antes Payá había dejado concluido su libro, a falta solo de las últimas correcciones. Tras superar una maraña de obstáculos hasta conseguir que llegara a las librerías, Ofelia Acevedo –que ahora vive en EE. UU.– ha visitado España para presentar La noche no será eterna. Peligros y esperanzas para Cuba (editorial Hypermedia).
Habla usted de este libro como un proyecto largamente acariciado por su marido. ¿Por qué era para él tan importante?
Su intención era que mucha gente, y los cubanos en primer lugar, conocieran la verdad de la historia de Cuba, que se dieran cuenta de cómo hemos llegado a esta situación que hay ahora, con un país desvencijado, miserable… Pero sin estigmatizar a nadie. Oswaldo promueve la reconciliación desde la experiencia de un cristiano que buscó vías pacíficas para que los cubanos transitaran desde la legalidad hacia un sistema democrático que respetara sus derechos. El libro es eso: un canto a la esperanza. Porque el cambio sigue siendo posible. Así es como era él: siempre positivo, animando a la gente, diciéndoles que el cambio es posible… «Tú eres un hijo de Dios, tienes derecho a una vida plena».
Han pasado más de seis años desde su muerte. ¿Por qué ha tardado tanto en publicarse el libro?
Al principio todo iba bien, incluso firmamos contratos con editoriales, pero pasaba el tiempo y no lo publicaban; seguías escribiéndoles hasta que dejaban de contestar… Nos costó mucho trabajo encontrar una editorial que corriera el riesgo de publicar este libro. Nunca dudé de que la inteligencia cubana iba a mover todos sus recursos para impedirlo.
Se habla de que la dictadura en Cuba tiene los días contados. ¿Cómo imagina usted el cambio?
El cambio solo podrá surgir de una movilización ciudadana y con reglas claras. Esa es la única manera de garantizar una transición a la democracia de manera ordenada, donde previamente se haya creado un clima de confianza en el que la gente pueda hablar en libertad. Pero no veo que eso vaya a pasar de forma inmediata. [El presidente Miguel] Díaz-Canel no representa ninguna transición. Es un monigote de Raúl Castro. Lo que están buscando es la manera de dar a entender que han hecho cambios sin que nada realmente cambie.
Algunos argumentan que, si esos cambios son demasiado rápidos, se produciría una especie de invasión desde EE. UU., convirtiendo a Cuba en su casino y su burdel.
Pero eso ya pasó hace mucho tiempo. Es un cuento muy viejo ya. Cuba está llena de hoteles y de burdeles. Tenemos a muchachas de 13 o 14 años prostituyéndose por nada. Eso nunca había pasado antes, nunca ha habido en Cuba más prostitución que ahora. Y a la vez, hay un capitalismo de Estado, con gente que tiene muchísimo dinero. ¿Qué me van a decir de lo que pueda venir después de esto? Los únicos cambios posibles serán a mejor.
Oswaldo Payá fue crítico con una parte de la jerarquía católica cubana. ¿Cómo vivió él estos desencuentros?
Le causó mucha pena porque él era un laico que, desde su fe, había seguido este camino político como forma de ayudar a su pueblo a recuperar sus derechos y la democracia. Para él supuso un dolor el acercamiento al régimen de algunos obispos al margen del pueblo cubano, sin tener en cuenta a la gente, para sacar del país a 75 presos políticos que abandonaron Cuba prácticamente desterrados: de la cárcel los trasladaron directamente al aeropuerto, sin pasar por casa, y los metieron en un avión rumbo a España. Sufrimos todo eso, pero también hubo muchos sacerdotes y religiosas que nos apoyaron siempre mucho. Son los que están cada día con la gente. La Iglesia tiene eso: es muy grande, y siempre habrá figuras que tomen determinadas posiciones.
R.B.
(Foto: María Pazos Carretero)