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Esta afirmación es, quizá, la verdad más verdad que haya salido de la boca de la vicepresidenta Yolanda Díaz al menos desde que Pablo Iglesias la repescó para Madrid de su predio ferrolano y la hizo ministra. «Así no se puede gobernar», ha dicho.
El revolcón político al que fue sometida en la semana que termina por parte de sus antiguos jefes y correligionarios son de los que hacen época. Su discurso un tanto cursi y lacrimógeno en defensa de su Real Decreto sobre subsidios al paro (Real, ¡manda carallo!) no ablandó los corazones ni de Belarra, ni de Montero y mucho menos del líder de todas ellas, Pablo Iglesias, que ejecutó su venganza como Stalin hizo con Trotsky a manos de Ramón Mercader.
Convendrá el lector con el columnista que no atraviesa España por momentos precisamente de quietud y dulzura. Desde todos los lugares y ámbitos del país donde todavía habita un hálito de sentido común se demanda un Gobierno capaz de plantar cara al leviatán de distintas crisis que pasa por la institucional, la económica, la social y aún la internacional. Este Gobierno Frankestein II es el peor Gobierno en el peor de las circunstancias. No cabía ninguna duda desde la investidura de Sánchez, pero se pudo comprobar in situ esta semana con los famosos 3 reales decretos.
«Así no se puede gobernar». Lo ha dicho la mujer más entusiasta y proactiva en su momento para reeditar un ejecutivo que ni es progresista, ni moderno, ni coherente. Sobre todo, representa un lastre insalvable para otear el horizonte nacional con visos de certidumbre y serenidad.
Es lo que ha querido Sánchez, porque alternativas las tuvo e incluso todavía las hay. Como no está dispuesto a enmendalla, vamos a ver cómo se desangra a borbotones ofreciendo una imagen tan patética como inconsistente. Llegará un momento en el que sólo podrá ofrecer a los avaros independentistas La Alhambra de Granada o la catedral de Burgos, porque el Estado se habrá quedado en cueros, es decir, ya lo está.
La señora y cuitada vicepresidenta nunca creyó que podría ser sometida a las horcas caudinas precisamente por los suyos, neocomunistas con sus propias ambiciones. ¿Quién no va a estar de acuerdo con su aseveración? En efecto, así no se puede gobernar. Oiga, y si no se puede gobernar, ¿qué hay que hacer? Sencillamente, ir a unas nuevas elecciones y que el pueblo decida.
Ah, claro, esto sería en un país democráticamente normal… Y España, hoy, no lo es o lo es sólo a medias.
GRACIANO PALOMO
Publicado en OKdiario el 214.1.2024