La Compañía de Jesús no solo ejerció influencia en la vida personal y en la temática de algunas obras del pintor, sino también en su técnica.
Por lo menos en tres aspectos, los jesuitas fueron decisivos para el pintor del celebérrimo La joven de la perla (1665), de quien se muestra hasta el 4 de junio una retrospectiva de 28 obras (de las 35 conocidas) en el Rijksmuseum en Ámsterdam. En primer lugar, le asistieron en su vida familiar. El domingo de Pascua de 1653, Johannes Vermeer (1632-1675), entonces protestante, se casó con la joven católica Catharina Bolnes, cuya madre, Maria Thins, estrechamente relacionada con los jesuitas de Delft, tuvo inicialmente reservas de que su hija se casara con un protestante. Es probable que la Misa la presidiera un jesuita. Además, como los matrimonios interreligiosos en esta época eran poco frecuentes, es posible que el pintor se convirtiera al catolicismo. Cierto es que sus 15 hijos fueron bautizados en la Iglesia católica y que sus hijas estudiaron en la escuela de los jesuitas. Vermeer llamó Ignatius a uno de ellos y Franciscus a otro. En todo caso, algunos años después de contraer matrimonio, el pintor se mudó junto con su mujer, su suegra y los primeros de sus hijos al Papenhoek, el barrio papista de la ciudad protestante de Delft, donde los jesuitas administraban una iglesia escondida en un ático o schuilkerk —en 1656, de los 23.000 habitantes, 5.500 eran católicos—. No es que los católicos tuvieran que esconderse o mantener el lugar de reunión en secreto. La libertad de culto estaba garantizada y los no protestantes eran tolerados, aunque debían ser discretos en la República de las Provincias Unidas de los Países Bajos.
En segundo lugar, los jesuitas marcaron su obra. Una reciente investigación, Johannes Vermeer: Faith, Light, and Reflection (Johannes Vermeer: Fe, Luz y Reflejo), del comisario de la citada exposición, Gregor Weber, confirma el influjo decisivo no solo en la vida privada y familiar de Vermeer, sino incluso en su obra, que, como es sabido, incluye cuadros de temática católica, como Santa Práxedes (1655). Gracias a los jesuitas, Vermeer debió de haber entrado en contacto con mucho arte católico, como La crucifixión de Jacob Jordaens (1593-1678), que incluye en el trasfondo de Alegoría de la fe católica (1670-74). En su casa familiar colgaban una crucifixión y una Verónica, típicos de un ambiente doméstico católico. Tras La tasadora de perlas (1662-1664) cuelga un juicio final.
En Cristo en casa de Marta y María (1655), Vermeer trata este episodio evangélico de modo muy distinto de sus predecesores y contemporáneos, que se centraban o bien en la escena repleta de víveres y utensilios de cocina —como Pieter Aertsen (1508-1575), Joachim Beuckelaer (1533-1574) e incluso Velázquez (1599-1660)— o bien situaban a Cristo entre las dos hermanas, como para distanciarlas, como Rembrandt (1606-1669). Los jesuitas Dries van den Akker y Paul Begheyn argumentan en Johannes Vermeer en de jezuïeten in Delft (Johannes Vermeer y los jesuitas en Delft) que esos cambios decisivos van muy en la línea de una compositio loci al estilo de los ejercicios espirituales de san Ignacio de Loyola. Se centra en los tres protagonistas, dándoles un espacio y una altura específicos y presentándolos casi a tamaño natural como si de un cuadro devocional se tratara.
En tercer lugar, al lado del influjo de los jesuitas en la vida familiar y en el modo de tratar la temática católica de sus obras, también hubo influencia en su pintura de modo más técnico. Los jesuitas eran tanto doctos en materia de óptica —cabe mencionar el acreditado Opticorum libri sex (1613), ilustrado por Rubens, del jesuita flamenco Franciscus d’Aguilon (1567-1617), arquitecto de la iglesia de la Compañía en Amberes— como autores de libros de espiritualidad, donde la luz tiene un trasfondo divino. La bola de cristal que cuelga del techo en Alegoría de la fe católica y en la cual se refleja la habitación iluminada se representa en un emblema de Emblemata sacra de fide, spe, charitate (1624) del jesuita flamenco Willem Hesius (1601-1690), matemático y arquitecto de la iglesia de la Compañía de Jesús en Lovaina. Probablemente, el padre Isaac van der Mye (1602-1656), miembro de la comunidad jesuita de Delft que se había formado como pintor antes de entrar en la Compañía y cercano a Vermeer, le enseñó el uso de la cámara oscura, según un dibujo que Weber encontró. De hecho, en algunos cuadros de Vermeer —como La encajera (1669-1670)— se perciben efectos luminosos específicos de la cámara oscura, como el hecho de enfocar en un solo punto y dejar el resto borroso, por lo que no cabe duda de que conocía el instrumento, aunque no era probable que lo usara para pintar. La cámara oscura, además, aparece en varios emblemas de espiritualidad ignaciana como símbolo de la fe.
BERT DAELEMANS SJ
Alfa y Omega
Imagen de portada: Vista de Delft (detalle). Mauritshuis. La Haya (Holanda).