En zonas rurales de Haití alejadas de la capital, como es el caso de Jean Rabel, no ha llegado la violencia de la que hablan estos días los medios de comunicación de buena parte del mundo. Sin embargo, aunque no sea a golpe de bala, se está atentando también contra vidas inocentes.
No suelo hablar de personas concretas porque me cuesta narrar historias que para mí son sagradas. Pero esta vez lo voy a hacer, porque él es el que está en mi pensamiento. Porque creo que solo así puedo decir que esta realidad tiene que cambiar.
Este niño tiene 3 años. Padece hidrocefalia y, sin embargo, hasta hace nada era autónomo y hablaba y caminaba sin problema. Pero hace cosa de un mes, algo —porque no se sabe la causa, el único TAC en el país se encuentra en Carrefour, una de las zonas más conflictivas de Puerto Príncipe y tampoco hay otros medios para poder estudiarle— hizo que empeorara, dejándole postrado, incapaz de mover brazos o piernas, sin habla, y ya no es capaz ni de mantener la cabeza. Pero es que, además, presenta unas crisis en las que todo el cuerpo se le pone en tensión y el niño solo gime.
Probablemente no se curaría tampoco en otro sitio, pero… ¿y el sufrimiento? Esos gemidos… No hay posibilidad de que le hagan una derivación ventriculoperitoneal, pero es que no hay acceso ni a un analgésico potente, porque para eso tendría que ir a Puerto Príncipe y… no se puede. Va a sufrir y a sufrir en brazos de su madre, que será el único alivio que tenga.
Esto es. Por eso no me sale más que silencio. Porque este dolor no encuentra palabras para nombrarse.
¿Y qué hacen? Rezan. Porque experimentan que solo Dios no les deja de lado. Todo lo demás se lo quitan… menos la fe.
VALLE CHÍAS
Religiosa de Jesús-María y misionera en Haití
Publicado en Alfa y Omega el 1.4.2024.