Va a tener suerte Yolanda Díaz. De facto, su hasta ahora jefe, Pedro Sánchez, se ha unido con armas y bagajes, de hoz y coz, a su movimiento con destino a agrupar a todos los parias de la tierra hispana al objeto de cambiarles la suerte, la vida y la hacienda.
Un somero análisis a la pieza oratoria cósmica que depuso ante sus deudos tras la estrepitosa derrota electoral del 28M-el respeto no se compra, señor presidente-nos confirma que el nuevo objetivo del otrora liberal/socialdemócrata Sánchez es amalgamar todas las sensibilidades zurdas existentes en el otrora imperio hispano bajo un caudillo inmarcesible.
En efecto, señores. Dicha pieza no tiene desperdicio. Atacar el trumpismo –en ello no hay nada que objetar-, utilizando justamente el mismo vocabulario que el ex presidente de EEUU, los ataques a los medios, jueces, fiscales y todo el entourage que no le baila el agua. Descalificar a la oposición que vocea agostada, con calificativos al uso dando paso a tremendismos que ya no asustan a nadie. Por desconocer, Pedro Sánchez desconoce que el dóberman ya fue utilizado por los socialistas de los años 90 y fue precisamente ahí cuando un dios político como Felipe González capotó ante un pajarillo como Aznar.
Hasta la fecha, dentro del frankenstein ese papel de imitador de Trump le correspondía a Pablo Iglesias; una vez fenecido políticamente -¡de qué forma!- se suponía que el rol debería bailarlo Yolanda Díaz al frente de las desmadejadas huestes de la ultraizquierda. Pues no, señores. Envidioso Sánchez le ha robado el catálogo de despropósitos que teóricamente correspondían a los líderes de Sumar y se ha subido al caballo desbocado del exceso verbal, adornado con un lenguaje gestual que algún experto del sofá debería emitir un dictamen profesional con urgencia. No hay que olvidar que el paciente todavía es presidente del Gobierno, esto es, el primer ejecutivo de la nación.
Pedro Sánchez nunca fue un socialdemócrata, pese a lo que presume. En sus años de no dar palo al agua, cobrando del erario público, of course, se definía como un liberal (soy testigo) y cuando llegó al poder como socialdemócrata. No era ni es, ni lo uno, ni lo otro. Es un ultra de sí mismo. Y acaba toda la historia. El alto coste, naturalmente, a costa del contribuyente.
GRACIANO PALOMO
Publicado en OKdiario
Domingo, 4 de junio 2023.