La estrategia, si la hubiera, de Pedro Sánchez, para seguir en el opíparo machito, no pasa por rehabilitarse él como líder creíble y confiable -imposible a las alturas del guión y tras un lustro en el poder-, ni siquiera por insuflar ánimo a sus desanimadas mesnadas. No. Pasa por contar con la muleta neocomunista/populista que la ofrece esa izquierda atrabiliaria a la izquierda del PSOE.
Por corto y por derecho, pasa por posibilitar el futuro político -necesariamente marginal- de su vicepresidenta Yolanda Díaz que le permita reeditar su actual Gobierno con un mosaico de partiditos que, al final, resultan básicos para argamasar el poder.
Por lo que se pudo ver y oír en el Congreso, Sánchez y Díaz habían pactado previamente la ocasión propicia para la gallega. Una oportunidad única que se dan escasamente. A fe que lo aprovechó la militante del PCE y de CCOO. Estuvo brillante en la forma y efectiva en el fondo. ¡Imagino lo que estuvieran pensando las señoras Belarra y Montero!
Es más que evidente la diferencia en formas entre Yolanda y sus correligionarios ideológicos. Ese le ofrece una gran ventaja. Pero no se pueden olvidar sus fundamentos políticos que, al final, son exactamente los mismos que los de Fidel Castro, Maduro, Petro e incluso que los del dictador nicaragüense Daniel Ortega. Escribo esto porque, quizá sin percatarse, dejó durante su intervención -muy efectiva, of course- deslizar ciertos retazos de enorme superioridad moral, repartiendo carnets de democracia en una persona que «admira» -palabra textual- a Castro, Chávez, Maduro, Lenin y no sé si también al gran asesino chino. Repartía patentes de libertad y democracia, la señora que hasta que llegó al poder y cambió de vestimenta y nivel de vida, se regodeaba en «Rodea el Congreso» y cosas similares.
De lo que ya no queda duda alguna es que ha sido cooptada como delfina de Sánchez. Con mano de hierro en guante de raso. Díaz tiene mucho más peligro para los liberales que aman la libertad que Pablo Iglesias o su mujer. Cuando digo libertad quiero afirmar libertades. La mujer, que se considera a sí misma la inventora de los derechos sociales -fijeza en el trabajo, derechos sanitarios, sexuales, bla, bla, bla-, era, hasta que cambió los vaqueros roídos por los trajes de diseño, una agitadora callejera en Galicia. Pasar a vivir en un megapiso en Madrid, que construyó Franco, gratis total, viajar en coche oficial y rodearse de poderosos producen esos aggiornamientos cursis y hasta fatuos. ¡Ahí la tienen, toquen una muñeira a ver si pestañea!
GRACIANO PALOMO
Publicado por okdiario.
Sábado 25 de marzo 2023.