El intento de asesinato de Donald Trump, el más grave contra un presidente o candidato estadounidense en más de 30 años, polarizará aún más la sociedad estadounidense en lugar de unirla. Aunque la mayoría de los estadounidenses rechazan la violencia política, el peligro está en que este suceso incendie las guerras partidistas.
Un estudio publicado en mayo encontró que el 11 % de los estadounidenses pensaba que la violencia estaba justificada para devolver a Trump a la presidencia. Y en otra encuesta de la Universidad de Chicago, el 10 % de los encuestados afirmó que el uso de la fuerza estaría justificado para impedir que Trump volviera a ser presidente.
A los pocos minutos del tiroteo, internet se llenó de ira y recriminaciones y se dispararon en redes sociales las teorías de conspiración. El intento de asesinato es solo el último ejemplo de violencia política que ha alimentado un creciente entorno de polarización. Aquí en España, también Alejo Vidal Cuadras sufrió un intento de asesinato, todavía no suficientemente aclarado.
El incidente generará simpatía por Trump y lo presentará como resiliente, aumentando su apoyo también entre votantes indecisos y moderados. Pero profundizará la división política, con ambos partidos utilizando la retórica del «y tú más». Si bien los demócratas lamentaron la violencia política, los republicanos inmediatamente culparon al presidente Biden por el ataque que, según ellos, se debió a un lenguaje incendiario que etiqueta al expresidente como un radical que debilitará las instituciones de la república imperial americana.
El intento de asesinato contra Trump cambiará la percepción pública a su favor de una parte del electorado. Históricamente, los intentos de asesinato han aumentado la popularidad del candidato, como ocurrió en el atentado contra Ronald Reagan en 1981. Cuando el presidente Reagan recibió un disparo, el país se unió detrás de su líder herido. El presidente demócrata del Congreso fue al hospital, le abrazó y se arrodilló para rezar por él.
El ataque movilizará a las bases de Trump y aumentará su entusiasmo por votar. Y tendrá un efecto desmoralizador sobre los partidarios de Biden. El incidente, además, generará una visión más comprensiva de Trump entre algunos votantes indecisos. El intento de asesinato ya ha cambiado la dinámica de la campaña. El incidente eclipsará otros temas poco tratados durante el inicio de la campaña.
Durante el primer debate Biden-Trump no se habló de que el fondo fiduciario de la Seguridad Social se agotará en 2033. Según la ley actual, los beneficios se reducirán en un 21 %. Tanto Biden como Trump se han comprometido a no disminuir los derechos (de Seguridad Social y Medicare) pero actualmente se están generando déficits que agregan 1.000 millones a la deuda nacional cada ocho meses. Ningún candidato ha aclarado cómo atajar ese problema. Y otros problemas fundamentales para el futuro de Estados Unidos tampoco reciben la atención que deberían.
Sería deseable que, en la parte final de la campaña, ambos partidos no alimentasen la polarización. Esto ayudaría a movilizar a ese 40 % de los votantes americanos que hasta ahora no se han interesado por las elecciones de noviembre, con dos candidatos que no despiertan demasiado entusiasmo entre los segmentos más moderados; que centrasen la atención en las propuestas políticas en lugar del debate polarizado sin presentar alternativas positivas. Ambos partidos han condenado la violencia de manera inequívoca, pero no han evitado el lenguaje incendiario ni enfatizado los valores compartidos. El Partido Demócrata ha intentado atraer a los votantes conservadores moderados destacando el bipartidismo de Biden. Y Trump se ha mostrado menos incendiario tanto durante su juicio en el tribunal de Nueva York como en el debate con Biden en la CNN. Pero la elección del senador Vance como candidato a vicepresidente republicano augura una batalla soez.
El tiroteo se ha producido en un momento en el que Estados Unidos ya estaba profundamente dividido en dos mitades. Más que en cualquier otro momento en generaciones, los estadounidenses no se ven a sí mismos en una empresa colectiva, sino que se perciben en lados opuestos de un muro. Las divisiones se han vuelto tan marcadas que una encuesta realizada en mayo encontró que 160 años después de que comenzara la guerra civil en el país, casi la mitad de los estadounidenses piensan que es muy probable que vean otra.
Como ha dicho la hija de Ronald Reagan, Patti Davis, en The New York Times: «Que disparen a un ser querido te cambia, te destroza en los primeros momentos y te reorganiza los años posteriores. El suceso del sábado debería cambiarnos como país, conmocionarnos para que recordemos quiénes se supone que somos, quiénes somos capaces de ser: no personas llenas de rabia que intentan influir en las elecciones con disparos. Añoro los Estados Unidos que arroparon a mi familia después de que dispararan a mi padre y rezo para que podamos volver a encontrarlos en nosotros mismos».
COSME OJEDA
Profesor de Opinión Pública. Universidad CEU San Pablo
Publicado en Alfa y Omega el 18.7.2024