Mientras el sanchismo, de la mano de su principal rasputín, Bolaños, trata de engañar de nuevo al Partido Popular en el intento indisimulado de asalto y control al órgano de gobierno de los jueces, la realidad es que la instancia suprema de garantías constitucionales, el Tribunal Constitucional, hace algunos meses que está bajo el control gubernamental. Esto lo saben los dirigentes populares y no parecen dispuestos a ser burlados de nuevo en el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ).
El interlocutor de Bolaños, González Pons (qué injustas son las descalificaciones por parte de VOX y aledaños mediáticos), dijo recientemente que el Constitucional se había convertido en el cáncer de la democracia y fue obligado por su jefe a poner sordina a lo que se consideró un desvarío. Oigan, ¿quién descalifica a las instituciones? Básicamente, el que las utiliza para su exclusivo interés y servicio como es el caso, no quien pone el dedo en la llaga. Lo opinado en el ejercicio de su libertad por el levantino acerca de la actual composición del Tribunal Constitucional es algo que comparten una mayoría de españoles informados o, al menos, una gran multitud. ¿Por qué hay que rectificar entonces?
Su presidente, Cándido (de cándido, nada) Conde Pumpido, hijo de un veterano navegador en aguas franquistas posteriormente devenido en progresista cuando el PSOE llegó al poder, tampoco se ha ocultado nunca; incluso, llegó a decir que la toga estaba impregnada con el polvo del camino. No oculta su proximidad al poder sanchista, se exhibe con sus dirigentes en almuerzos y cenas, y para nadie es un secreto que el interés de Sánchez por colocarle al frente del TC tiene su precio.
¿Se trata de una justicia ciega y sorda? No se lo traga ni aquel que vendió el coche para comprar gasolina. A las pruebas me remito. Conde Pumpido tendrá que demostrar que, en efecto, camina exclusivamente a lomos de la ley y no de la guía monclovita.
GRACIANO PALOMO
Publicado en OKdiario el 4.2.2024.