Apenas se ha cubierto el primer trimestre de clase y ya se empieza a sentir el cansancio en el profesorado. Muchos son los que refieren agotamiento y hasta desilusión por su trabajo. Necesitan las vacaciones y reponer fuerzas para sobrellevar los dos trimestres que aún quedan por delante. ¿Podemos permitirnos como sociedad que los que se encargan de la formación de nuestras hijas y nuestros hijos no estén en las mejores condiciones para desempeñar una labor tan indispensable no solo para el futuro, sino para el presente también?
Nadie pone en duda, y así lo demuestran numerosas investigaciones, que los docentes son la pieza clave para el aprendizaje en las escuelas. Son ellos lo que se encargan del desarrollo de las personas y el progreso de las sociedades a través de la educación y de la cultura. Con frecuencia recurrimos a la educación como el remedio para todos los males y las amenazas que nos acechan, como la violencia de género, la salud física y emocional, el cuidado del medioambiente, la alimentación saludable, los conflictos armados, la intolerancia, la convivencia… Todo se arreglaría con una buena educación y todo esto es lo que cae sobre las espaldas del cuerpo docente.
En el estudio del Educobarómetro. El profesorado en España en 2023 realizado este año por el Observatorio de la Escuela de la Fundación SM, elaborado con el fin de conocer las motivaciones hacia la carrera docente, analizar las principales causas de malestar y estrés, averiguar cómo cambian estas causas en función del género y del contexto socioeconómico de los centros, entender las necesidades para el desarrollo profesional, etc., se confirma que dos de cada cinco docentes han sentido agotamiento físico o mental durante el último curso.
Se podría pensar que el curso pasado fue especial por la vuelta a las aulas después de la pandemia, cuando las situaciones de aprendizaje estuvieron condicionadas por un modelo de relación desconocido hasta el momento. Sin embargo, hay otros elementos que influyen en el estado anímico del profesorado. Dos de cada cinco afirma vivir su trabajo con cierto distanciamiento e indiferencia, lo que se refleja en que el 47 % se mantiene en una posición neutral ante la posibilidad de abandonar la docencia, lejos del 22 % de 15 años atrás.
Los profesores refieren la falta de tiempo como principal fuente de estrés. Dedican demasiadas horas de trabajo a temas burocráticos y administrativos, a planificar sus clases de acuerdo con nuevas metodologías y maneras de evaluar que muchas veces les complican la vida por no disponer de procedimientos sistemáticos de actualización y formación continua. Antes de llegar al aula para ofrecer a cada alumno lo que necesita ya han consumido una ingente cantidad de tiempo. Muchos reconocen que el total de horas necesarias para su trabajo interfiere claramente en su vida profesional y personal.
La falta de tiempo, las grandes expectativas que se tienen sobre la educación, el exceso de responsabilidad que les supone atender a temas que van más allá de la pedagogía —como es responder a los problemas psicológicos cada vez más complejos del alumnado y de sus familias—, junto a la incertidumbre provocada por los continuos cambios legislativos, están provocando que los docentes tengan falta de motivación y dificultades para desempeñar su tarea docente.
Los datos indican que esta carrera profesional no es elegida en primera opción por los jóvenes y que los que lo hacen, la abandonan en sus primeros años de ejercicio. No basta con recurrir a la educación para encargarle que atienda a los problemas; es imprescindible cuidar a quienes son los garantes de que eso suceda, es decir, los docentes y las escuelas.
Según el estudio de la Fundación SM, los docentes españoles aluden al gusto por la enseñanza (25 %) y a la vocación (20 %) como los principales motivos para escoger esta profesión. Al ser una elección vocacional, son personas entregadas que merecen ser cuidadas y reconocidas socialmente como verdaderos expertos en educación. De ahí que una de las recomendaciones de la UNESCO sea profesionalizar más el trabajo docente y mejorar el reconocimiento de educadoras y educadores como productores de conocimiento y como figuras clave en la transformación educativa y social. Sin embargo, las grandes inversiones de los sistemas educativos no se centran en la mejora de la profesionalización docente, sino en iniciativas de mayor eco mediático, como las tecnologías disruptivas.
Es imprescindible contar con los docentes para la transformación personal y social, por eso sigue siendo necesario trabajar con muchísimo empeño en revitalizar la figura del maestro y en construir escuelas que cuidan.
Sin docentes no existirían las escuelas y sin escuelas el mundo perdería su propósito.
MAYTE ORTIZ
Directora General de la Fundación SM
Publicado en Alfa y Omega
11 de diciembre 2023.