La afirmación de que «el matrimonio tiene forma eucarística y la Eucaristía es un sacramento esponsal» no debería extrañar a quienes hayan meditado el texto paulino del gran misterio de Cristo y de la Iglesia. Sin embargo, aún resulta novedosa.
El matrimonio como «invención divina» es el descubrimiento (etimología de «invención») del sentido vocacional del matrimonio como ámbito primordial del encuentro con Dios para los esposos. Para comprender cómo es posible una espiritualidad conyugal es menester no reducirla a unas prácticas cristianas superpuestas al matrimonio o al noviazgo, sino descubrir a Dios en todos sus aspectos. «El Espíritu Santo es quien transforma el amor conyugal en amor divino, como transforma las especies sacramentales en el Cuerpo y la Sangre de Cristo». Es decir, no se trata tanto de que las parejas recen juntas como de que dejen que Dios transforme la relación misma en oración.
El libro El matrimonio, la gran invención divina, de José Fernández Castiella en Ediciones Cristiandad, aborda esta relación con un hermoso recorrido por el sentido de la alianza en la historia de la salvación. Con una clara y profunda fundamentación, culmina en una acertada antropología de los gestos sexuales. La comprensión del significado de la caricia, del beso y de todas las relaciones íntimas permite entender, por ejemplo, por qué «el beso que se dan los esposos hace presente a Dios como el pan hace presente a Cristo en la Eucaristía»; o que «el encuentro amoroso es una prolongación de la Misa y la cama una variedad del altar». Su institución como sacramento transforma la vida matrimonial en vida eucarística para un cristiano, sin rehuir los pecados y las limitaciones; de la misma manera que las imperfecciones del pan no impiden que Cristo se haga presente en él.
La vocación matrimonial es también misión. Más aún, es una gran revelación para el mundo, pues «los cónyuges, por el hecho de amarse hacen presente el amor de Cristo a la Iglesia». De hecho, las palabras de Jesucristo en el momento de la Ascensión, «yo estaré con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo», son como una fórmula del consentimiento nupcial de Cristo por su Iglesia, que resuenan cada vez que los esposos celebran su matrimonio y en cada uno de los días en que viven esa relación de amor.
JAVIER SÁNCHEZ-COLLADO
Profesor de Filosofía
Publicado en Alfa y Omega el 29.4.2024.