Asistí expectante el pasado lunes al regreso político de Miquel Roca Junyent, el único padre vivo de la Constitución junto a Miguel Herrero de Miñón. Roca conferenciaba, tras muchos años de silencio político, como gran ponente dentro del marco del Instituto para el Liderazgo Político que dirige la manchega María Dolores de Cospedal, mujer con agallas y preparación técnica (abogada del Estado, ahora por cuenta propia), que no necesita presentación ante mis lectores.
Roca, el antiguo delfín de Jordi Pujol en Convergencia, no defraudó al selecto auditorio, donde también se encontraba el doctor Ludger Gruber, director de la poderosa, respetada y teutona Fundación Konrad Adenauer, que mantiene presencia en España desde el momento mismo que se inició la Transición a la muerte de Franco. Miquel Roca es, sin duda, con la perspectiva que ofrece casi medio siglo, uno de los dirigentes políticos más inteligentes, pragmáticos y europeos que se encontró este columnista a lo largo de su dilatada carrera como observador de la realidad nacional, al que es difícil sacarle una palabra que desentone en el entourage, entre otras cosas, porque no se prodiga en esos menesteres, de ahí la virtualidad de la antigua secretaria general del PP y ex ministra de Defensa.
Sin cambiar para nada su Roca style, el ex nacionalista catalán (siempre moderado, respetuoso y pragmático, insisto) reivindicó la Carta Magna, el papel de la Corona, el Rey Juan Carlos incluido, y el rol histórico de España con sus aciertos y errores, obviamente, sin tener que tener complejo alguno ante el resto del universo. A pesar del mucho cuidado que tuvo en huir de los exabruptos que tanto demonizó, «por inservibles y vacuos», sobrevoló críticas intensas y razonadas contra aquellos poderes del Estado (el judicial), pongamos que deseaba referirse a Pedro Sánchez, que se revuelven contra el resto de los poderes. «Eso va claramente contra la Constitución y choca frontalmente contra la convivencia y el sistema democrático más genuino que coincidimos en dotarnos todo», afirmó.
En una ponencia política que deberían ver y oír los españoles en su conjunto, Miquel Roca tuvo tiempo de contar anécdotas referidas a Manuel Fraga y hasta Blas Piñar, especialmente de esas primeras andanzas del milagro de la Transición, incluyendo en ese paquete a Santiago Carrillo y, of course, Adolfo Suárez.
Resultó una tarde del otoño madrileño en el que el sentido común, el conocimiento histórico, el moderado patriotismo y la determinación de Cospedal para hacer salir de su silencio a una personalidad preclara (tiene muchas dudas acerca de que el actual Junts tenga que ver con la antigua Convergencia de Cataluña) que entrada ya en años quiere ser catalán, español y europeo. Como millones de compatriotas. Amén.
GRACIANO PALOMO
Publicado en OKdiario el 13.10.2024