Se les han puesto difíciles las cosas a ese rarísimo conglomerado político e institucional que desea ciscarse en la Constitución. La Sala II de lo Penal del Tribunal Supremo le ha buscado las vueltas, como es su obligación profesional, a esa chapuza jurídica mal llamada Ley de Amnistía, que puede tener consecuencias definitivas en el plano político.
Manuel Marchena y Pablo Llarena son profesionales del Derecho y del Estado de Derecho. Saben a conciencia cuál es su deber y el rol que la Constitución y el Derecho les asigna. Cierto es que han tragado mucha quina por parte de un Gobierno y coaligados que creyeron desde un inicio que cuatro votos de diferencia a su favor en el Congreso de los Diputados les ofrecía patente de corso para subrayar que lo que vale para unos, no es aplicable a otros singulares políticos que nadan en la impunidad.
«El castigo de los delitos patrimoniales», escribe el titular de la Sala II del Supremo, «no se justifica por quedarse con las cosas de otros, sino por quitarle a otro las cosas…». Oro jurídico molido.
Es evidente. El llamado procés fue antes que nada una estafa a los ciudadanos de Cataluña y de paso, a toda España. Sea como fuere, el durísimo alegato de Marchena (nadie discute al canario, que sabe Derecho y de leyes, pocos pueden echarle un pulso) pone en solfa y desenmascara la mascarada (valga la redundancia por una vez) que supone una ley no pensada y menos escrita para la «reconciliación» y la «convivencia». Dirigió el proceso al procés con pulcritud, mano canaria, con publicidad extraordinaria, sin salirse un ápice de su papel de juzgador imparcial y, finalmente, consiguió su gran objetivo, que la Sala II alcanzara la unanimidad, ahora rota por la progre (que en este caso no viene de progreso) Ana Ferrer García. Resultado: 5 a 1 y porque uno de aquellos magistrados está de veraneo permanente en las costas galaicas (Luciano Varela), felizmente jubilado para él.
Pablo Llarena es, con toda probabilidad, el magistrado del Supremo que más odio acendrado suscita entre los golpistas y feudalistas. Quizá pensaron aquellos delincuentes de manos largas que podrían reírse impunemente del burgalés y ahí tienen su respuesta, siempre dentro de la más estricta legalidad.
Marchena y Llarena representan hoy para muchas generaciones de españoles todo el coraje que es posible extraer del Estado de Derecho; de una democracia que se resiste a que la pisoteen y vejen.
Dentro de unos lustros a no más, estos dos hombres de toga tendrán un lugar de honor en el altar del recuerdo. Se pongan sus enemigos como quieran.
Por último, estocada hasta la bola: «Es especialmente difícil conciliar el esfuerzo de la UE por eliminar márgenes de impunidad para los malversadores con la voluntad del legislador español de dispensar un tratamiento excepcional y personalizado a unos delitos de especial gravedad, por el simple hecho de haber sido sometidos por unos concretos responsables políticos y en una determinada franja histórica». (Manuel Marchena)
PD. Lo del bulo bulísimo contra el juez Peinado, dos DNI y múltiples posesiones que no tiene, junto al otro bulo bulísimo sobre la mujer de Feijóo y Sargadelos, han entrado por derecho propio en el infierno del periodismo servil y repugnante. Todo el mundo sabe que se lo inventan en Moncloa y se lo dan a sus amigos para que lo difundan… Luego piden perdón un ratito… y hasta la próxima.
GRACIANO PALOMO
Publicado en OKdiario el 6.7.2024