Nadie que conozca medianamente a Pedro Sánchez (cuántas veces durante el último lustro he recordado los almuerzos en Salvador y lo largos paseos por la madrileña calle Mayor cuando se declaraba «liberal») puede pensar que su requiebro de niño malcriado responde a algo cocinado en las calderas de Harvard. Ha sido la reacción visceral de un ser humano muy tocado psicológicamente, en la creencia de que puede conducirse como le venga en gana, atendiendo al principio maniqueo de que la línea entre lo bueno y lo perverso la traza él.
Todo lo que rodea a Sánchez no tiene precedentes. Se intuía que a la hora de morir (políticamente se entiende), se conduciría de forma abrupta y exagerada. Y tengo para mí que esa hora aún se prolongará algún tiempo más, no mucho en cualquier caso, porque frente al poder de un dirigente tan extravangante como el que nos ocupa se alza la realidad de unos hechos a todas luces incontestables. Tampoco el caso Sánchez representa ninguna novedad entre la amplia galería de líderes políticos mundiales que han concebido y conciben el poder como algo total, intransferible y propio.
La carta sanchista a «la ciudadanía», ¡manda carallo!, pasará a los anales de la infamia antidemocrática por reflejar las intenciones populistas ajenas por completo a la democracia liberal. Rezuma odio a la vez que impotencia; sin embargo, tiene la virtualidad de describir a la perfección el alma política y personal de un dirigente de la cuarta potencia europea para el que el respeto a la democracia sólo pasa por una vez cada cuatro años… y mintiendo.
Su rabieta de adolescente acostumbrado a hacer siempre lo que le viene en gana tiene dos destinatarios básicos, a los que todo su poder no ha podido, por el momento, doblegar. Son los jueces los principales subrayados; un aviso claro y meridiano al Poder Judicial realizado desde la cúpula misma del Poder Ejecutivo de la nación. A ver quién se atreve a partir de ahora a ponerle en ese predio el cascabel al lagarto. Los siguientes señalados son los periodistas críticos, como si no le bastaran las claques televisivas en RTVE o los sumisos comunicados de la agencia EFE donde ha colocado a sus edecanes botafumeiros en mano, incluso, en los temas económicos/digitales bajo la supervisión de Emilia Pérez y otras subordinadas, cuyo baremo periodístico son los argumentos ad hominem.
Resumiendo: si sale de ésta, las parcelas libres que todavía restan en la sociedad española lo tendrán crudo. Muy crudo. Sin embargo, tiene dos caminos. O irse a su casa –no creo que tenga demasiados problemas para pagar los recibos de la luz– o bien continuar. Si opta por esto último se convertirá, por méritos propios, en el hazmerreír mundial. En España lo es hace tiempo.
GRACIANO PALOMO
Publicado en OKdiario el 27.4.2024.