La sesión parlamentaria del pasado miércoles demostró lo que está en la mente de cualquier español medianamente informado desde que echó a andar la actual legislatura: aquí, un prófugo manda y ordena manu militari. Por consiguiente, el autodenominado «Gobierno de progreso» no deja de ser otra cosa que una mera entelequia, una filfa en estado puro. El resto del silogismo viene dado por añadidura.
Jamás desde la restauración democrática un Gobierno había exhibido urbi et orbi tamaña debilidad e indignidad. En las democracias serias, cuando el Poder Ejecutivo ni es soberano ni puede serlo, lo que se hace es llamar al pueblo a las urnas y que el respetable decida. Punto.
El pleno del Congreso de los Diputados del pasado martes 30 retrató a un Gobierno en cueros como corresponde a una leve mayoría parlamentaria de cuatro votos con la que, en la práctica, resulta imposible la gobernabilidad seria de una nación con muy serios problemas y un Estado que enfrenta su propia supervivencia. Muñir esa mayoría exánime sólo ha sido posible por la persistencia de un primer ministro de permanecer en el poder contra toda lógica democrática y electoral.
En este sentido, la burla de la que fue objeto por los mismos dirigentes secesionistas, corruptos, ultraderechistas y xenófobos hubiera hecho que cualquier dirigente público responsable y democrático hubiera renunciado al cargo ipso facto. Después de seis años de poder, todo el mundo sabe que las tragaderas de Sánchez son tan infinitas como su ego enfermizo. A estas horas, toda Europa y el resto del mundo libre le han tomado el número exacto. Todo el mundo supone también que volverá a tragar con las caudinas a las que volverá a someter el prófugo. Suma y sigue. Juega con la ventaja del alzheimer que corroe a la sociedad. Ningún otro jefe de Gobierno democrático permanecería en el cargo.
La conclusión que pudiera extraerse de lo ocurrido esta semana en el Congreso es muy simple: Sánchez, para seguir, tendrá que continuar destruyendo la nación, liquidando la Constitución y el sistema de libertades e igualdad y, al mismo tiempo, destrozará para siempre el Partido Socialista, que en buena parte bien merecido se lo tiene.
Finalmente, el famoso y cacareado «Gobierno progresista» saltó por los aires para cualquier mediano y honrado entendedor que tenga ojos y oídos. Son una banda de ultras y reaccionarios que sólo buscan su interés personal y el de su secta.
Sinceramente, no creo que esto dure mucho. Para más inri, la Unión Europea parece haber tomado ya buena nota de lo que por aquí ocurre, y no parece ser nada bueno para Sánchez.
¿Quiere decir lo anteriormente escrito que ese inopinado primer ministro en ejercicio (seis años ya en el poder) tiene los días contados? No me atrevería a decir tal cosa. El peligro nunca ha sido fácil de esquivar.
GRACIANO PALOMO
Publicado en OKdiario el 3.2.2024