Hay que comprender la desazón de psiquiatras, psicólogos y demás curanderos varios: a este hombre le patinan las neuronas y pudiera ser que su cinismo mayúsculo tuviera su aquel en alguna desviación perniciosa.
¡A ver cómo se explica lo contrario! Porque tras seis años en el machito del poder mintiendo, sobre todo, viene ahora, delante de público hooligan y pesebreros acendrados, a proclamar que la «palabra dada es sagrada, mi único patrimonio.».
Pedro Sánchez mintió cuando accedió al poder gracias a una moción de censura medio fake al hilo de la sentencia del caso Gürtel. Nada más dormir en Moncloa (con colchón nuevo) utilizó los resortes del poder (lleva más de 400.000 millones de euros acumulados a la deuda pública desde entonces) para apuntalarse en el cargo y de combatir la corrupción, nada de nada, es más, la ha aumentado hasta límites insospechados y todavía no se han levantado las alfombras.
Mintió al socaire de sus alianzas con los comunistas históricamente fracasados; mintió metiéndose en la cama con aquellos que desean ver destrozado el país y la nación de la que presume ser jefe de Gobierno; mintió y miente acerca de todo… Sin embargo, «soy hombre de palabra, que lo que promete lo cumple».
Mete la mano en los bolsillos de la depauperada clase media, mientras él y su familia se apropian de los palacios del Estado para pasar a sus anchas y por cuenta del contribuyente sus días de asueto, como si el país que desgobierna no estuviera en la banca rota. Lo del Falcon es la punta del iceberg llamativa del gasto bokassiano e innecesario para un presidente del Gobierno en una teórica democracia europea. Prometió aumentar el nivel de democracia y limpieza en el vasto aparato de la Administración Central y todo en él es puro clientelismo, colocando a sus amiguetes (la mayor parte de ellos pelotas consumados) en responsabilidades para las que no están capacitados como demuestra ese pícnico Juanma Serrano que dejó la empresa pública Correos con más agujeros que un queso de gruyère, caso que ya debería estar en los tribunales de justicia.
Sánchez se conduce como un sátrapa ajeno por completo a cualquier sensibilidad no sólo democrática, sino de sentido común. Es un sujeto que ha decidido, incluso, descojonarse de sí mismo y, por supuesto, de la dignidad que debe adornar siquiera la percha de un gobernante con un mínimo de decencia democrática que se respete.
Si yo fuera el jefe de la oposición, estaría aprovechando urbi et orbi su afirmación acerca de que su palabra «va a misa» para deleite, disfrute y mofa de los millones y millones de contribuyentes que ya conocen en carne propia y ajena el pelaje del primer ministro que pagamos y padecemos.
GRACIANO PALOMO
Publicado en OKdiario el 30.3.2024