Visto lo comprobado en Cataluña y en el melifluo Govern del melifluo Illa, que durará menos que un tomate en la trituradora, la gente con sentido común se pregunta ¿qué diferencia hay entre un independentista y un autorrotulado como de izquierdas? A la luz de los hechos, la respuesta es tozuda: ninguna.
Ya a mediados de la Transición un personaje que entonces era decisivo en el PSOE, Alfonso Guerra, alertaba acerca de la deriva nacionalista-independentista de muchos dirigentes del entonces Partido Socialista Obrero Español; luego devino exclusivamente en PSC. Casi cuarenta años después se puede comprobar la justeza intuitiva del sevillano. No sólo es en el PSOE, sino en el conjunto de la izquierda. La más extrema y radical nunca se opuso a la autodeterminación, salvo en los países en los que mandan ellos, y lleva décadas coqueteando con los soberanistas ultras y xenófobos en una prueba más de que la ideología es secundaria («¡Arriba parias de la tierra, en pie famélica legión!») y que realmente lo que se persigue es llegar al poder y mantenerlo.
Illa es un claro ejemplo de todo esto. Aquello que defendía en su base cuando era ministro ya no sirve; ahora lo que pretende es confundir a su electorado e intentar que los pata negra secesionistas le perdonen la vida que intentará sea larga al frente de la Generalitat. Tengo para mí que resultará empeño inútil. ¡No ha aprendido nada de aquel Montilla de Córdoba que era como un mal suflé cada mañana!
Resulta patético el hecho de que el PSOE/PSC bajo la batuta de Sánchez haya enterrado una de las señas de identidad básicas de la izquierda desde que fuera inventada por Karl Marx y Webber, el internacionalismo donde, según aquéllos, las personas se situaban por encima de los territorios.
Y luego se les llena la boca hablando de ultraderecha fascista, cuando se han abrazado con fruición a los peor de los feudalistas catalanes desde que Fernando de Aragón resultó Fernando el Católico. ¡Vivir para ver!
GRACIANO PALOMO
Publicado en OKdiario el 18.8.2024