La maquilladora personal del presidente del Gobierno y su asesora de imagen, pagadas con los impuestos de los maltrechos ciudadanos, se esmeraron desde primeras horas de la mañana del pasado miércoles, en dejar como un figurín al señor Sánchez que esa mañana y esa tarde iba a inaugurar el curso político. Es lo mejor que durante seis años ha demostrado saber hacer, figurar y bambolearse con sonrisa perdonavidas al aparecer en escena.
En Sánchez todo son posturitas, trajes caros, gafas ad hoc, vaqueros ajustados adornados con un discurso mentiroso, hasta fatuo, trufado de mentiras y afirmaciones impostadas y falsas. Que un sujeto acorralado, como está por la corrupción familiar y personal, por corrupción política de alto voltaje (mentir a los votantes) y por poner en almoneda los propios cimientos del Estado para apuntalar sus intereses personales, tenga el cuajo de afirmar que preside un «Gobierno limpio» conduce al analista a alguna de estas conclusiones: o está rematadamente mal o sencillamente nos encontramos ante un peligroso dirigente capaz de cualquier cosa. Lo peor de todo es que no cuente con el suficiente grado de pudor para pasar de puntillas por el tema de la corrupción.
Desde el inicio mismo, el Gobierno Sánchez fue un gobierno con características corruptas. Su ministro de Cultura tuvo que irse a las pocas horas por habérsele pillado como defraudador fiscal; la otra ministra, Carmen Montón, tuvo que dimitir ipso facto porque había participado en un curso fake en la Universidad Rey Juan Carlos.
Luego apareció Begoña, el gran hermano y las subvenciones a las empresas de su padre. Sin referirme en pequeños casos de corrupción en forma de irregularidades en el uso y disfrute de dinero público, utilizando él mismo medios y bienes del Estado con avaricia y sin justificación posible en el ejercicio de su cargo de primer ministro, asuntos todos ellos que en un país serio hubieran dado con los huesos del mandatario en la dimisión si detrás hubiera o hubiese una sociedad dinámica y con un mínimo sentido de la dignidad. Sánchez es la mentira personificada… Por ello pasará a la pequeña historia de este viejo y cuarteado país. El uso y abuso del poder utilizando dinero público es también corrupción, aunque no se abran procesos judiciales. Vivir contrario a lo que se predica es lisa y llanamente corrupción. Punto.
El tipo que se pega una vida bokassiana dando lecciones sobre lamborghinis y transporte público. El tipo que gasta lo que no tiene por cuenta del contribuyente dando lecciones de reparto de la riqueza cuando acaba de perpetrar el mayor ataque al ideario socialista soñado por Engels y Marx, volviendo al feudalismo en Cataluña. ¿Se habrá parado a pensar por un momento, más allá de lo que le susurran los miles de pelotas de turno bien regados a costa del contribuyente, qué puede pensar el ciudadano que se paga su casa, sus vacaciones, sus cestas de la compra, sus impuestos, del que todavía es presidente del Gobierno?
¡No tiene remedio! El hombre del lujo y el oropel ha puesto escuela.
GRACIANO PALOMO
Publicado en OKdiario el 7.9.2024