España como país, el Estado como nación se ha comportado como debe hacerlo con cualquier invitado extranjero, cortesía extrema, respeto máximo, olvidos pertinentes. Una crónica objetividad y cabal no podría decir lo mismo del ex guerrillero colombiano del M19, aquel movimiento al que Pablo Escobar infló de droga y dólares. Como muestra un botón: robaron la espada de Bolívar y se la regalaron a Escobar al que el sable le importó tanto como un carajo.
Créame el lector, Colombia es un país maravilloso, con un pueblo sufrido y agotado por tanta turbulencia. Los sucesivos desastres de Gobiernos conservadores y liberales propiciaron que en el Palacio de Nariño se haya aposentado un comunista de mucho cuidado, insisto, de mucho cuidado. Llegó a España días después de hacer una enmienda a la totalidad a la gran historia (con sus fallas) de España por aquellas latitudes. Cosa que no le ha impedido recibir el collar de la Reina que hizo posible todo aquello y dirigirse a la soberanía del pueblo español bajo la estatua de la misma mujer castellana. Para justificar su perorata de guerrillero mal avenido consigo mismo, dice que nadie quiere la existencia de «oprimidos» y «esclavos», olvidando que en la actual hora hispanoamericana los más oprimidos se pueden describir en aquellos países que le dan cobertura a él y su Gobierno, léase, Cuba y Venezuela.
Tampoco ha tenido reparo alguno en subirse al Rolls-Royce que Hitler regaló a Franco y pasearse por las libres calles de Madrid como si fuera un nuevo emperador de la cosa. Todo esto sucede en la capital de España, cuando en Colombia la libertad de prensa, con su derribo, empiezan siempre los dictadorzuelos a construir sus habitáculos opresores, capota, según señalan los observatorios más objetivos. Algo no privativa de aquel país caribeño porque también ocurre en la España de Pedro Sánchez.
Don Gustavo Petro, piedra, se ha definido así mismo, con unas ínfulas tan exageradas como impropias, como un Quijote. Don Quijote cabalgó siempre por las amplias llanuras manchegas de aire limpio y molinos voladores. Usted, señor presidente, cabalgó entre a sangre y el narco. Ésta es la verdad. Y la verdad siempre es la verdad.
Por último, manifiesta que el «cambio» (en Colombia) es mucho más difícil de lo que creyó. Eso me temo. Que, finalmente, se quede usted en el mismo barro que sus conmilitones españoles del otro lado del charco, están haciendo una legislatura después de acceder al poder. En su caso, subirse al Rolls-Royce (otros (as) en Falcon y que salga el sol por la Ínsula Barataria.
GRACIANO PALOMO
Publicado en OKdiario
Sábado 6 de mayo 2023