Ábalos, en lugar de refugiarse en algún lugar secreto del Levante español, ha decidido sacar pecho y plantar cara a la persona que le dio poder y fama en una especie de pacto a la siciliana que seis años después ha terminado por saltar por los aires.
Ante la defenestración ordenada por Sánchez para autoprotegerse, Ábalos ha hablado de que tiene la sensación de que una sombra negra le susurra en el cogote… ¡Claro! Debe referirse al ser Infinito (Sánchez) al que él ayudó a subirse a la moto y ahora aquél le ha tirado por el barranco.
Desengáñese Ábalos, con ser verdad que ahora se ha convertido en un ser a liquidar política y socialmente (igual que en las pelis de cuatreros), la larga y profunda sombra negra es extensa. Nadie en su sano juicio puede concluir que el aizkolari grandón y descerebrado (Koldo) pudiera tener influencia por sí solo en Armengol, el canario Torres, el ministro Marlaska, el ministro Puente o el lucero del alba sanchista.
Ahora, Ábalos acusa a su otrora amiga del alma, Armengol, de haber causado quebranto económico a las arcas públicas, o lo que es lo mismo, ser una estafadora. Está encorajinado porque esa sombra negra susurra que es un corrupto y Ábalos no está dispuesto a consentirlo bajo ningún concepto. En realidad lo tiene fácil. Para deshacer de un brochazo a la misma no tiene más remedio que pedir hora al juez Ismael Moreno, que fue policía antes que magistrado, y cantar todo lo que sabe acerca de las fechorías del sanchismo, porque saberlas se las conoce todas.
Lo demás pueden quedarse sólo en gimoteos boabdilenses que no le conduzcan a parte alguna. Canta y deja de llorar. Si has tenido el coraje de aguantar el órdago de tu ex jefe, termina la faena haciendo un favor a los españoles contribuyentes en sede judicial; siempre será mejor que pasearte por los platós amigos que te cortan trajes a destajo.
A partir de ahí, justicia y después gloria.
GRACIANO PALOMO
Publicado en OKdiario el 3.3.2024