A sus 54 años, la corajuda navarra Cristina Ibarrola, médico, exalcaldesa de su ciudad desde hace unas horas, ha definido en una sola frase gran parte de la enfermedad política que sufre España en los actuales momentos de égida sanchista: servilismo obsceno, ausencia de dignidad personal y colectiva, evaporación del más mínimo referente ético.
«Antes que votar a Bildu, prefiero fregar escaleras», subrayó Ibarrola, mientras una pobre y desarmada Marina Curiel, teórica portavoz del socialismo sanchista en el ayuntamiento, leía un panfleto que le había preparado de antemano para verter una nueva cascada de mentiras sobre la realidad de una moción en forma de pago a los herederos de los terroristas. Pobre chica esta Curiel… Tan joven y tan dispuesta a fregar las escaleras de Sánchez… Un hecho que marcará de por vida su carrera política.
Durante más de cuarenta años, el constitucionalismo en Navarra era del 75 por ciento, dejando sólo un 25 por ciento a la patulea anexionista de la marca negra del PNV en el viejo Reyno (Geroa Bai) y al extremismo violento de Herri Batasuna, luego Bildu. Navarra y su mantenimiento como entidad propia apoyada en sus señas históricas, en cualquier caso, mucho más descriptibles que la inexistente historia independiente de una Euskadi de ensoñación en la mente de un racista como Sabino Arana, fue la consecuencia de un pacto entre la derecha democrática y la socialdemocracia española hasta que llegó un fulano del barrio de Tetuán (Madrid) que todo lo supeditó y supedita a su propio interés coyuntural de poder y egolatría; cierto es que con rictus de enfermedad fácilmente diagnosticable.
Navarra, por lo tanto lo más granado de la vieja España, entra ahora en un camino de no retorno. Pedro Sánchez ha dado a Bildu lo que las pistolas de ETA no pudieron: la capital Navarra, y ya veremos cómo con el paso del tiempo, si puede y se lo exigen, también la totalidad del Viejo Reyno. Habrá que apagar, entonces, la luz en toda España.
GRACIANO PALOMO
Publicado en OKdiario.
31 de diciembre 2023.