El amoroso requiebro sanchista no tiene parangón en los anales del mundo libre. El responsable del Gobierno de la cuarta potencia de Europa, enrabietado porque un juez de primera instancia «abre diligencias previas» en relación con una denuncia contra su mujer, decide, fuera de sí, que entra en éxtasis y sin abandonar la residencia oficial dice meditar acerca de su destino amargado por la «derecha y la ultraderecha».
Nada tiene de extraño que la gran prensa libre europea y americana le hayan dedicado grandes epítetos en blanco en negro desde The Times, New York Times, Finantial Times, Frankfurter Allemaigne Zeitung, BBC, La Republica italiana y un largo etcétera. Un gesto tan inédito sólo cabría esperarse de algún mandatario de regímenes bananeros; porque Pedro Sánchez no es el fundador de ningún régimen democrático, ni jefe de Estado, aunque todo podría andarse.
Lo más cariñoso que le han endiñado es que se trata de un presidente «adolescente», que trata de sacudirse el círculo de corrupción que le envuelve a base de gestos pretendidamente épicos que, al fin y a la postre, no son más que pompas de jabón que estallan al segundo de salir del frasco. En el país que dice gobernar (perdón, mandar es más apropiado en su vocabulario) hasta los más irredentos sanchistas (por precio y mandobles de mamandurrias, naturalmente) no han tenido el cuajo de jalear a su «amado líder» en la última salida al escenario de baratija. Los más escrupulosos en esa línea dinástica han levantado la voz y la pluma para denunciar una indecencia.
Nadie en su sano juicio -pese a las alertas entre el círculo interior monclovita de que «Pedro está tocado, muy tocado»- pudo creerse la patraña. El ficticio «drama emocional» que teóricamente estaba viviendo no era más que una obscena escenificación antidemocrática impropia de un primer ministro europeo, recurriendo a miedos y fantasmas tácticos que no conducen a nada limpio.
Todo tiene su aquel. Un día u otro, tengo para mí que más pronto que tarde, tendrá que dimitir de verdad y los 48 millones de españoles (suyos incluidos) tendrán que llamar al notario para que certifique lo propio. Mentir tanto, a todos y a todas las horas, gana en primera instancia pero pierde al final de la partida.
Lo peor es que hoy y aquí la que ha perdido es España.
PD.: Esto dice textualmente el influyente y serio semanario alemán: «El bochornoso espectáculo de Pedro Sánchez. Ha convertido la política española en una telenovela…» Textualmente.
GRACIANO PALOMO
Publicado en OKdiario el 4.5.2024.